En un momento en el que según algunos España se derrumba, los mismos que conforme editorializaba hace días un periódico madrileño “hacen del desprecio a los demás una de sus armas políticas, sea hacia la «casta» o los «viejos de corazón”, convendría recordarles que fue precisamente la conocida como Transición del 78, que ellos tildan de “candado” y a la que tanto parecen denostar, la que trajo a este país las libertades, protegiéndolas y trasladándolas a la soberanía popular, de las que hoy disfrutamos, un largo período de paz como no se conocía en mucho tiempo por estos pagos.
papeletas electoralesDecía en una ocasión el argentino Adolfo Pérez Esquivel, defensor de los derechos humanos y Premio Nobel la Paz en 1980, una frase que algunos deberían tener en cuenta por lo que el mensaje tiene de importancia: “Si no sabes a dónde vas, examina de dónde vienes”. Y eso es precisamente lo que les puede estar sucediendo a algunos, que no saben de dónde venimos, afortunadamente para ellos, porque son jóvenes y no vivieron lo que a otros nos tocó vivir bajo una dictadura. Pero ser joven no da derecho a tener patente de corso para sentar cátedra sobre todo lo que se mueva en este país, sobre todo porque de verdades absolutas ya estamos algunos de vuelta.
Llegados a ese punto, cabe decir que en los próximos meses los ciudadanos españoles nos vamos a enfrentar a unas elecciones municipales, autonómicas y generales, en las que todos nos jugamos mucho, tanto para el presente como para el futuro de nuestro país. Concurrirán los partidos tradicionales que surgieron en la Transición junto a otras organizaciones políticas que han aparecido en los últimos años. En plena libertad, aquella que conseguimos entre todos en el 78, y que algunos intentan barrer del mapa, cada cual se inclinará por las opciones que crea convenientes, todas ellas respetables en un sistema democrático. Después la suerte estará echada para unos y para otros, y no habrá marcha atrás, algo a tener en cuenta por lo que nos jugamos en el envite.
Pero meses antes de que esto suceda estamos viendo estos días en programas de televisiones varias que parecen haberse convertido en trampolines y banderines de enganche, y leyendo en distintos medios de comunicación que algunos políticos de última hornada, al parecer portadores de la buena nueva, ya se han encargado de dividir a la ciudanía, es de imaginar que según sus gustos y criterios, en “pueblo” y “casta”, y en razón de ello –preconizan- hay que votar, unos contra otros. Me gustaría saber cómo se come eso, quién es “pueblo” y quién “casta”, y dónde nos encuadran por ejemplo a los periodistas, entre los que, como en botica, hay de todo. Los que por razones profesionales llevamos muchos años escribiendo sobre las cosas del diario acontecer sabemos que en las elecciones siempre se ha llegado, como es lógico a una confrontación en las urnas entre derechas e izquierdas, pero ahora resulta que, según los patriarcas de los nuevos postulados nos encontramos en una disputa entre “privilegiados” y “la gente decente”. Nuevamente ignoro dónde estaría situado.
Semejantes aseveraciones llevan a la conclusión de que algunos están haciendo del desprecio a los demás una de sus armas políticas, ya que con epítetos de baja estopa como “casta” o “viejos de corazón”, y otros de idéntico calibre, están dejando entrever lo que en realidad piensan acerca de los ciudadanos, o del algunos de ellos, de esta sociedad, por otra parte heterogénea a la que, llegado el caso, y si los resultados les son favorables, habrán de rendir cuentas, porque después de la prédica hay que dar trigo.
Como imagino que tan doctos ellos que son –incluso algunos doctores, el culmen de la cosa académica-, en ciencias políticas, es decir, la cúpula que dirige la cosa del “pueblo”, habrán leído El Quijote –suena a “viejuno”, ¿verdad?-, por lo que les vendría bien tener en cuenta la frase que el de la triste figura le dirige a Sancho para la mejor forma de gobernar y gobernarse: “Al que has de castigar con obras no trates mal con palabras, pues le basta al desdichado la pena del suplicio, sin la añadidura de las malas razones”. No sabemos cómo nos gobernarán, llegado el caso, pero de momento ya conocemos sus palabras.
Para algunos que la vivimos a pie de calle, de obra, la Transición no fue el “candado del 78”, como opinan los que intentan acabar con su espíritu, sino una ventana a la libertad por la que entró el aire de la democracia que hoy respiramos. Somos también muchos los que pensamos que la Constitución puede y debe reformarse, pero sin renegar del pasado. Leyendo las palabras de dos grandes especialistas de la Historia española contemporánea opinando sobre la Transición, cada cual puede sacar sus conclusiones.
Así, para José Álvarez Junco, “Los últimos 50 años de la Historia de España han sido los mejores en siglos. Este país ha tenido una historia desastrosa, terrible, desde que se establecieron fronteras parecidas a las actuales”. Por su parte, Santos Juliá opinó, entre otras cosas, sobre el proceso vivido: “No sabéis lo afortunados que hemos sido. La Transición fue un bálsamo de paz, de concordia y acuerdo. Fue una de las cosas más sensatas que ha habido en este país”.