The Trip: donde se mide la amistad
Está visto que en la cocina y en el arte los buenos sentimientos no cuentan. En The Trip, hay una relación de amistad que se fragua a fuerza de puyazos. Dardos venenosos que son respondidos por puñetazos en la boca, pero de humor e ironía. De alegría.
Ha elegido mal al chivo expiatorio este don Juan televisivo; y el amigo tontorrón, que sólo parece estar allí para parar los golpes de don Juan -Don Coogan, parodia a la vez del agente 007 y de Don Quijote redentor de doncellas descarriadas-, es quien gana la batalla.
No le va al hombre feliz el estilo matador. Y don Juan se rinde a la evidencia de que su amigo «el pelmazo» es el que firma los autógrafos y acapara los flashes, y hasta suaviza encontronazos con las gentes del lugar, mientras que él, a su lado, se ve ignorado en su propia región de la que se creía ídolo. Esto un don Juan no lo puede resistir.
Estas dos personalidades son las que se confrontan en The trip, del director Michael Winterbottom. Steve Coogan es escogido por The Observer para hacer una ruta por los mejores restaurantes del Norte de Inglaterra. Una oportunidad estupenda para viajar y hacerlo con su guapa novia, pero ésta, con la que tiene una relación de altibajos, de cuernos y reconciliaciones, decide «pedir tiempo». Tiene que pedirle a Rob Brydon, una especie de osito de peluche lleno de huesos, un tostón para él y un cómico de éxito para los demás, que le acompañe.
The trip es muy divertida en el sentido de que se están pinchando en lo más doloroso, lo cual es una terapia buenísima, sanísima, que sin duda los deja como nuevos. Mutuamente se admiran, es evidente, al ser dos vidas contrapuestas dentro de la modernidad, pero como en una negra compensación, no pueden probar bocado exquisito sin decirse algo desagradable en lo personal. Los paisajes son impresionantes, pero la visita a la casa familiar de Coogan es el punto de inflexión del viaje: Sus ancianos padres se sorprenden al saber que ya no está con su novia, vuelve a ser el separado y con hijos descontentos, desastre total; su amigo, por el contrario, es padre y marido devoto que sólo anhela volver a casa. Con esto, la visión final de la película está cantada y es tal vez el punto, el único, en el que confluyen The trip y Viaje a Surtney.
Porque en Viaje a Surtsey, el tema es otra cosa: ¿Cuánto estás dispuesto a aguantar para no perder un amigo? ¿Cuánto puedes rescatar de lo vivido con él en el pasado para no mandarle para siempre a paseo?
El viaje como diversión y conocimiento del otro a la vez que de uno mismo juega un papel muy importante en nuestras vidas y está visto que en Viaje a Surtney caminamos por el reino de la introspección de la mano del paisaje. La naturaleza es una prueba que corre paralela a la de la amistad. Una relación de amor/odio con picos rabiosos que hacen peligrar el equilibrio. La frustración y el resentimiento por los logros del otro, al que se consideraba inferior, afilan los dientes cuando el entorno es demasiado hostil.
Iñaki y Mateo son amigos de toda la vida a los que siempre ha unido sus escapadas a la montaña. El tiempo ha pasado y cada uno ha tirado por su lado. Los dos se casaron y tuvieron hijos pronto, pero a partir de ahí se perdieron de vista. Después de mucho tiempo sin verse, deciden recordar viejos tiempos y pasar un largo fin de semana en la montaña esta vez junto a sus hijos. Todo pondrá a prueba sus deseos de volver a aquel paraíso de amistad adolescente. Javier Asenjo y Miguel Ángel Pérez Boronat, que hacen a la vez de directores y guionistas, logran una película que, si bien resulta un tanto deslavazada, se ve con sumo gusto porque nunca pierde la idea central sobre la amistad, los sueños, y lo más querido de la vida, que se deja atrás al intentar vivirla.
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