Escalofriante cifra la dada por la ONU esta semana: una de cada ocho niñas del mundo es violada ante de cumplir los dieciocho, lo que constituye, sintetizó, una mancha en nuestra conciencia moral de consecuencias devastadoras para las víctimas.
Y si ya de por sí eso es espantoso, lo peor radica, en que es el entorno familiar donde las niñas más peligran.
En la lista de violadores están ricos y poderosos, presidentes, gobernadores, legisladores y ministros religiosos que, pese a haber destruido las vidas de las pequeñas agredidas, quedan sin castigo.
Como Trump, como el dictador de Nicaragua Daniel Ortega, denunciado por su hijastra a la que violó durante años con la complicidad de su esposa Rosario Murillo, madre de la muchacha; como Evo Morales, violador de una menor siendo presidente de Bolivia.
Como varios exgobernadores mexicanos y como Cuauhtémoc Blanco recién salido de la gubernatura de Morelos y ahora con fuero por ser diputado y hace pocos meses violador de su media hermana Nidia Fabiola.
En muchas naciones, México entre ellas, las niñas son casadas sin su consentimiento con hombres mayores y pasan a ser sirvientas en sus nuevas familias.
Los narcos las persiguen y deslumbran con costosos regalos, para volverlas sus amantes.
En asilos de religiosas que supuestamente las protegen, les quitan a sus bebés para darlos en adopción; palabra que disfraza la venta de recién nacidos a familias pudientes.
Toda esa realidad que por siglos ha existido, llevó a la Organización de Naciones Unidas en la Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijing (Pekín) de 1995, a adoptar un plan para promover los derechos de mujeres y niñas,
La declaración entonces surgida, fue la primera en referirse específicamente a los derechos de las niñas; y el 19 de diciembre de 2011, la ONU emitió la Resolución 66/170 que declara los 11 de octubre como Día Internacional de la Niña, con el objetivo promover el cumplimiento de sus derechos y su empoderamiento.
Y este 2024 se celebró con el lema Visión de Futuro, porque a pesar de las agresiones y obstáculos que enfrentan, la mayoría de las niñas no ha perdido la esperanza de tener un porvenir mejor.
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, Unicef, advirtió que invertir en ellas repercute positivamente en sus familias, comunidades y sociedades y les permitirá llegar a ser las lideres políticas de mañana.
Y la Agenda que la ONU fijó para ser cumplida antes de 2030, y cuyos diecisiete objetivos fueron adoptados en 2015 por todos los líderes mundiales, establece que solo garantizando los derechos de mujeres y las niñas tendremos justicia y economías que funcionen para todos.
Hay ahora en el mundo alrededor de 650 millones de niñas y adolescentes.
La mayoría de ellas sufre abusos sexuales o verbales que les causan ansiedad, depresión y que al ser causados por personas en quienes confían, les generan traumas profundos y duraderos y dificultades para forjar relaciones sanas.
Las niñas reciben comida de inferior cantidad y menor cantidad, que sus hermanos hombres.
Una de cada cinco no termina el primer año de secundaria y cuatro de cada diez, no terminan el segundo; nueve de cada diez no utilizan Internet por falta de recursos, mientras que los niños tienen el doble de probabilidades de conectarse.
Las niñas del mundo dedican 160 millones de horas diarias al trabajo doméstico y cuidados no remunerados.
Y representan tres de cada cuatro nuevas infecciones por VIH entre los adolescentes.
Decenas de millones son sometidas a la mutilación genital, que se sigue practicando en países árabes y comunidades de emigrantes de Europa y Estados Unidos.
Antes de la pandemia COVID-19, cien millones de pequeñas corrían el riesgo de contraer matrimonio infantil en la siguiente década; después, la cifra aumentó diez millones.
A consecuencia de las violaciones y casamientos tempranos, cada minuto cuatro menores de quince años se convierten en madres en América Latina y el Caribe.
El 66 por ciento de las embarazadas por violación es menor de edad y once por ciento de ellas, tiene menos de ocne años, escribió Arnoldo Kraus en su artículo del día 6 de este mes para El Universal.
Y agregó que en México «la realidad escuece», porque a pesar de la cantidad de violaciones cometidas por políticos y religiosos «apena la magra cifra de los que están tras las rejas».
En resumen, mujeres y niñas somos poco más de la mitad de la población mundial y debe reconocerse la igualdad de género como requisito básico para lograr sociedades pacíficas, amorosas, sostenibles y productivas.