Wikileaks/Julian Assange: detener al mensajero

Detenido el 11 de abril de 2019 por la policía británica, Julian Assange, periodista australiano fundador de Wikileaks y uno de los personajes más controvertidos de nuestra época, llevaba desde 2012 –seis años, nueve meses y veintidós días- recluido en la Embajada de Ecuador en Londres, víctima de presiones geopolíticas que han terminado por forzar esa escena que hemos visto en todos los informativos televisados: la de un hombre de 47 años, prematuramente envejecido, arrastrado por la policía hasta un coche que le conduciría a los calabozos.

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Julián Assange en el balcón de la Embajada de Ecuador en Londres

La detención se ha llevado a cabo en base a una violación de su libertad condicional en Reino Unido, cuando un tribunal londinense estableció esa medida cautelar mientras examinada una petición de extradición cursada desde Suecia, donde se le acusaba de abusar sexualmente de dos mujeres, un episodio poco y mal explicado, que finalmente la justicia sueca sobreseyó.

Y, ya puestos, de una demanda de extradición de la justicia estadounidense que le considera una «grave amenaza para la seguridad del país» desde que en 2012 Wikileaks publicara cientos de miles de despachos diplomáticos y secretos de defensa, cuyas revelaciones más explosivas de graves exacciones militares tenían que ver con las operaciones del ejército estadounidense en Irak y Afganistán.

Pero también por «espionaje industrial en Estados Unidos», hacer públicas cuentas secretas en las Islas caimán, una comunicación secreta del Departamento de Estado calificando la dictadura del presidente tunecino Aine El-Abidine Ben Alí de ‘régimen esclerótico’  (…) pero lo que la izquierda perdona menos a Assange es la publicación de los correos pirateados de la campaña de Hillary Clinton (…)

El encarnizamiento de las autoridades estadounidenses contra Assange se ha visto animado por la cobardía de los periodistas que le han abandonado a su suerte, e incluso se han deleitado con su infortunio. Así, Christopher Matthews, presentador vedette del canal MSNBC, antiguo cacique del Partido Demócrata, no dudó en sugerir que los servicios secretos de Estados Unidos deberían ‘actuar a la israelí y secuestrar a Assange…» (Serge Halimi, «Pour Assange», Le Monde diplomatique)

Las filtraciones de Wikileaks correspondían a documentos ultrasecretos facilitados por el analista del ejército Bradley Manning, quien posteriormente cambió de sexo adoptando el nombre de Chelsea, condenado en 2013 por un tribunal militar a 35 años de cárcel e indultado por el presidente Barack Obama pocos días antes de hacer el traspaso de poderes al actual inquilino de la Casa Blanca.

En marzo de 2018, un gran jurado encargado de reunir toda la información posible sobre las actividades de Assange decidió cambiar la orden de extradición de «piratería informática» y «difusión de documentos ultrasecretos» por la de «asociación de malhechores con vistas a una piratería informática», lo que al final le llevaría a una condena máxima de cinco años de cárcel, según la información de Joël Chatreau del canal internacional Euronews.

La intervención de la policía británica, sacando a rastras a Julian Assange de la Embajada de Ecuador en Londres –cuando siempre se dijo que le detendría en el momento en que pusiera un pie en la calle- ha vuelto a poner sobre la mesa  «el caso Wikileaks», la saga geopolítica-judicial que ya ha cumplido una década.

A finales de 2010 la justicia sueca emitió una orden de detención contra Assange para que respondiera de las acusaciones de agresión sexual, formuladas por dos mujeres; agresiones que él desmintió, pero el juez sueco solicitó su extradición. Cuando el 19 de junio de 2012 se refugió en el edificio de Hans Crescent número 3, donde está ubicada la embajada de Ecuador en el Reino Unido, aceptando el asilo político y el refugio que le ofrecía el entonces presidente de Ecuador Rafael Correa, Assange se encontraba en libertad condicional. Puede que hubiera acudido a testificar a Estocolmo –de hecho, ahora se ha mostrado dispuesto a colaborar con la justicia sueca que pretende reabrir el asunto-  si no temiera que el  paso por Suecia iba a ser el preludio de una futura extradición a Estados Unidos, donde un Gran Jurado estaba deseando juzgarle, en aquel momento por «piratería» y «traición».

Después, ya en noviembre de 2016, la físcalía sueca le interrogaría en su refugio londinense, cuando tres de las denuncias habían prescrito y la última, por «violación menos grave» (la mujer acusaba a Assange de una relación sexual, cuando ella estaba dormida, sin preservativo; él mantenía que fue consentida), fue sobreseída en mayo de 2017.

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Policías británicos detienen a Julian Assange en la embajada de Ecuador en Londres, 11 de abril de 2019

Aunque nada de esto mejoraría la situación de un hombre cuya salud empezaba a acusar el deterioro causado por los años de internamiento (hemos podido comprobarlo al verle salir de la embajada, al ver a unos bobbys arrastrando a un hombre casi anciano).

La justicia británica rechazó el recurso de los abogados de Assange y al mismo tiempo se degradaron las relaciones entre el australiano y el nuevo presidente de Ecuador, Lenin Moreno, quien ahora, en una entrevista publicada el 14 de abril de 2019 en el diario británico The Guardian, para justificar su decisión de retirarle el asilo político, le acusa de haber intentado crear «un centro de espionaje» en la embajada: una actividad, dice , «que viola las condiciones del asilo».

Por si fuera poco, y para abundar en los motivos, ha denunciado también la actitud «absolutamente reprensible y escandalosa» de Julian Assange en la embajada y su «inapropiado comportamiento en materia de higiene», sugiriendo que podría haber manchado las paredes con excrementos, lo que inmediatamente ha desmentido la abogada del australiano, Jennifer Robindon, en el canal Sky News.

En cualquier caso, la principal amenaza sigue procediendo de Washington, Scotland Yard ha confirmado que sigue vigente la demanda de extradición formulada por Estados Unidos, donde incluso muchos de los que le apoyaron en un primer momento le acusan de haber publicado, durante la campaña presidencial de 2016, cantidades ingentes de correos procedentes del campo demócrata, que actuaron en contra de Hillary Clinton.

Y, en cuanto al ultraconservador presidente Trump, quien durante la campaña llegó a proclamar «Adoro Wikileaks» en un mitin, ha cambiado de tono tras la publicación de documentos secretos de la CIA. En abril de 2017, el entonces director de la agencia de inteligencia y hoy secretario de estado Mike Pompeo, calificó a Wikileaks de «servicio de inteligencia hostil no estatal, apoyado frecuentemente por actores estatales como Rusia».

Según la última inculpación estadounidense, conocida el mismo día de la detención en Londres de Julian Assange, está acusado de «complot con el objetivo de cometer una intrusión informática» y «piratería informática», que puede acarrearle hasta cinco años de cárcel, por su colaboración en 2010 con la antigua analista del ejército Chelsea Manning –quien por cierto se encuentra otra vez entre rejas por negarse a testimoniar contra Assange en un Gran Jurado de Virginia en marzo de 2019- con la intención de «piratear una red informática secreta del Pentágono».

Según los investigadores judiciales, Assange habría ayudado a Manning a conseguir una contraseña de los servidores del Departamento de Defensa para acceder a miles de documentos clasificados, entre ellos vídeos de las guerras en Afganistán e Irak.  El acta de acusación precisa también que Assange habría «animado a Manning a encontrar más informaciones».

La interpretación que los especialistas dan al hecho de que Julian Assange sea acusado ahora de piratería, en lugar de publicación de informaciones clasificadas, es que el departamento de Justicia evita así enfrentarse directamente a la libertad de expresión y de prensa, garantizadas por la Primera enmienda de la Constitución de Estados Unidos.

Mercedes Arancibia
Periodista, libertaria, atea y sentimental. Llevo más de medio siglo trabajando en prensa escrita, RNE y TVE; ahora en publicaciones digitales. He sido redactora, corresponsal, enviada especial, guionista, presentadora y hasta ahora, la única mujer que había dirigido un diario de ámbito nacional (Liberación). En lo que se está dando en llamar “los otros protagonistas de la transición” (que se materializará en un congreso en febrero de 2017), es un honor haber participado en el equipo de la revista B.I.C.I.C.L.E.T.A (Boletín informativo del colectivo internacionalista de comunicaciones libertarias y ecologistas de trabajadores anarcosindicalistas). Cenetista, Socia fundadora de la Unió de Periodistes del País Valencià, que presidí hasta 1984, y Socia Honoraria de Reporteros sin Fronteras.

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