Vulcania es el debut en el largometraje del argentino José Skaf, anteriormente autor de videoclips y cortometrajes y coordinador de programación en el canal TCM, donde vuelvo a ver algunas de mis pelis favoritas. Así que, gracias.
Y dicho esto, me queda añadir que Vulcania es una película muy flojita, un proyecto lleno de tópicazos y lugares comunes en el género “otra vuelta de tuerca a 1984”, la novela de Orwell evidentemente; o sea, minisociedad aislada del resto del mundo, si es que existe el mundo, con dirigentes autoritarios.
Los personajes interpretados por Miquel Fernández, Aura Garrido, Ginés García Millán, Jose Sacristán, Ana Wagener, Silvia Abril, Jaime Olías, Rubén Ochandiano y Jordi Gràcia, son habitantes de un pequeño pueblo situado en la montañas de ninguna parte. Los obreros trabajan todos en una gran fundición, donde se les paga en especie, y los patronos son unos tipos, y tipas también, desalmados, que les explotan, humillan, persiguen cuando escapan a la norma e incluso “hacen desaparecer”.
Entre los primeros, el protagonista es Jonás, un empleado de la fábrica que tras la muerte de su mujer y su hija acepta el trabajo más peligroso, en el lugar más recóndito, lo que misteriosamente le lleva a desarrollar un extraño poder (tipo bruja ambivalente, a veces buena y a veces mala). Cuando conoce a Marta, que acaba de quedar viuda con una niña pequeña y un secreto que muchos adivinan, decide investigar lo que ocurre en esa sombría comunidad y qué ocultan los amos.
Este no es el mundo feliz, ni la sociedad soñada. Todo lo contrario, es microcosmos sometido a los intereses concretos de una élite despiadada lo que, por cierto, lo hace muy semejantes a algunas situaciones cercanas, y que escuecen.
En suma, nada nuevo bajo un sol que tampoco brilla, con un reparto que se esfuerza por sacar lo mejor de su oficio, cosa que los buenos profesionales (como José Sacristán en el papel del palanganero de la jerarquía) hacen casi por inercia, pero al que falta convicción.