Niños españoles que van a la escuela como los demás; niños cuyos progenitores están en paro; niños que comen gracias a las ayudas del colegio y poco más. Esos niños no están en el tercer mundo. Son de un país que alardea de turismo y de dinero; un lugar de ensueño si tienes trabajo y puedes vivir de lo que ganas, que no siempre es lo mismo.
Esos niños que son pobres están siendo ninguneados en la época estival. Un ocio que no existe porque no tienen recursos sus respectivas familias; poca comida que llevarse a la boca y cerca de dos meses y medio de calvario. La necesidad de garantizar la alimentación y el aprendizaje en estos menores es del todo obvia si hablamos de desventaja frente a sus iguales.
Tanto la Alta Comisionada para la Lucha contra la Pobreza Infantil, María Luisa Carcedo, como el resto del gobierno han defendido la necesidad de adoptar medidas que garanticen la alimentación y la situación que tienen los niños en la época estival; niños que suponen cerca de un millón en España.
Familias que no reciben ingresos y que no disponen de cuantías sociales que les hace aumentar la desigualdad social.
Erradicar la pobreza infantil en España es un trabajo, lento pero hay que ponerse a ello, porque actualmente supone un coste del 5.4 % del PIB, por lo que considerar la capacitación de esos niños es un activo para la competitividad del país. Las familias más vulnerables que aumentaron su desigualdad con respecto al resto de la sociedad en época de la crisis que se vio incrementada con las políticas que agudizaron aún más su situación.