«Voila une clase qui se tient sage» (Ahí… una clase que se porta bien) la frase pronunciada por un policía antidisturbios en una violenta y humillante represión contra una manifestación de estudiantes en un liceo de un suburbio parisino en 2018, (todos castigados y arrodillados durante varias horas con las manos en la cabeza, como en un escenario bélico) ha inspirado el titulo de esta película documental de David Dufresne, que denuncia de forma implacable la violencia policial y judicial que desde 2018 se ha ejercido de forma ininterrumpida hasta hoy durante el mandato presidencial de Emmanuel Macron, contra toda forma de manifestación ciudadana.
Periodista profesional David Dufresne ha llevado ahora a la pantalla con un riguroso y potente documental el trabajo que lleva desarrollando desde hace años como critico observador de esas violencias policiales, en particular contra las manifestaciones de «gilets jaunes» (chalecos amarillos), que han dejado el trágico e inaceptable saldo de dos muertos y decenas de mutilados, personas que han perdido un ojo o una mano, víctimas de disparos de granadas explosivas o de balas de goma.
En las paginas de Periodistas en español hemos reseñado a menudo esta visible deterioración de la libertad de expresión y de manifestación en Francia, en estos últimos tres años.
El hashtag «Allo Place Beauveau» difundido en las redes sociales, con fotografías y videos que prueban las citadas y desproporcionadas violencias de la policía contra los manifestantes, han servido de base a este trabajo documental, que David Dufresne había proseguido también con la publicación de su libro «Dernière sommation» (ultima advertencia).
El documental de David Dufresne es ahora una respuesta directa a la obstinada negación por Macron y su gobierno de esas violencias policiales en Francia que han sido denunciadas y condenadas por Amnistia Internacional, así como en el marco de la Organización de Naciones Unidas.
«Hablar de violencia policial es inaceptable en un Estado de derecho» afirmó Macron, negando hechos y pruebas irrefutables, que ponen en tela de juicio las reglas democráticas del Estado de derecho: «Esa declaración de Macron fue el detonador que me motivó para hacer este documental» afirma Dufresne.
Con los testimonios y entrevistas de víctimas de la violencia policial, así como de especialistas y miembros de la sociedad civil, abogados, sociólogos, periodistas, policías, historiadores, va tejiendo el documental una tentativa de dialogo para restablecer la confianza en el contrato social republicano, visiblemente roto por esa violencia policial que, aunque legal, ha perdido en su exceso toda legitimidad.
Por cierto, que el titulo escogido para la distribución en inglés, «The monopoly on violence», refleja bien este diálogo y debate sobre la legitimidad o no de la violencia policial. Cabe señalar que el Ministerio del Interior recusó todas las entrevistas solicitadas por el realizador David Dufresne.
Solo al final de la película sabremos la identidad exacta de esas personas que discuten con calma y serenidad sobre la violencia, de la reflexión del sociólogo alemán Max Weber «el Estado reivindica el monopolio de la violencia física legitima», de Michel Foucault a Guy Debord, o a las palabras del celebre obispo brasileño Helder Cámara sobre la hipocresía en la evocación de la violencia.
Existen tres tipos de violencia -decia Camara– La primera, madre de todas las demás, es la violencia institucional, la que legaliza y perpetua la dominación, la opresión y la explotación, la que aplasta y lamina a millones de hombres en su maquinaria silenciosa y bien lubrificada.
La segunda es la violencia revolucionaria, que nace de la voluntad de abolir la primera.
La tercera es la violencia represiva, cuyo objetivo es sofocar la segunda, haciéndose cómplice y auxiliar de la primera violencia que es que es la que engendra todas las demás.
No existe peor hipocresía que de llamar solamente violencia a la segunda, fingiendo olvidar la primera que la hace nacer y la tercera que la mata.
Mas allá del montaje eficaz y sobrio de imágenes documentales irrefutables, Dufresne esboza con su película una evidente tentativa de dialogo para impedir que la policía nacional francesa se deje arrastrar por una política deliberada de exceso e impunidad, que acentúa cada día la visible fractura social entre el poder y la población.
Como lo dice la jurista Monique Chemilier-Gendreau «La democracia no es el consenso, sino el disenso», y el documental de Dufresne es en ese sentido indispensable para la buena salud de la democracia, frente a toda tentación totalitaria.
Cine necesario como diría Rossellini, quien se interesó siempre por el mejor género documental.