Las víctimas latinoamericanas de abusos sexuales cometidos por religiosos de la Iglesia Católica dan los primeros pasos para agruparse y avanzar mejor en la búsqueda de la justicia, una lucha en la que encontraron un nuevo aliado: el cine, informa Marianela Jarroud (IPS) desde Santiago.
«Más allá de ser un entretenimiento, el cine es un llamado a no olvidar, a memorizar lo que nos pasa como sociedad», afirmó a IPS el cineasta chileno Matías Lira.
Añadió que, en el caso de los abusos sexuales cometidos dentro de la iglesia, «hay una tarea pendiente en términos mediáticos» y un deber como sociedad.
Con estas premisas como base Lira dirigió «El Bosque de Karadima», un drama basado en hechos reales que se estrena en abril en Chile y que aborda la historia de uno de los sacerdotes más influyentes en el país, quien abusó sexual y psicológicamente de decenas de jóvenes, y que forjó un imperio, gracias a su enorme carisma y su apodo de «santo».
La película de Lira es muy esperada en Chile, un país cuya sociedad es altamente conservadora y donde 67,4 por ciento de los 16,7 millones de chilenos se declaran católicos.
Esa cinta se suma a «El Club», de Pablo Larraín, ganadora del Oso de Plata en el Festival de Cine de Berlín en febrero y que también aborda, esta vez desde la ficción, el tema de los sacerdotes pederastas chilenos.
El caso de Fernando Karadima es emblemático. Como párroco de El Bosque, en el acomodado barrio capitalino de Providencia, el sacerdote forjó un imperio con el aval de altos mandos eclesiásticos, entre principios de los años 80 y su retiro del cargo en 2006.
Un tribunal canónico condenó al sacerdote en 2011 a «una vida de oración y penitencia» por pedofilia y efebofilia, tras abusar durane décadas de jóvenes que confiaban en él y amasar, además, una fortuna mediante el desvío de donativos de los feligreses, según una pesquisa del Centro de Investigación Periodística.
El periodista Juan Carlos Cruz fue uno de esos jóvenes. Conoció a Karadima a los 15 años, cuando acababa de morir su padre y se sentía triste y desvalido.
«Me recomendaron que fuera hablar con este sacerdote, que era considerado un santo, un hombre de una enorme bondad. Era un hombre muy influyente y fue impresionante cuando se fijó en mi», recordó a IPS.
«Me dijo que en adelante él sería mi padre, que debía confesarme solo con él y que desde entonces sería mi director espiritual», añadió.
Cruz reconoce que con 15 años se encandiló con las influyentes amistades del párroco: desde el entonces dictador Augusto Pinochet (1973-1990) hasta el italiano Angelo Sodano, ex secretario de Estado del Vaticano (1991-2006) y antes nuncio en Chile durante el régimen militar (1978-1988), pasando por empresarios, militares y políticos.
Poco después Karadima, ahora de 84 años, comenzó a abusar sexual y psicológicamente de él.
«El abuso psicológico es a veces el más complicado: vivir bajo constantes amenazas, bajo su yugo, vivir aterrado y no podérselo perdonar aun cuando uno es grande», recordó Cruz desde Estados Unidos, donde reside actualmente.
«Me considero un tipo inteligente, que ha llegado lejos. Soy vicepresidente de una multinacional y tengo a cargo 130 países. Sin embargo, no me puedo perdonar cómo dejé que este hombre por ocho años me torturara», lamentó.
Los horrores de Karadima se destaparon públicamente en mayo de 2010, cuando Cruz y otras de sus víctimas contaron su tormento en el programa Informe Semanal, de la Televisión Nacional (TVN).
James Hamilton, el «favorito» del sacerdote, había contactado a TVN después de ver en ese canal otro reportaje sobre las aberraciones cometidas largos años por el mexicano Marcial Maciel, fundador de la ultraconservadora congregación Legionarios de Cristo y con mucho poder en el Vaticano durante el papado de Juan Pablo II (1978-2005).
Maciel, el caso más famoso de delitos de pedofilia de sacerdotes en la región, incluso con hijos que tuvo pese al celibato, murió en 2008, dos años después de que el papa Benedicto XVI (2005-2013) lo apartase de la congregación por «gravísimos e inmorales» comportamientos y por una vida «sin escrúpulos y sin verdadero sentimiento religioso».
Defensores de sus víctimas pidieron, sin éxito, que se frenara la beatificación de Juan Pablo II, como encubridor de los sistemáticos abusos sexuales del cura mexicano.
En Chile, actualmente las víctimas de Karadima luchan contra el nombramiento como obispo de la ciudad de Osorno de Juan Barros, quien según la denuncia de Cruz y otras víctimas presenció y participó de los abusos pedófilos de Karadima.
Lejos de atender las denuncias, la Nunciatura (embajada vaticana) confirmó el apoyo para que Barros asuma el obispado el 21 de marzo. «Este apoyo es soberbio y estúpido», dijo Cruz.
Las víctimas de Karadima también acusan como encubridores al cardenal Francisco Javier Errázuriz, nombrado asesor del papa Francisco, el argentino sucesor de Benedicto XVI tras su renuncia. Varias investigaciones concluyeron que Errázuriz desoyó largo tiempo las denuncias de las víctimas cuando fue arzobispo de Santiago.
Su sucesor, Ricardo Ezzatti, también es acusado de encubridor por las víctimas del exparroco.
Este es uno de los contextos que llevaron a las víctimas de abusos cometidos por sacerdotes en diferentes países de América Latina a reunirse el 16 de febrero en Ciudad de México, para aunar fuerzas e intentar llamar la atención, principalmente del primer pontífice latinoamericano.
«Cuando nombraron al papa Francisco sentimos que teníamos en el Vaticano a alguien de la casa, alguien que habla nuestro mismo idioma, que entiende nuestra cultura, fue un orgullo enorme. Sin embargo, a las primeras víctimas que recibió fueron de Estados Unidos, de Alemania y Gran Bretaña, pero a nosotros, jamás», afirmó Cruz.
«Solo quiero sentarme junto a él y contarle lo que hemos vivido», continuó.
Y es que, pese a considerar a la Iglesia Católica latinoamericana encubridora de los abusos sexuales de sus sacerdotes, Cruz sigue siendo un ferviente católico.
«Voy todos los domingo a misa», confesó. «Es que no les voy a permitir que, además, me roben esto tan preciado como la fe», agregó.
El cineasta Lira también es católico, aunque reconoce que existe «una gran deuda de la curia» tanto chilena como latinoamericana.
«Deben entender que pedir perdón no basta, lo que importa es tomar acciones», concluyó.
Unidos contra encubrimiento regional
Para afrontar la política de encubrimiento de la jerarquía católica latinoamericana con los abusos sexuales de sus integrantes, víctimas de estos casos en Argentina, Chile, México, República Dominicana y Perú crearon una red de colaboración llamada Unidos.
En su reunión fundadora, el 16 de febrero en Ciudad de México, llamaron al papa Francisco a tomar acciones efectivas y someter a la justicia civil a los responsables y encubridores de los crímenes.
En una carta al pontífice argentino le indican que solo con una reforma profunda a la iglesia y el juicio civil a los culpables, «comenzará el final de ese gran holocausto de miles de niñas y niños sacrificados para evitar el escándalo y salvaguardar la imagen y el prestigio de los representantes de la Iglesia Católica en el mundo».
Un caso especialmente ilustrativo, según la incipiente red, es el de Józef Wesołowski, exnuncio en Santo Domingo (2008-2013), acusado de pedofilia y en arresto domiciliario en el Vaticano, hasta donde huyó de la justicia dominicana.
«Pese a que la justicia dominicana busca su extradición, ahí lo mantienen, protegido», dijo Juan Carlos Cruz.
«En América Latina nos ponen un poquito el pie encima porque nuestros sistemas judiciales no son los de Estados Unidos o Europa. En Filadelfia, donde vivo, hay 34 curas presos, y al vicario general le dieron 21 años por encubrimiento», añadió.
En febrero de 2014, la Organización de las Naciones Unidas acusó al Vaticano de violar la Convención de Derechos del Niño por los abusos sexuales cometidos por sus religiosos.
- Editado por Estrella Gutiérrez