Valente vital: se cierra la trilogía de la biografía intelectual del poeta gallego

El tercero y último de los volúmenes sobre José Ángel Valente se centra en su dedicación a las culturas árabe y judía y a sus últimos años en Almería

La Cátedra José Ángel Valente de la Universidad de Santiago de Compostela acaba de publicar el último volumen de una biografía del poeta que, como las anteriores, es un recorrido por su trayectoria intelectual y por sus preocupaciones culturales y sociales.

En este último libro, “Valente vital (Magreb, Israel, Almería)”, los tres capítulos corren a cargo de Claudio Rodríguez Fer, Manuel Fernández Rodríguez y Fernando García Lara.

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Xulio Formoso: José Ángel Valente

La cultura árabe en la obra de Valente

Son asombrosos el interés y el esfuerzo que José Ángel Valente dedicó a la cultura árabe y a las relaciones de ésta con la cultura española, un interés que se despertó en el poeta desde sus primeras lecturas de autores como Américo Castro, Emilio García Gómez y Asín Palacios. Claudio Rodríguez Fer ha seguido estas huellas en la obra Valente a través de la presencia de libros de literatura, poesía y ensayo en la biblioteca y el archivo del poeta.

Su participación en los Encuentros Hispano-Islámicos celebrados en Andalucía entre 1984 y 1986 y en el Coloquio de Escritores Hispano-Árabe e el 88, así como en los Rencontres Culturelles Hispano-marocaines celebrados en Marrakech en 1998 dan fe de su interés por una cultura con la que siempre se sintió identificado y el apego a un pueblo al que defendió desde muy pronto frente a las políticas migratorias de los distintos gobiernos españoles, como demostró durante su participación en la Semana Intercultural Senegalesa celebrada en Almería y en Roquetas de Mar en 1996 y como acreditan sus visitas a Mogador, Casablanca, Túnez y sobre todo Marrakech con su amigo Juan Goytisolo.

En este capítulo se da cuenta también de la importante participación de Valente en la recuperación del Fondo Katí de Tombuctú, el más importante legado andalusí fuera de España, una riqueza cultural que la familia Al-Kuti llevó al exilio africano en Malí durante la diáspora musulmana en el siglo XV y que estuvo en peligro de desaparecer totalmente.

Curiosamente también se estudia en este capítulo inicial la presencia y el interés simultáneo de Valente por la cultura judía (aunque se tratará más a fondo en el trabajo de Fernández Rodríguez) ya desde sus estancias en Oxford, Ginebra y París: “Dos encuentros, el judío y el musulmán –escribe Rodríguez Fer- que influirán decisivamente en su obra poética y ensayística, que no hallaba satisfacción en reducirse a la exclusiva órbita cristiana”.

Entre la cábala y el sufismo

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Valente vital portada

Manuel Fernández Rodríguez lleva a cabo un exhaustivo y minucioso recorrido por la biblioteca de Ángel Valente para explicar los vínculos del poeta con las tradiciones místicas y el acerbo cabalístico judío y sufí islámico. La aproximación valentiana puede explicarse por la búsqueda de una convergencia de experiencias equivalentes entre estas manifestaciones, sugeridas por la vertiente cristiana que la cábala tuvo en el humanismo renacentista de Ramón Llull o Pico della Mirandola, y en su presencia en el “Cantar de los cantares”, que interesó a Valente desde muy temprano.

Libros de Gershom Scholen, Emmanuel Lévinas, Massimo Cacciari, Martin Buber, Haïm Zafrani, del español Caro Baroja y de una gran variedad de autores y temas relacionados presentes en los anaqueles de Valente, con numerosas anotaciones, subrayados y marcas de lectura, demuestran el profundo estudio que Valente dedicó a estas manifestaciones y su presencia en la obra del poeta. La tenencia de los libros de Claude Lanzmann indica también su interés por la Shoah y por las persecuciones nazis contra los judíos porque una constante en las reflexiones de Ángel Valente era la dialéctica entre el individuo y el medio represor. Y asimismo llama la atención la presencia de numerosos textos clásicos relacionados con estas culturas, desde Filon de Alejandría a Maimónides, de Spinoza a Luria. La Cábala sobre todo, pero también la Tora, el Zohar y el Sefer Yetsira, sirven a Valente como referencias en sus ensayos sobre mística.

El interés de Valente con las culturas judía y sufí no se limitó a los textos sino que llegó a tener importantes relaciones y contactos personales con autores como Edmond Jabès o Edmond Amram el Maleh: “un recorrido de lo vital a lo intelectual, de lo poético a lo místico, es el que realizaron juntos ambos escritores”, escribe Fernández Rdríguez, quien no se limita a hacer un recorrido por las obras de la cultura judía presentes en la biblioteca de Valente. Su texto es además una forma de iniciación a esta cultura porque al mismo tiempo que señala su presencia en la obra de Valente explica el significado y la trascendencia de términos y de conceptos relacionados con el judaísmo y el sufismo.

Valente no se limitó al estudio de las culturas árabe y judía, a las que consideraba como una parte del legado sustraído a la cultura española, sino que se interesó en la historia de la construcción del Estado de Israel y en el conflicto geopolítico desatado a raíz de este acontecimiento. El poeta siempre estuvo a favor de la causa palestina y en contra de la política invasora del sionismo. En una entrevista aquí citada condenaba el hecho de “ganar una Tierra Prometida a base de machacar a los palestinos”.

Almería

El último capítulo, escrito por Fernando García Lara, se dedica a la última etapa de la vida de Ángel Valente en Almería, donde compró y restauró una casa en el casco histórico de la ciudad. Muchos se preguntaron por qué no habría querido terminar su vida allí donde la inició, en su Orense natal. Valente explicó que “Galicia me condiciona, me impone un sentimiento contradictorio, que es el sentimiento del regreso y a la vez el sentimiento de que el regreso no existe. No se regresa nunca”.

Pero Valente no fue un habitante más de la capital almeriense sino que participó activamente en la vida cultural de la ciudad y se implicó personalmente en la denuncia de los problemas que afectaban al municipio y a la comarca y mantuvo relaciones intensas con instituciones como el Instituto de Estudios Almerienses, la Asociación de Amigos del Parque Natural del Cabo de Gata-Níjar o la peña flamenca El Taranto, con las que colaboraba activamente.

Fue en Almería donde recibió noticias como la concesión de los premios Príncipe de Asturias y Reina Sofía de poesía o la de la muerte de su hijo Antonio; aquí se fraguaron algunos de sus mejores libros y se llevaron a cabo colaboraciones como las que realizó con el compositor Mauricio Sotelo (que dio lugar a una grabación de las poesías de Valente en las voces de Enrique Morente, Carmen Linares y Arcángel) y los fotógrafos Manuel Falces y Jeanne Chevalier. Y Almería ha dejado su huella en obras de Valente como “Al dios del lugar” y “No amanece el cantor”. A Almería volvía siempre después de sus viajes incesantes a París, Ginebra, Uruguay, Chile, Túnez, México, Venecia, Madrid… arrastrando una salud precaria después de dos infartos y una grave operación quirúrgica, que finalmente terminaron con su muerte en Ginebra en el verano del año 2000.

Cantigas de alén

Aunque no con la frecuencia que nos hubiera gustado a sus seguidores, el poeta José Ángel Valente publicó también a lo largo de su vida poesías en idioma gallego. Algunas se recogen ahora en edición de Claudio Rodríguez Fer bajo el título de “Cantigas de alén” (Ouvirmos), nombre con el que ya fueran publicadas después de una primera edición de 1981 como “Sete cantigas de alén”. La novedad de esta edición es que incluye por primera vez todas las cantigas de alén, añadiendo un poema ausente en las anteriores publicaciones. Se trata de “Na mar de Vigo”, una evocación de la primera vez que el niño Valente vio el mar cuando su padre lo llevó a Vigo y lo embarcó en el vapor que hacía la travesía a Cangas de Morrazo.

Las “Cantigas de alén” son veinte composiciones que resumen algunos de los temas que el poeta trató a lo largo de su obra: el amor y el erotismo, el tiempo que fluye, la muerte, la ausencia, el misterio, la tristeza, la soledad, la fuerza de la palabra… La palabra en la que late el verbo, como en la Cantiga IV, y la que justifica aquella vieja afirmación del poeta: “Es la lengua quien escoge al autor”.

El tema de la ausencia (“Voltei. Nunca partira”) está con fuerza en “Figura”, donde el poeta canta melancólico la ausencia de todo lo que no pudo ser. También la distancia, en la que a pesar de todo el poeta viene a concluir que “alonxarse é unha maneira de quedarse para sempre”, una reflexión también sobre el espacio/tiempo (“o tempo que se vai polo ollo da luz da ponte”). Ese quedarse para siempre de quien estuvo lejos de su tierra de origen muchos años de su vida termina en la voluntad de ser enterrado en el cementerio de San Francisco en Ourense, trasladados su restos desde Ginebra, donde murió en julio de 2000. El erotismo (“non hai luz que non sexa/o brancor dos teus seios”) y el amor son los que vencen a la muerte: “Cerquei, cercache,/cercámolo teu corpo, o meu, o teu,/como si foran só un soio corpo./Cercamolo na morte” (Cantiga V). La muerte está presente en el recuerdo de la de su abuelo y en la tradición funeraria gallega de los llantos de las choronas.

Rodríguez Fer afirma en el prólogo de esta edición que estos poemas de Valente entroncan con las cantigas de amigo de Martín Codax y con la lírica medieval galaicoportuguesa y, a través de la poesía de Rosalía de Castro y Manuel Antonio (a quien está dedicada la Cantiga VI), comunica con las vanguardias de principios del siglo XX representadas aquí por Vicente Risco, Rafael Dieste y Luis Pimentel.

A Dieste le dedica Valente un texto de prosa poética titulado “Homenaxe”, escrito a raíz de la muerte del polígrafo en 1981. A Pimentel está dedicado el texto “Paxaro de prata morta”, composición en la que, según Rodríguez Fer, convergen crítica, autobiografía y poesía, inspiradas en los poemas que Pimentel escribió sobre los dramáticos acontecimientos de la guerra civil que el poeta presenció de niño en Augasquentes, nombre con el que Valente identifica la ciudad de Ourense: cadáveres en las cunetas, mujeres que lloran, rojos antifascistas presos en el monasterio de Oseira. Así como Augasquentes representa el origen donde todo confluye, la figura da la madre se puede identificar en estos poemas (sobre todo en “Nenia”) con la Galicia que a pesar de estar lejos (alén) sigue siendo “o lugar dos lugares”, a la vez espacio concreto y cotidiano abierto al ilimitado infinito, según dejó escrito el propio Valente.

Francisco R. Pastoriza
Profesor de la Universidad Complutense de Madrid. Periodista cultural Asignaturas: Información Cultural, Comunicación e Información Audiovisual y Fotografía informativa. Autor de "Qué es la fotografía" (Lunwerg), Periodismo Cultural (Síntesis. Madrid 2006), Cultura y TV. Una relación de conflicto (Gedisa. Barcelona, 2003) La mirada en el cristal. La información en TV (Fragua. Madrid, 2003) Perversiones televisivas (IORTV. Madrid, 1997). Investigación “La presencia de la cultura en los telediarios de la televisión pública de ámbito nacional durante el año 2006” (revista Sistema, enero 2008).

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