Décimo octavo día del segundo mes de 2024. Mientras en la nave se continúa con el viaje de exploración a mí me toca hacer otro que recuerda a aquella película de finales de los años sesenta del siglo veinte «Viaje Alucinante» (Fantastic Voyage), pero menos glamuroso.
En la película, un grupo de científicos viajaban al interior del cuerpo humano para solventar un problema médico en un submarino y para ello deben ser reducidos, el aparato y la tripulación, al tamaño de los glóbulos que viajan por el circuito sanguíneo.
En este caso no será necesaria la intervención de una nave tripulada, bastarán unas cámaras. Previamente, necesario retirarse de las obligaciones cotidianas para poder hacer una buena preparación que permita la observación del interior de mis vías de evacuación alimentarias en condiciones óptimas y que nada pueda impedir o enturbiar dicha contemplación.
El objetivo de esta misión es claro, descartar cualquier alteración que pudiera poner en riesgo en el futuro la estabilidad vital del sujeto de observación y poder determinar, llegado el caso, las mejores soluciones que la medicina dispone para estos casos. Es una misión más bien preventiva.
Lo recomendable en estas situaciones es tomárselo con calma. Nada de preocupaciones antes de los resultados, en principio no hay motivo. Seguimiento estricto de las instrucciones de preparación, no vaya a ser que durante la exploración se encuentren con materia que impida llevarla a término. La mejor actitud, aprendida por la experiencia, es seguir la dieta recomendada durante los días previos, y el día anterior purificar el cuerpo con líquidos inocuos que permitan la hidratación sin contaminación de sustancias estimulantes o embriagantes. Por la tarde de ese día conviene ayudar con productos químicos líquidos la eliminación de posibles testigos y restos de ingestas anteriores.
Una vez llegada la noche, y hasta el momento de la exploración, es necesario, obligatorio más bien, el ayuno estricto, que debemos tomarlo como un momento de introspección y reflexión sobre los excesos alimenticios que cometemos habitualmente. A mi me funciona, pongo cara de monje sintoísta, lanzo la mirada al horizonte, entono mentalmente cánticos que relajen mi mente y procuro dormir cuanto antes.
El día de la exploración, dada la debilidad en la que se encuentra nuestro cuerpo, por la poca nutrición de los días anteriores, es recomendable caminar si prisas, evitar la conversación excesiva y seguir con la meditación (para disimular la incertidumbre). Por supuesto, no faltar a la cita acordada y dejar hacer al personal sanitario.
La última fase de la preparación anterior a la exploración ya no depende de uno y quizás sea la más deseada dada la situación en la que nos encontramos, es la de la sedación. En las primeras ocasiones, hace años, la prueba se hacía siendo consciente de todo el proceso de introducción de los aparatos endoscópicos y de lo que allí se cocía, no resultaba plato de buen gusto, incluso podía resultar una experiencia dolorosa.
Con la sedación se entra en un mundo de absoluta relajación que hace temer y comprender porqué hay gente que cae en el mundo de determinadas sustancias; desaparece la consciencia, y con ella las preocupaciones, es el sueño que deseamos todas las noches y pocas veces llega. Al despertar poco a poco volvemos a tomar los mandos de nuestra existencia, y para ello es recomendable olvidar el ayuno y tomar un buen desayuno, comida o cena, que recupere nuestra energía.
Los resultados de esta exploración no son relevantes para esta columna, lo interesante, como siempre, es el viaje, a ser posible con el «Viaje Alucinante».