¡Una vez más los medios y el lenguaje!

En una ocasión el profesor y catedrático de la lengua española Alexis Márquez Rodríguez ponderó el inmenso poder inductivo de los medios de comunicación, y advirtió que ese poder no podía ser usado de manera muy libérrima, pues el efecto podría ser igualmente provechoso que dañino.

Desde que leí esa sabia recomendación del profesor Márquez Rodríguez, la he usado en mis publicaciones, no para imitar a su autor, sino para tratar de que los que hacen vida en los medios de divulgación masiva se persuadan de su rol ante la sociedad.

Es satisfactorio saber que a la luz de los aportes que de manera regular he hecho por casi treinta años en estos menesteres, muchas personas que se desempeñan en los medios de comunicación han asimilado la enseñanza. Y más honroso aun es saber que una considerable cantidad se autodenominan «asiduos seguidores» de este trabajo de divulgación periodística. Por eso, cada día procuro mantener la continuidad e indagar sobre el por qué de algunas situaciones, en función de ofrecer un contenido que sea fácilmente entendible y provechoso.

No me gusta hablar de lo que no sé, pues eso de ser «toero» tiene sus riesgos. Yo prefiero preguntar, aprender y manejar con facilidad el asunto, para luego compartirlo, en este caso, con los lectores y contertulios con los que suelo hablar frecuentemente de estos temas.

En Venezuela con la llegada de Hugo Chávez al poder, es innegable, se hizo más fácil el acceso a los medios de comunicación. Chávez puso en vigencia los denominados medios comunitarios, pues estimó que los tradicionales eran un privilegio de pocos, y por tanto, inaccesibles. Por esa razón, hoy día abundan las radios y las televisoras comunitarias, que en muchos casos, de comunitarias no tienen nada; alegales en su mayoría.

El proyecto de medios comunitarios no es malo; pero en este país ha sido desvirtuado. El término comunitario es el escudo protector de aquellos que basados en el precepto constitucional de la libre expresión del pensamiento, se plantan ante un micrófono de radio o una cámara de televisión para decir cuantas idioteces se les ocurra, sin que nadie pueda objetar nada, pues «la libertad de expresarse es un derecho». Claro está, existen contadas y honrosas excepciones que se distinguen muy fácilmente.

Las radios de Venezuela, también con casos que se pueden extraer con pinzas, están plagadas de disparateros. Ahora cualquiera es locutor, sin tomar en cuenta si esa persona está capacitada para ejercer la función. Se ignora que un locutor, en el mejor sentido de la palabra, es y deberá ser un educador a distancia, para lo cual es imprescindible que esté apercibido de un bagaje de conocimientos que permita que un medio de vital importancia como la radio, pueda cumplir cabalmente su función, condesada en tres elementos: educar, entretener e informar.

Aunados a la falta de preparación de los que usurpan la función de los locutores, están los casos de los que tienen defectos de dislalia, lambdacismo, sigmatismo, asimilación, metátesis u otros, que hacen que el lenguaje no sea entendible. Es frecuente escuchar palabras como amol, muelto, hacel, miral, profesor, arcalde, testo, en lugar de amor, muerto, hacer, mirar, profesor, alcalde y texto.

Dudo que una persona que tenga esas deficiencias y defectos esté en capacidad de educar, entretener e informar, al menos que el programa sea de corte humorístico. Afortunadamente, lo comunitario no ha trascendido a los impresos, que de paso quedan muy pocos.

En el periodismo escrito, que es en donde me desempeño con mayor dedicación, la cosa es parecida a la radio y la televisión, dado que hay muchos usurpadores, y lamentablemente los que están facultados, se quedaron con lo que aprendieron en la universidad, y no han hecho más nada por actualizarse. Ese es el motivo por el que su redacción es monótona, imprecisa y está plagada de impropiedades. No han entendido la importancia de escribir bien, lo cual no implica que deban convertirse en catedráticos del idioma español.

Mientras los periodistas no sepan distinguir entre iniciar y comenzar; mientras no conozcan las palabras por la índole de la entonación, no sepan usar el verbo en gerundio, ignoren el uso de los signos de puntuación, su redacción será muy pobre, con tendencia a lo crítico. Para deshacerse de esas deficiencias, solo basta leer.

David Figueroa Díaz
David Figueroa Díaz (Araure, Venezuela, 1964) se inició en el periodismo de opinión a los 17 años de edad, y más tarde se convirtió en un estudioso del lenguaje oral y escrito. Mantuvo una publicación semanal por más de veinte años en el diario Última Hora de Acarigua-Araure, estado Portuguesa, y a partir de 2018 en El Impulso de Barquisimeto, dedicada al análisis y corrección de los errores más frecuentes en los medios de comunicación y en el habla cotidiana. Es licenciado en Comunicación Social (Cum Laude) por la Universidad Católica Cecilio Acosta (Unica) de Maracaibo; docente universitario, director de Comunicación e Información de la Alcaldía del municipio Guanarito. Es corredactor del Manual de Estilo de los Periodistas de la Dirección de Medios Públicos del Gobierno de Portuguesa; facilitador de talleres de ortografía y redacción periodística para medios impresos y digitales; miembro del Colegio Nacional de Periodistas seccional Portuguesa (CNP) y de la Asociación de Locutores y Operadores de Radio (Aloer).

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