Vigésimo tercer día del décimo mes de 2023. Recién vueltos de nuestro viaje a Japón en este duermevela que provoca el cambio horario aún soñamos con sus templos, santuarios, bosques, pueblos y ciudades. Soñamos con su amable gente, soñamos con su comida, incluso con aquella que no nos gustaba. Soñamos con sus aseos, que tendremos que incorporar más pronto que tarde.
Ha sido un viaje iniciático ya que poca idea teníamos de sus religiones y tradiciones, poca idea de sus costumbres y su manera de alimentarse, de su manera de relacionarse, poca idea más allá de los tópicos.
No han sido muchos días, pero sí los suficientes para saber que ha merecido la pena ir. El viaje, tanto al ir como al volver, se hace extremadamente largo, se pierden al menos dos días y medio sólo en transportarte. Pero una vez que estás allí, de inmediato te das cuenta de que había que ir.
El primer destino, Tokio es impactante, sobre todo si llegas por la noche. No puedes decir que sea una ciudad bonita o fea, porque se mueve en los dos extremos, pero no te va a dejar indiferente, es inmensa para nuestras dimensiones e inabarcable. Merece más tiempo de estancia.
Ha sido un lujo contar con Patricia Paulo que es la madre espiritual de este viaje, con ella hemos conocido la esencia de Japón, que son sus religiones y sus tradiciones, sin tener, el que suscribe, la más mínima idea ha conseguido que nos empapemos de budismo y sintoísmo, visitar tantos templos y santuarios con sus explicaciones, y las de Yoko, nuestra guía local, ha sido una experiencia extraordinaria porque ha conseguido que entendiéramos lo que estábamos viendo. Son lugares impresionantes que nada tienen que envidiar a nuestras catedrales y monasterios.
Quizás la inmersión religiosa o tradicional ha mermado un poco la inmersión en las ciudades y pueblos, en sus bosques y montañas, aunque algunos hemos visitado. Pero nos quedamos con ganas de más calle.
En Kioto, una ciudad hermosa y abarcable, amable, un lugar donde sin duda sería bonito vivir al menos una temporada, ha sido donde si pudimos hacer esa pequeña inmersión en la ciudad y desde luego no nos defraudó.
El último día, por la mañana recorrimos diez kilómetros a pie por la zona donde se encuentran el museo de arte de la ciudad, el santuario Heian, el zoo de la ciudad, un barrio que parecía el Puerta de Hierro de Madrid que nos llevó hasta el templo de Nanzen-Ji, en una magnifica zona boscosa, para ir bajando por el barrio de Chion con sus casas tradicionales que nos dejaban admirados, y paseando por el canal bordeado de sauces llorones, ensimismados llegamos hasta el puente Tatsumi donde está la bifurcación de la calle Sinbashi y Sirakawa Lane, aquella de construcciones tradicionales y esta pegada al canal, de postal. En fin, un paseo que nos hizo apreciar lo hermosa que es esta ciudad, y todo lo que nos queda por ver.
Un viaje que merecerá una segunda parte.