Colin Firth y Nicole Kidman protagonizan esta historia de supervivencia y perdón basada en hechos reales, cuyo resultado, y a pesar de la enorme dureza de muchas escenas, no es una buena película sino un melodrama insustancial sobre fondo de guerra cruel. El título –que en su versión original se llama The Railway Man, el hombre de la vía del tren, que tiene mucho más sentido- supongo que hace referencia al trayecto que va desde que nace el ansia de venganza hasta que se impone la clemencia en el ánimo del protagonista.
En los tiempos de la construcción del famoso puente sobre el río Kwai, magna obra de ingeniería militar en la que el ejército japonés forzó a trabajar a los prisioneros de guerra, Eric Lomax, soldado británico escocés (Colin Firth, ganador de un Oscar por El discurso del rey) fan de los ferrocarriles y conocedor de todos los trayectos y horarios de los trenes ingleses, fue uno de aquellos trabajadores tratados a base de latigazos, torturados con un sadismo difícil de igualar y castigados a pasar los días a la intemperie, encerrados en minúsculas jaulas construidas con cañas.
Traumatizado de por vida a causa de las torturas que le infligieron aquellos oficiales durante la segunda guerra mundial, 35 años después y gracias al interés de su segunda mujer Patricia (Nicole Kidman, Globo de Oro y Oscar a la mejor actriz 2002 por Las Horas) encuentra a uno de los verdugos en el mismo sitio en que fue victima del sadismo de aquellos militares de ojos rasgados a quienes su gobierno engañaba asegurándoles que iban ganando la guerra. El encuentro entre los dos hombres evoluciona poco a poco desde el deseo natural de desquite y represalia hasta el momento final cuando llega el perdón, que no el olvido naturalmente, en una carta manuscrita que el británico entrega al japonés.
Pese a tratarse de una historia basada en hechos reales que el realizador Jonathan Teplitzky (Burning Man) ha sacado de la autobiografía del auténtico soldado Lomax –fallecido en 2012 a los 93 años, The Railway Man- y pese a los muchos enfoques que ofrecía la historia– las relaciones entre torturadores y torturados, los problemas de las diferentes lenguas, las humillaciones de todos, la entrega de algunos y la resistencia de los menos- el resultado es una simpleza de película lacrimógena centrada en el momento de la reconciliación y el perdón, que no digo yo que sea imposible de lograr, pero desde luego es muy difícil imaginar sobre todo cuando se notan tanto las carencias de este enorme drama, le falta algo que lo acerque al espectador.
Colin Firth y Nicole Kidman no hacen nada por lograrlo, sus papeles son lineales, sus personajes no tienen el tirón necesario.