El jueves 3 de marzo de 2016 tuvo lugar en Madrid la presentación del CD ‘Viento de Plata: obras para piano y para voz y piano de Jesús Bal y Gay & Rosa García Ascot’ (Columna Música) interpretadas por la soprano Eva Juárez y la pianista Paula Ríos.
A lo largo del acto pudimos escuchar varias piezas del disco, entre ellas las que Rosa García Ascot compuso basándose en los poemas del gallego Luis Amado Carballo (1901-1927), unos poemas tan breves casi como su vida, y al finalizar el acto, Paula Ríos interpretó en directo algunas obras del disco que ha requerido una ardua investigación en el Archivo de la Residencia de Estudiantes.
Estamos ante una música que el título del disco ¡Viento de plata’ define ya muy bien: la música de la Generación del 27, a la que pertenecieron los dos componentes del matrimonio formado por Rosa García Ascot, «Rosita» y Jesús Bal y Gay.
‘Viento de plata’ es, de hecho, uno de los versos del poema que Lorca, gran amigo y admirador de Rosita, le dedicó y que rezan: «Un lirio negro/ cúpula amarilla/ viento de plata…», cuando el poeta granadino, recién llegado a Madrid, fue acogido amablemente por ellos en su casa, donde llegó recomendado por terceros.
Pero Rosita fue por encima de todo y para la posteridad, la única alumna real y verdadera de Manuel de Falla (muchos han presumido de ello sin motivo y obtenido prebendas invocando al maestro) y más tarde, ya en el exilio de México, fue admirada por Stravinsky, un genio de trato huraño que sólo confiaba en su juicio a pesar de que, musicalmente, era mucho más próximo a Jesús.
Rosita componía ya desde los cuatro años y Falla, que no aceptaba alumnos, la acogió incrédulo sólo después de oírla tocar. Por su parte Jesús Bal y Gay era, a la vez que compositor, un musicólogo y folclorista que recorrió los caminos de Galicia recogiendo cuantas muestras hallaba. Ya en el exilio mexicano, donde llegó a ocupar importantes cargos como musicólogo, hizo lo mismo pero con magnetofón.
El regreso de ambos a España fue muy decepcionante, sobre todo para Jesús Bal y Gay, según cuenta su sobrino nieto Javier Arias Bal. Él no comprendía por qué, con 60 años y en plena etapa creativa, era ignorado en su país ya en democracia y cayó en depresión. Dolido sobre todo por Rosita, se preguntaba amargamente: ¿por qué mi mujer no puede dar clase en un conservatorio y explicarles a los jóvenes todo lo que sabe y todo lo que pasó?
Ella, con la cabeza un poco perdida y vuelta hacia el pasado, murió ya superados los 100 años y con una edad real de 18.
Recuerda este regreso al de Rosa Chacel y su hijo, ambos sin recurso alguno cuando tanto se les había prometido para que volvieran.
Preciosa e ignorada música -hasta ahora- cuya edición hay que agradecer a cuantos se han ocupado de ella, particularmente a la Xunta de Galicia, a la Diputación de Vigo y al Ayuntamiento de Santiago de Compostela. Ellos han hecho posible una grabación que honra a la cultura gallega.