Xenofobia en Sudáfrica

En todo el mundo, desde Siria hasta Libia, desde Bangladesh hasta Ucrania, desde Nicaragua a Venezuela, millones de personas se han convertido en refugiados en tierras extranjeras debido a la guerra, el hambre o la inestabilidad política y económica de sus países, informa Fawzia Moodley (IPS) desde Johannesburgo.

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Daños causados por pirómanos durante un ataque xenófobo a negocios regentados por extranjeros en Johannesburgo © Lwazi Khumalo / IPS

Después de que Sudáfrica se liberara del apartheid en 1992, la potencia africana se convirtió en un imán para los emigrantes de países africanos y asiáticos política y económicamente inestables. Pero en los últimos años, cuando el país se enfrenta a un colapso económico y a una tasa de desempleo de alrededor de 37 por ciento, las oleadas de ataques xenófobos han destrozado los sueños de las comunidades de emigrantes.

Desde 2008, año en el que murieron al menos 62 personas, miles de inmigrantes se han enfrentado a ataques intermitentes, se han quedado sin hogar o han visto sus tiendas y puestos comerciales quemados o saqueados.

Los habitantes locales culpan a los migrantes de quitarles el trabajo y del aumento de delitos como los secuestros (robos de vehículos a mano armada), la trata de personas y el tráfico de drogas, del que culpan principalmente a los nigerianos.

Algunos políticos, como el exalcalde de Johannesburgo Herman Mashaba, también culpan a los extranjeros de los problemas socioeconómicos del país, lo que se suma al cóctel de sentimientos antimigrantes.

Otros políticos, e incluso algunos miembros del gobernante Congreso Nacional Africano (CNA), que luchan por su sobrevivencia política, han tomado como «chivos expiatorios» a los extranjeros.

El auge del movimiento Dudula (expulsar o echar en las lenguas zulú y xhosa) ha avivado aún más el sentimiento antimigrante. El  11 y 12 de junio, los vendedores del mercado de Yeoville, en el centro de Johannesburgo, tuvieron que cerrar sus comercios después de que la Operación Dudula amenazara con retirar a los extranjeros de sus puestos. Los propietarios de los puestos de ese mercado son en su mayoría inmigrantes congoleños.

En la noche del 20 de junio, unos incendiarios prendieron fuego a veintitrés puestos, destruyendo mercancías por valor del equivalente a 30.500 dólares. Se sospecha que el incendio estuvo vinculado o inspirado por el movimiento Dudula, aunque sus responsables negaron su complicidad.

Una propietaria de un puesto que habló con IPS bajo condición de anonimato dijo que se sabe que un grupo de personas merodeó en las proximidades del mercado la noche que comenzó el fuego.

La angustiada madre de cuatro hijos contó que no tenía nada para vender porque toda su mercancía había sido destruida. Y lo que es peor, estaba endeudada con sus proveedores porque había comprado a crédito y pensaba pagarles tras la venta.

El propio presidente del país, Cyril Ramaphosa, ha debido intervenir en más de una ocasión para criticar la criminalización de los inmigrantes por diferentes sectores y movimientos sociales, que ha llegado a la aparición de «grupos justicieros xenófobos», que han llegado hasta al asesinato de un ciudadano zimbabuense.

Los camioneros, un objetivo

La industria logística y la cadena de suministro de Sudáfrica también están amenazadas, ya que la organización antiinmigrante All Truck Drivers Foundation (Fundación para todos los camioneros, ADTF, en inglés) bloquea las principales rutas de transporte del país, incendia camiones y ataca a los camioneros extranjeros.

El grupo xenófobo dice que su objetivo es la unión para salvar los puestos de trabajo de los transportistas sudafricanos que les han quitado los camioneros extranjeros.

IPS habló con un conductor de larga distancia, un zimbabuense en condición legal que lleva once años en Sudáfrica. El conductor, que no quiso ser identificado, dice que transporta carbón desde una mina en Mpumalanga, en el noreste de Sudáfrica, hasta el vecino país de Botsuana y que se ha visto obligado a enviar a su familia de vuelta a Zimbabue.

Amir Sheikh, líder del Foro de la Diáspora Africana (ADF, en inglés), remarca que los extranjeros no quitan el trabajo a los locales, «Hay como mucho unos cuatro millones de inmigrantes en una población de más de sesenta millones. Entonces, ¿cómo pueden quitarle el trabajo a todos los sudafricanos?», plantea.

Por el contrario, sostiene que los extranjeros benefician al país.

Pagan impuestos y abren tiendas en zonas en las que los ancianos que reciben subsidios sociales y los pobres tienen que recorrer largas distancias para comprar productos básicos; incluso venden productos a crédito a los clientes, destaca.

Los residentes pobres de los municipios y los pensionistas también complementan sus ingresos alquilando habitaciones por unos trescientos dólares  a ciudadanos extranjeros.

«En zonas como Yeoville, los inmigrantes pagan hasta 425 dólares por el alojamiento a los propietarios locales», añade Jean Bwasa, otro activista.

Amir admite que hay elementos criminales entre los extranjeros, pero en la misma medida que hay delincuentes entre los sudafricanos.

Si no fuese xenófobo resultaría risible el creer que todos los migrantes nigerianos son capos de la droga.

Nicholas Mabena Ngqabatho, director ejecutivo de la ADF, trabaja con la federación sindical Cosatu para afiliar a los extranjeros a los sindicatos y protegerlos de los jefes explotadores que se aprovechan de su situación desesperada.

Afirma que muchos de los camioneros extranjeros atacados son conductores transfronterizos: «No les quitan el trabajo a los locales, sino que forman parte de una cadena de suministro en toda África que se ve interrumpida por los ataques xenófobos en detrimento de la economía sudafricana», subraya.

Ngqabatho asegura que los extranjeros se enfrentan a la extorsión, los ataques y la burocracia para obtener la documentación que legaliza su situación. Un ejemplo de ello, dice, es la decisión del gobierno de poner fin al Permiso de Exención de Zimbabue, concedido a los ciudadanos de ese país que llegaron a Sudáfrica antes de 2009.

La ADF lucha por mantener ese permiso en nombre de unos 178 000 zimbabuenses. Se enfrentan a la posibilidad de convertirse en inmigrantes indocumentados, lo que les hace vulnerables a la extorsión y la explotación o les obliga a regresar al país del que huyeron por motivos políticos o económicos.

Sheikh, líder de la ADF, afirma que no todo es pesimismo, y que hay casos de solidaridad intercomunitaria en zonas como Alexandra, un municipio del área metropolitana de Johannesburgo.

Allí, un presunto miembro del movimiento Dudula se vio obligado recientemente a retirarse precipitadamente cuando la comunidad local se enfadó por el intento de desalojar a un ciudadano extranjero de su vivienda.

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