Estamos sufriendo las consecuencias de una tormenta solar. En nuestra observación del cometa 3I/Atlas desde las proximidades de Marte hemos podido comprobar que actualmente se encuentra a unas 1,86 UA, y esperamos su máximo acercamiento a la Tierra para el día decimonoveno de este mismo mes, a continuación comenzará su alejamiento definitivo del sistema solar sin ningún peligro para nuestro planeta. Nos ha servido de gran ayuda para comprender mejor estos objetos interestelares, sus trayectorias y composición.
Pero en esa aproximación hemos sufrido las consecuencias de las turbulencias solares debidas a su intensa actividad, que provocaron eyecciones de su masa coronal también conocidas como llamaradas; en estos días se ha producido uno de los estallidos más potentes que se pueden dar en el sistema solar, llegando a tener una energía tan grande como mil millones de bombas de hidrógeno, según estimaciones de la propia NASA[1].
Las consecuencias de estas llamaradas, la denominadas tormentas geomagnéticas, pueden provocar problemas en la Tierra como intermitencias en las comunicaciones por radio, en las redes eléctricas y señales de navegación, también para las naves espaciales y sus tripulantes.
Y eso es lo que ha pasado en nuestra nave. Nuestros sistemas de navegación se han visto afectados por intensa radiación causada. Tuvimos que pasar a navegación manual mientras entendíamos el problema. Para ello fue de gran ayuda la empresa europea encargada de estos sistemas, que también han afectado a los de bastantes aviones de su serie A320, causando un verdadero revuelo mundial y teniendo que llamar a tierra a muchas de esas naves para su revisión.
Esta empresa ha tenido que implementar la protección de «software» y «hardware» para garantizar la seguridad de la flota de aviones, y en nuestro caso essa actualización se pudo hacer en remoto. También se han detectado fallos en el fuselaje de algunas partes de la nave que igualmente han debido ser reforzadas.
Estos problemas son muestras de la vulnerabilidad de nuestros aparatos, increíblemente potentes y bien desarrollados, pero que cualquier fuerza de una naturaleza desatada puede hacer tambalear. A veces es bueno que estas cosas sucedan para que no olvidemos lo frágiles que somos, para que estemos siempre alerta.
El Sol es nuestra estrella, un estrella que se formó hace unos 4500 millones de años, está clasificada como enana amarilla, y se encuentra en su secuencia principal, es decir, que está fusionando hidrógeno en helio en su núcleo. Nuestra estrella está a mitad de camino de su vida como tal.
El Sol hace posible todo lo que sucede en el sistema solar, con su gravedad consigue que desde los planetas más grandes hasta las rocas más pequeñas se mantengan dentro de su órbita. Para la Tierra supone una interacción que impulsa las estaciones, las corrientes oceánicas, las mareas, el estado del tiempo y clima, las auroras boreales.
Al encontrarse nuestro planeta dentro de la zona de habitabilidad, el flujo de radiación que recibe permite la presencia de agua líquida sobre su superficie, siendo rocoso, y con la masa y presión atmosférica adecuada, permitiría la aparición de vida, como así ocurrió en este planeta.
Las tormentas solares se dan cuando nuestro astro emite una gran cantidad de partículas y radiación electromagnética que interactúa con el campo magnético de la Tierra. Con la actividad en la superficie del Sol como las corrientes de viento solar, erupciones y eyecciones de masa coronal, se producen emisiones, bombardeos literalmente, de partículas desde el Sol hacia todo el sistema solar, si esas emisiones se encuentran con la trayectoria de la Tierra en sus movimientos de translación se puede dar la tormenta perfecta, que nos afectaría como ya hemos señalado.
En 1859 tuvo lugar una de estas tormentas, denominada evento Carrington por el astrónomo británico que la observó y documentó, fue la más potente hasta ahora registrada y causó verdaderos problemas en los sistemas de telégrafos entre Europa y América del Norte. Una tormenta de esa intensidad en la actualidad causaría el caos en nuestras comunicaciones con efectos devastadores en toda la economía mundial.
Nuestros sistemas de observación tanto terrestres como espaciales, o como los de la flota estelar, hacen un seguimiento continuo de la actividad solar, pero realmente poco podemos hacer actualmente para protegernos de esas radiaciones extraordinarias más allá de mantener informada y atenta a la población, que no es poco. De las tormentas que causamos los humanos seguiremos hablando otro día.
- Este cuaderno se ha elaborado tomando informaciones de diversos medios de comunicación, de la NASA, de Wikipedia y National Geographic.



