El presidente de Ecuador tendría que aclarar si la cúpula del poder legislativo no tiene más cualidades que la belleza
El presidente de Ecuador, Rafael Correa, lanzó el pasado 10 de mayo un tuit en su cuenta en el que denota un deje de lo más machista y, al mismo tiempo, populista. Ese día vaticinó que iba a haber tres mujeres presidiendo la Asamblea Nacional de la República de Ecuador, lo que efectivamente ocurrió cuatro días después. Dijo sin temor a error en la interpretación que la nueva dirección del legislativo iba a estar liderada por «valientes», «capaces» y «guapísimas».
Habría que preguntarle al presidente Correa que si las tres líderes de uno de los poderes de la República ecuatoriana no fuesen guapísimas qué podría suceder. ¿Ya no habría ese conflicto de poderes, que tan sano es en una democracia y que tan poco se practica en casos como el español, por ejemplo? Parece que así debe pensar el mandatario bolivariano, conocido por su persecución de los medios de comunicación que no rondan por sus dictados, lo que se puede comprobar con un simple vistazo en la página de Reporteros sin Fronteras va acumulando atropello tras atropello a la libertad de prensa en su país, o en el mismo hecho de que Ecuador se encuentre en el puesto 119 de un total de 179 países que integran la Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa que elabora este organización no gubernamental, donde España está en el lugar 36.
Correa es quizás el menos intensamente bolivariano del triángulo del populismo latinoamericano, del que él es un vértice junto a Nicolás Maduro en Venezuela – que anda camino de dejar en pañales las ocurrencias de , y del boliviano Evo Morales, si no incluimos de la figura geométrica -en ese caso debería pasar a ser un cuadrado- a la presidenta de Argentina, Cristina Fernández, lo que no será porque no acumule méritos.
La defensa populista de sus planteamientos no le quita argumentos para plantear las acciones que se desde la legitimidad democrática considere oportunas. La forma con la que Correa y cualquiera adorne el fondo es cuestión, lo que, de hecho, hacen todos los dirigentes del mundo, desde los muy interesados en lo que hablamos y escribimos en todo el mundo, Barack Obama y David Cameron, hasta el famoso señor del plasma, el español Mariano Rajoy, quien, por cierto, dejó de atender su web en el Partido Popular al poco de ganar las elecciones en 2012.
Eso forma parte de la liturgia. A algunos le gustará y a otros no. Unos lo tendrán por acertada y otros la rechazarán, pero, en cualquier caso, forma parte de las reglas del juego.
Cuestión distinta es que en la liturgia se introduzcan elementos que no se corresponde con el discurso que se dice defender. Tal es el caso de la alusión a las cualidades físicas de las tres mandatarias ecuatorianas que hizo el presidente del país.
Sólo desde una cuenta de Twitter se le reprochó a Correa su impronta machista. Fue desde la que se identifica como Michele A-C, sin que el presidente de Ecuador hiciese lo mínimo para justificar o rectificar su cuando menos desliz. Michele A-C dijo que, muy bien, que las dirigentes de la Asamblea son guapísimas, pero que «no tiene nada que ver si son guapas o no. Si el presidente de la Asamblea fuera hombre, haría ese comentario?».
Bueno, la verdad es que Rafael Correa sí dio una respuesta a Michele A-C: «Con el Corcho…¡era imposible!». Corcho es el apelativo del anterior presidente de la Asamblea Nacional, Fernando Cordero, sobre el que ya conocemos la opinión del presidente ecuatoriano sobre su no belleza.
El papel de la mujer es muy importante en la evolución de América Latina, y en general del planeta, y no parece que bromitas como la del Twiiter del presidente de Ecuador ayuden a generar una conciencia de igualdad entre hombres y mujeres, cuando se dan realidades tan dramáticas en el continente respecto a la condición femenina.
Que el tuit de Correa se haya repetido en 599 ocasiones y hecho favorito en 162 cuentas en la red social viene a denotar el perfil de sus seguidores, que no han chistado ante el arranque machista del mensaje.
Tampoco consta que las tres aludidas hayan abierto la boca, al menos para protestar. Quizás podamos entender esta inacción si leemos el currículum de la presidente de la Asamblea Nacional, Gabriela Rivandeneira, que se encaminó a la política desde su distinción como reina del Yamor, una suerte de elección de miss pese a la excusatio non petita del alcalde de Otavalo, sobre que «no solo elegimos caras bonitas que adornen los eventos municipales, elegimos a mujeres inteligentes, lideresas que trabajen por la ciudad y su comunidad», como es el ejemplo, enfatizó, de Rivadeneira.
Lástima que personas como la vicepresidenta primera, Rosana Alvarado, y la vicepresidenta segunda. Marcela Aguiñaga, no hayan hecho valer sus perfiles, experiencias y activos para dejarle claro a Correa que hubiese dado lo mismo que no fuesen guapas.
Lo mismo temían a que se le aplicase alguna derivada de la recién aprobada y publicada Ley de Comunicación, que nada gusta al relator especial de Naciones Unidas para la Promoción y Protección de la Libertad de Opinión y Expresión y a Reporteros sin Fronteras.