El creciente y aún incipiente sector privado de Cuba figura entre los perdedores de la nueva política hacia el país de Estados Unidos, anunciada el viernes 16 por el presidente Donald Trump en Miami, ante un público especialmente adverso al gobierno de Raúl Castro, informa Patricia Grogg[1][2] (IPS) desde La Habana.
Tras pronunciar un discurso que analistas consideraron «retórico» y lleno de generalidades, Trump firmó una orden ejecutiva que retrotrae los avances logrados tras la reanudación de relaciones diplomáticas entre Washington y La Habana en julio de 2015: «estoy cancelando todo el acuerdo bilateral del último gobierno (de Barack Obama). Estoy anunciando una nueva política», como prometí durante la campaña, señaló.
En un comunicado difundido en el informativo estelar de la televisión, el gobierno cubano advirtió que «cualquier estrategia dirigida a cambiar el sistema político, económico y social en Cuba, ya sea la que pretenda lograrlo a través de presiones e imposiciones, o empleando métodos más sutiles, estará condenada al fracaso».
Señaló asimismo que los anuncios «contradicen el apoyo mayoritario de la opinión pública estadounidense, incluyendo el de la emigración cubana en ese país, al levantamiento total del bloqueo y a las relaciones normales entre Cuba y los Estados Unidos».
Si bien la orden ejecutiva firmada por Trump mantiene que las entidades estadounidenses puedan desarrollar vínculos con el sector cuentapropista, como se llama en el país a la actividad privada, las restricciones impuestas a los viajes de estadounidenses impactarán fuertemente en esta área, determinante en servicios de hospedaje y alimentación y otros vinculados al turismo.
Formalmente, los estadounidenses tenían aún prohibido hacer turismo en Cuba, pero la ampliación de las categorías aplicada por la administración de Obama permitió un aumento considerable de sus viajes. Esto y una mayor flexibilidad en el envío de remesas beneficiaron especialmente el trabajo independiente de muchos cubanos.
Las nuevas disposiciones aumentan las restricciones de viaje para recrudecer la prohibición del turismo de Estados Unidos a Cuba, se limitan las visitas con fines educativos no académicos, que tendrán que ser en grupo y se vuelven a vedar los viajes individuales autodirigidos.
«Para nosotros será desastroso. Desde que abrí mi negocio, la mayoría de mis clientes han sido estadounidenses», dijo a IPS la cuentapropista Maricel Ponvert, dueña de un centro holístico de bienestar. «Estuvimos esperando una apertura desde los años 90 y ahora que comenzaban a llegar más visitantes de Estados Unidos, se paraliza todo nuevamente», agregó.
Ponvert figura entre las emprendedoras firmantes de una carta a Ivanka Trump, hija del mandatario estadounidense, en la cual piden su apoyo y alertan que «un retroceso» en las relaciones cubano estadounidenses «traería consigo la caída de muchos de nuestros negocios y con esto, el sufrimiento de todas aquellas familias que dependen de ellos».
De acuerdo a datos oficiales, más de 284 000 estadounidenses visitaron Cuba durante 2016, un incremento de 74 por ciento respecto a 2015. Ese récord se pulverizó ya tan solo en los primeros cinco meses de 2017.
Gracias a este boom, el turismo, primero en abrirse a la inversión foránea, se sitúa como el sector más dinámico de la economía cubana, con cuatro millones de visitantes en 2016 y 3000 millones de dólares de ingresos, paliando en parte la recrudecida crisis económica interna.
Airbnb, una de las primeras compañías de Estados Unidos en ofrecer alojamiento en Cuba gracias a la apertura de Obama, informó en una carta a congresistas y al secretario de Estado, Rex Tillerson, que ciudadanos cubanos han logrado ingresos por 40 millones de dólares por hospedar a familias estadounidenses.
«Me parece que vamos para atrás de nuevo», dijo a IPS la contadora María Gutiérrez, quien repara su casa en un barrio de La Habana para colocarla en el portal digital de Airbnb, que incluye desde 2015 hostales privados cubanos.
«Ahora tendré que esperar a ver cómo se desenvuelve todo», lamentó esta mujer. Gutiérrez también calificó de «imposible» que el gobierno de Raúl Castro acceda a muchas de las exigencias de Trump, en especial la convocatoria a elecciones con supervisión internacional.
El 13 de junio, en tanto se tejían toda clase de conjeturas sobre el anuncio que haría Trump sobre Cuba, el Consejo de Estado cubano convocó a las próximas elecciones generales, que tendrán su etapa municipal en octubre y se prevé que concluyan en febrero de 2018 con la anunciada salida de la presidencia de Raúl Castro.
Según dijo Trump en Miami, «los beneficios en las inversiones y el turismo han ido directamente a las fuerzas armadas». Se prevé que su gobierno adopte medidas para impedir que empresas de su país hagan negocios con sectores ligados a las Fuerzas Armadas Revolucionarias.
No hay datos oficiales, pero el Grupo de Administración Empresarial de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (GAESA) estaría presente en sectores como logística de mercancías, turismo e inmobiliario, entre otros.
Se supone que la directiva presidencial no afectará las remesas ni los viajes familiares de residentes cubanos.
Además, mantiene los cruceros y los vuelos directos de aerolíneas estadounidenses y se abstiene de reinstalar el programa de pies secos – pies mojados, cuyo cese aplicó Obama en las postrimerías de su mandato y que facilitaba la residencia en el país a los cubanos que tocasen tierra estadounidense.
Como parte de la normalización de los nexos bilaterales, se firmaron más de veinte acuerdos de colaboración entre guardacostas, lucha contra narcotráfico y terrorismo, control de fronteras, medio ambiente, emigración y aplicación de la ley, entre otros temas, cuyo destino se desconoce con el giro decidido por Trump a sus relaciones con Cuba.
«Revertir el progreso en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba es malo para el interés nacional de Estados Unidos», valoró en un comunicado Emily Mendrala, la directora ejecutiva del Centro para la Democracia en las Américas, una de las organizaciones de la sociedad civil estadounidense que cabildearon durante años a favor del deshielo con La Habana.
A su juicio, «la Casa Blanca no ha podido ofrecer una visión estratégica de su cambio de política en Cuba y de cómo se logrará un «mejor trato» volviendo a una postura de aislamiento hacia uno de nuestros vecinos más cercanos». Y remarcó que es negativo para ambos pueblos, donde el cubano «abrumadoramente» apoya más lazos con Estados Unidos.
En un comunicado, Paul O’Brien, vicepresidente de Oxfam América, alertó que «ya es hora de terminar definitivamente con el bloqueo de Estados Unidos contra Cuba». Y Jérôme Fauré, director de Oxfam para Cuba, consideró que «regresar a los largos decenios de fracasos en las políticas hacia Cuba es la vía más errada para comprometer un diálogo constructivo».
Mientras Trump hablaba en Miami, en la tarde lluviosa de La Habana, el cardenal Jaime Ortega presentó su libro «Encuentro, diálogo y acuerdo. El papa Francisco, Cuba y Estados Unidos», donde relata la mediación católica que propició el deshielo del 17 de diciembre de 2014 que Trump recongela ahora.
El arzobispo emérito de La Habana y el mensajero de cartas entre el papa Francisco, Barack Obama y Raúl Castro, se pronunció frente al nuevo escenario. A su juicio, el acuerdo «puede ensombrecerse o retardarse mucho» pero hay aspectos «que van a durar», como por ejemplo, la permanencia de la embajada estadounidense en Cuba. «Y no son (asuntos) mínimos», concluyó.
El cientista social cubano Ovidio D´Angelo, experto en sociedad civil, calificó de «agresivo, regresivo y contradictorio» al planteamiento de Donald Trump porque «las limitaciones de negocios con Cuba y del turismo norteamericano genera, intrínsecamente, perjuicios potenciales y reales al sector de emprendimientos independientes –privados y colectivos- en Cuba».
Las restricciones erosionarán «los arrendamientos de viviendas y los servicios de restaurantes, entre otras actividades; pero, además, coloca una espada de Damocles sobre los intercambios de emprendedores con sectores de la vida empresarial de EE.UU y crea incertidumbres acerca de la importación de bienes desde ese país por emprendedores y personas naturales».
«El crecimiento de una sociedad civil constructiva y diversa, sufrirá un daño relevante», evaluó el investigador.
- Con aportes de Ivet González desde La Habana
- Editado por Estrella Gutiérrez
- Publicado inicialmente en IPS Noticias