Turquía – ¿futura potencia nuclear?

Dos destacados miembros del Comité de Relaciones Exteriores del Senado de los Estados Unidos, Jim Risch y Robert Menéndez, han presentado una enmienda que contempla la aplicación de sanciones contra el régimen de Ankara a raíz de la invasión del Norte de Siria. Asimismo, el proyecto prevé restricciones a la venta de armamento a Turquía, la imposición de sanciones contra funcionarios turcos y contra los Gobiernos que suministran material bélico a las fuerzas armadas que participan en la ofensiva contra las milicias kurdas abandonadas por Washington.

Detalle interesante: los senadores no dudan en cuestionar la participación futura de Turquía – miembro fundador de la OTAN – en las estructuras de la  Alianza Atlántica.

La ofensiva de los legisladores norteamericanos coincide con la publicación en la prensa neoyorquina de inquietantes informes sobre la posible adquisición de armas atómicas por parte de Turquía. En efecto, el prestigioso rotativo The New York Times asegura que el presidente Erdoğan ambiciona convertir su país en una nueva potencia nuclear.

La información, difundida recientemente por redes de comunicación transatlánticas que mantienen estrechos vínculos con los servicios de inteligencia israelíes, no carece de fundamento. El propio Erdoğan aludió durante su discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, a los Estados que no disponen de armamento nuclear. Unas semanas más tarde, el presidente turco aprovechó la celebración de una reunión de su partido –AKP- para hacer hincapié en el hecho de que le parecía inaceptable que los estados que tienen arsenales nucleares prohíban a Turquía obtener sus propias armas atómicas.

Recordemos que la decisión de Ankara de adquirir de sistema antiaéreo de defensa antimisiles ruso S-400 y la intervención militar en Siria ha afectado seriamente sus relaciones con los países de la OTAN y, ante todo, con el hasta ahora incondicional aliado: los Estados Unidos.

La incapacidad de Washington y de sus aliados europeos de frenar el operativo bélico turco  en las áreas ocupadas por las Fuerzas Democráticas Sirias Kurdas pone de manifiesto la debilidad de Occidente a la hora de preconizar medidas contra Turquía. Por otra parte, ese estado de cosas demuestra la escasa capacidad de persuasión de los miembros de la OTAN para evitar que Ankara adquiera armas atómicas o inicie su propio programa nuclear.

Estiman los estrategas que la compra o la producción de armas nucleares por parte de Turquía podrían desembocar en un grave peligro para la estabilidad de las ya de por sí frágiles relaciones internacionales, ya que la imprevisibilidad de la política de las autoridades de Ankara conlleva un importante factor de riesgo.

Conviene señalar que Turquía ha estado desarrollando durante años tecnologías nucleares  que podrían emplearse para la fabricación de armamento nuclear. Según el New York Times, el país dispone de reservas de  uranio y está construyendo –en cooperación con Rusia- reactores atómicos.

John Hamre, presidente del Centro de Estudios Estratégicos Internacionales, estima que Turquía podría tratar de emular el ejemplo de Irán, logrando el mismo potencial nuclear que su satanizado vecino.

Por otra parte, The New York Times recuerda que la gigantesca base militar de Incilrik almacena  bombas nucleares tácticas estadounidenses B61. A pesar de que las instalaciones están utilizadas por la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, la base pertenece a Turquía. Un posible enfriamiento de las relaciones entre Ankara y Washington podría conducir a acciones imprevistas por parte del Gobierno turco.

Por último, aunque no menos importante, es el acercamiento de Turquía a la Federación Rusa, las buenas relaciones entre Recep Tayyip Erdoğan y Vladimir Putin, su complicidad a la hora de abordar la cuestión siria. Cierto es que el inquilino del Kremlin se siente más comprometido con el régimen de Bashar al Assad, que facilita la presencia de instalaciones militares rusas en su territorio. Pero el zar Putin puede permitirse el lujo de… jugar a dos barajas.

Adrian Mac Liman
Fue el primer corresponsal de "El País" en los Estados Unidos (1976). Trabajó en varios medios de comunicación internacionales "ANSA" (Italia), "AMEX" (México), "Gráfica" (EE.UU.). Colaborador habitual del vespertino madrileño "Informaciones" (1970 – 1975) y de la revista "Cambio 16"(1972 – 1975), fue corresponsal de guerra en Chipre (1974), testigo de la caída del Sha de Irán (1978) y enviado especial del diario "La Vanguardia" durante la invasión del Líbano por las tropas israelíes (1982). Entre 1987 y 1989, residió en Jerusalén como corresponsal del semanario "El Independiente". Comentarista de política internacional del rotativo Diario 16 (1999 2001) y del diario La Razón (2001 – 2004). Intervino en calidad de analista, en los programas del Canal 24 Horas (TVE). Autor de varios libros sobre Oriente Medio y el Islam radical.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí
Captcha verification failed!
La puntuación de usuario de captcha falló. ¡por favor contáctenos!

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.