Teresa Gurza[1]
La verdad es que no me gustó enterarme de una noticia sobre los tardígrados publicada esta semana por la BBC[2], y que ojalá se me olvide pronto.
Prefiero millones de veces pensar en nuestro satélite como ese lugar luminoso y brillante que gusta a todos, incluso al torito de casta bravía enamorado de la Luna, y cuanto menos habitado por un conejo, que saber que está lleno de tardígrados que tienen feo hasta el nombre y son parecidísimos a Trump.
Las fotos de Getty los muestran gordos, de patas cortas y color entre anaranjado y rosa; casi del mismo desagradable tono que la piel del presidente gringo.
Y ni siquiera nacieron en la luna; llegaron de la Tierra, en donde viven en la película de agua que cubre musgos y helechos, en una cápsula israelí de la que cayeron por accidente.
No se lo cuento para mal impresionarlos como quedé yo, sino porque me parece irresponsable que, a propósito, o por error, se esté dejando en Marte o en la Luna, cochinadas de las que nos enteramos mucho tiempo después; algo debiéramos hacer al respecto.
¿Cuántos seres semejantes no se habrán quedado allá, sin que sepamos?
Dice el artículo al que me refiero, y que me encantaría que fuera solo una tomadura de pelo, que los tardígrados tienen una consistencia que los hace casi inmortales.
También llamados osos de agua, fueron los primeros animales capaces de sobrevivir en el espacio; miden menos de un milímetro de largo y pueden estar sin problemas a temperaturas extremas: tanto en intensos calorones, como en climas de congelación.
Estos horrores viajaban en una sonda espacial que se accidentó en la Luna el pasado mes de abril (2019); y dadas sus características, es muy posible que estén ahora vivos; porque han probado que pueden superar las condiciones más hostiles de la Tierra.
Fueron llevados a la Luna deshidratados mediante una técnica de solución salina fría y tras meterlos en un ámbar artificial
Y, ay Dios mío, porque se asegura que pueden volver a la vida décadas después de ese proceso.
Dicen los científicos que los tardígrados tienen lo que parece ser un superpoder; porque al secarse, esconden la cabeza y sus ocho patas y se arrugan formando una bolita, como las cochinillas, para entrar después en un profundo estado llamado “de animación suspendida”; que se parece mucho a la muerte.
«Creemos que las posibilidades de supervivencia para los tardígrados en la Luna son extremadamente altas… porque se trata de organismos prácticamente indestructibles y que, si se humedecen de nuevo, vuelven a la vida», dijo el investigador Nova Spivack, jefe de la Fundación Arch Mission.
Los antecedentes de este esperpento indican que esta fundación “confeccionó en forma de DVD un archivo al que llamó Biblioteca Lunar, de más de 30 millones de páginas, con la historia de la humanidad visible a vista de microscopio, y con muestras de ADN humano”.
Era una especie de plan B, en caso de que algún evento inesperado acabara con la vida en nuestro planeta.
Tiemblo solo de pensar en que, gracias a ese plan B, los humanos hubiéramos pasado a la historia representados por los tardígrados; y quisiera saber quién dio autorización para que viajaran a bordo del robot Beresheet, que se estrelló en la superficie lunar este abril.
Sus propiedades habían sido ya probadas desde el año 2007, porque fueron los primeros animales en sobrevivir en el espacio; lo que los convirtió «en los candidatos perfectos», para formar parte de la biblioteca lunar de la Fundación Arch Mission.
Teóricamente, se concluye, podrían ser rescatados y traídos de nuevo a la Tierra para revivirlos y estudiar los efectos que les causó su permanencia en la Luna.
Por lo pronto, sabemos que allá puede haber miles de tardígrados, que en cualquier momento volverán a vivir.
Además de la tristeza que causa saber que en el espacio flota basura dejada por satélites, que los plásticos han invadido los mares, y que los países se oponen a recibir familias que buscan mejor vida, venimos ahora a enterarnos de la existencia de tardígrados en la Luna.
¿Habrá alguna organización vigilante de los planetas, tipo Greenpeace o Amnistía Internacional, que haya denunciado estos hechos o gestionado alguna multa para la Fundación Arch?
Porque debiéramos recordarles que la Luna, que por cierto estuvo bellísima esta semana, es de todos; y que, si acá en la Tierra ya odiamos a Trump, sería atroz encontrarnos un día allá, con millones de trumpitos.
- Teresa Gurza es una periodista mexicana multipremiada que distribuye actualmente sus artículos de forma independiente
- BBC tardígrados