Abdelali Hamieddine es vicepresidente del consejo nacional del gobernante Partido Justicia y Desarrollo (PJD), diputado en el Parlamento de Rabat y desde 2012 presidente de la asociación Al Karama para los derechos humanos, cercana al PJD, y que desarrolla especialmente el diálogo con los sectores salafistas y sus presos. Además de profesor de Derecho Constitucional en la Universidad Abdelmalek Essaadi de Tánger-Tetuán.
Pero tras Hamieddine hay una historia detrás, conocida en Marruecos aunque muy poco difundida en España y que le señala como uno de los islamistas más repudiados y así se lo recuerdan allá por dónde vaya.
Los hechos que lo explican se remontan a más de veinte años atrás, cuando reinaba Hassan II y era ministro del Interior el todopoderoso y siniestro Dris Basri. Hamieddine era entonces un estudiante islamista de la facción Islah wa El Tajdid, rama del partido Tawhid wal Islah, posteriormente y ya en 1998 convertido en PJD, y cercano a Al Adl wal Ihsan (Justicia y Caridad), organización islamista ilegal pero tolerada.
Ait Mohammed Benaissa El Jid por su parte, era un líder nacional de la facción estudiantil de ‘baazistas progresistas’ (Al Kaïdyyine) de inspiración marxista y que ya había pasado por prisión. Formaba parte de la representación de todas las facciones históricas de la Unión Nacional de Estudiantes de Marruecos (Unem).
Ocurrió en la Universidad de Fez el 25 de febrero de 1993, después de un acalorado debate, en la facultad de Derecho, entre estudiantes de izquierda y los islamistas. Un grupo de estudiantes afiliados a dos facciones aliadas islamistas, Al Adl wal Ihsan (Justicia y Caridad) y Fasil Al Wahda Tawasoul wat (Unidad de Energía y Comunicación), afiliado a Islah wa El Tajdid, interceptan un taxi cerca del campus universitario en Fez en el que había dos estudiantes izquierdistas, Ait Mohammed Benaissa El Jid y Haddioui El Khemmar. Los dos estudiantes fueron sacados del taxi y brutalmente agredidos por casi cincuenta islamistas. Benaissa El Jid muere el 1 de marzo como consecuencia de las heridas provocadas y de un fuerte golpe en la cabeza.
Los hechos no eran infrecuentes en esos años y, de hecho, un año después otro estudiante izquierdista, Maati Boumli, es asesinado en la Universidad de Uchda por militantes islamistas. Incluso ahora, los enfrentamientos entre islamistas, actualmente bajo el manto de Attajdid Attolabi (la renovación del estudiante) y laicos e izquierdistas son frecuentes en la Universidad de Fez, así como en otras como Agadir, en este caso por la presencia de numerosos estudiantes saharauis –en el territorio del Sáhara no hay Universidad-.
El otro agredido que se escondió tras la agresión por temor a represalias, Haddioui El Khemmar, es el otro estudiante y testigo que compartió el taxi con la víctima en el momento del ataque. Afirmó que reconoció como Hamieddine participó en la mortal agresión. Fue objeto de un intento de asesinato y todavía sufre consecuencias físicas y psicológicas por lo ocurrido.
El primer juicio fue trece años después, en 2006, donde fue condenado Omar Mouhib, miembro del movimiento Al-Adl wal-Ihsan a dos años de cárcel, un veredicto considerado «demasiado indulgente» por la familia de la víctima, formando la Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH) parte civil en el caso. Anteriormente Hamieddine, arrestado tras el asesinato, fue condenado también a dos años de prisión que cumplió en Fez, una condena «insuficiente» para la familia, ya que nunca se arrepintió ni pidió perdón.
La familia después del asesinato trasladó el cuerpo de Fez a Tata, al sur de Marruecos, afirmando que la impunidad no es aceptable y lleva años solicitando que el caso sea reabierto a pesar de las posibles consecuencias políticas.
«Nadie está por encima de la ley», es el grito de los manifestantes que no olvidan y exigen que se haga justicia. Hamieddine ha sido declarado persona non grata en varias facultades de Derecho de Marruecos y allá donde va, siempre hay manifestaciones para recordarle el asesinato. En Fez donde ocurrieron los hechos tuvo que suspenderse su presencia. Además sus críticos sostienen que debe ser suspendido de sus funciones educativas en la Universidad así como acabar con su inmunidad parlamentaria
A pesar de las incesantes llamadas de su familia y amigos para que se haga justicia, este caso no se ha reabierto para que los «autores de este crimen sean llevados ante la justicia», incluyendo lógicamente a Abdelali Hamieddine.
Un escrito de reclamación fue presentado al actual ministro de Justicia y Libertades Públicas, el islamista Mustafá Ramid, del PJD. Sin embargo, el ministro no ha ordenado una nueva investigación sobre el caso. A pesar de enviarse cartas al citado ministro, al presidente del Consejo Nacional de Derechos Humanos, sindicatos nacionales e internacionales y organizaciones de derechos humanos, la justicia sigue esperando pero algunos casos no se olvidan a pesar del tiempo. «Sus manos están manchadas de sangre y siempre será perseguido por el alma del difunto», sostiene la familia.