La calidad y variedad en la programación de este histórico festival de Nîmes (Francia), que el año próximo alcanzará las tres décadas, le convierten en la mejor muestra de flamenco de la geografía europea.
Algo que impresiona son los aforos llenos en todos los espacios del festival: auditorio del Museo Romano, Teatro Bernadette Lafont y la sala Odeón. Y es que Nîmes, la romana Nemausus, es la ciudad francesa más amante del flamenco y de las corridas de toros, y quizá en ello tenga mucho que ver el gran número de descendientes de españoles del exilio y otras olas migratorias.
La Casa de España y el Centro Cultural Andaluz son asociaciones muy activas en la divulgación cultural española y nuestra gastronomía está más que bien representada en la ciudad.
Concierto de Chicuelo y José Luis Montón
La tarde y noche del 17 de enero de 2019 fue un festival de guitarras flamencas. Por la tarde, en la sala Odeón, un concierto, auténtica joya de sonantas de Juan Gómez Chicuelo y José Luis Montón, ambos barceloneses y artistas de resonancia mundial.
Guitarristas, compositores, productores musicales, dos personalidades con notable capacidad de creación, versátiles, diferentes en el toque, virtuosos, geniales. En común sus vidas dedicadas a la música, su reconocimiento internacional, su coincidencia a veces con otros artistas de renombre, flamencos y no flamencos. Divergencia en sus estilos muy distintos, al servicio de la diversidad de la guitarra.
Un concierto de guitarras en el que cada uno tuvo su tiempo y territorio y un dúo final con el que patentizaron lo grandes que son compartiendo composiciones de Chicuelo pensadas para una guitarra, pero ahí estaba José Luis Montón para transformarlas en un concierto para dos guitarras con una sensibilidad exquisita. Ahí se vieron, por mundos de ida y vuelta, de la rumba al fandango.
En su parte individual coincidieron por bulerías, distintas, con el toque contenido de Chicuelo, que ya demostró en su arranque por alegrías. Montón bordó una bulería jerezana. Paisajes distintos para un mismo palo, ambos rivalizando en belleza y maestría. Un regalazo .
Dani de Morón, «21» con cante y palmas
En la noche del Teatro de Nîmes Bernadette Lafont, nombre reciente en honor y memoria de la actriz nimeña que empezó siendo musa de la nouvelle vague del cine de los años sesenta, tuvimos el placer de ver y escuchar una muestra del último trabajo de Dani de Morón, de título “21”, un auténtico ir más allá de lo posible por obra y gracia de la reconocida generosidad del guitarrista de Morón, capaz de reunir en un disco a once cantaores y cantaoras que recorren todo el abanico del cante de ayer y de hoy y, además, teniendo como coordinador de los cantes al amigo de siempre, Arcángel.
En el disco están El Pele, Miguel Poveda, Duquende, Estrella Morente, Jesús Méndez, Rocío Márquez, Arcángel, Pitingo, Marina Heredia, Antonio Reyes y Esperanza Fernández. Dani hace el acompañamiento a todos y, entre los cantes, sus solos, sus composiciones. Un disco único.
¿Qué es 21? Según el propio Dani de Morón es un proyecto ontológico (en filosofía, estudio de la naturaleza del ser) de guitarra que se proyecta sobre el concepto antológico de los metales de los cantes.
En los conciertos, anteriores y posteriores a la edición del disco, que es muy reciente, van alternándose dos cantaores. En la noche nimeña fueron Duquende y Jesús Méndez, un gitano de Sabadell, y un medio gitano de Jerez de la Frontera. Dos muestras del abanico de voces del trabajo discográfico, dos voces que derrochan sentimiento y emoción, la voz de cristal de Jesús Méndez y la rota y oscura de Duquende. Los dos con Dani y, a las palmas, los mejores palmeros de Andalucía, Los Mellis, Manuel y Antonio Montes Saavedra.
De la guitarra andaluza y luminosa de Dani de Morón, virtuosa, que no virtuosea, de pasión por el arte y por reconocerse en su ser flamenco, brotaron tres solos magistrales, capaces de hacer brotar lágrimas de gozo, que llegó hasta el fondo y hasta el cielo con una granaína que entroncaba con sutiles ritmos melódicos árabes que rememoraban un pasado que él volvió a hacer presente en la noche nimeña. Hizo vibrar los latidos del corazón. Y en el último, la rondeña, palo de Málaga anterior al flamenco, que aquí llegó a producir notas de agua, cercana a otras músicas o llena de nostalgias, quizá en recuerdo a Ramón Montoya, el primer guitarrista que la engrandeció.
Un fin de fiesta con todos y uno por uno, como debe ser, cante, toque, percusión, que primero puso en escena los eternos Ojos Negros por tango de Cái, que derivaron en fandangos para cerrar una noche imposible de olvidar.