La primera noticia que tuve de la existencia de Pedro León Zapata fue a mediados de los sesenta, recién llegado a Venezuela, a través de sus viñetas diarias en El Nacional que mi padre compraba con absoluta constancia y fidelidad, desde siempre.
Me admiraban aquellas cortas frases geniales, invariablemente en la exacta medida y siempre en el tono y el matiz que ameritaban los diarios sucesos de un país en transición y televisión en blanco y negro. Pero me maravillaban mucho más aquellos trazos rápidos en tinta china, líneas precisas con absoluto dominio de la forma y la síntesis, prescindiendo de todo elemento superfluo o ajeno a la composición y a la intención.
Después llegó a mis manos a través de un pana ñángara1 del 5º. de ciencias del Gustavo Herrera un extraordinario libro casi clandestino, una joya titulada «Las Celestiales» firmado por unos supuestos clérigos con apelativos de hilarantes reminiscencias vascongadas: Iñaki de Errandonea S.J. que no era otro que Miguel Otero Silva y con las ilustraciones a plumilla y tinta de un tal Fray Joseba de Escucarreta mejor conocido en los bajos fondos como Zapata. Esta obra de excepción la habían sacado el M.O.S y el Zapa para colaborar con la liberación de los presos políticos de los sesenta. Era una especie de santoral divertidísimo lleno de vírgenes, mártires y santos acompañados con coplas populares que formaban parte del inconsciente colectivo de un pueblo que sabía perfectamente que no bastaba con rezar ni tampoco era suficiente ni alcanzaba con reír.
Pocos años después, allá por el 72, conocí personalmente a Pedro León con motivo del estreno de la obra de Luís Brito García “Venezuela tuya” en el Ateneo de Caracas y montada por el Grupo Rajatabla del cual yo formaba parte.
Después de eso nos vimos muchas veces ya que solíamos movernos en un mismo círculo cultural de teatros, cines, museos y galerías. Yo asistía puntualmente a cada una de sus exposiciones y él solía venir cuando yo hacía un concierto, bautizaba un disco o estrenaba alguna obra con el Rajatabla.
En el 74 grabé un álbum titulado “La canción que va conmigo” y le pedí que me hiciera la portada. En aquella época los discos no solían llevar ni lejanamente dibujos o pinturas de artistas plásticos, reconocidos o no. Sorpresivamente la casa disquera aceptó la idea y así se editó en carátula amarilla y letras rojas aquel bicharraco formidable en minuciosos trazos de plumilla, mixtura de murciélago-vampiro con vestimenta de paltó levita y sombrero de pumpá.
Después pintó otra portada para mí cuando grabé el disco “Levántate Rosalía” basado en la obra de Aquiles Nazoa. De hecho él fue el que sugirió el título y el concepto general del álbum. Y también hizo la de un disco que grabamos para recaudar fondos para los exilados de la resistencia chilena a Pinochet “Chile fuego y poesía”.
Para mí, Pedro León Zapata fue y siempre será uno de los grandes de la plástica americana de todos los tiempos ya no solo como caricaturista sino como pintor y escultor. Imprimió en cada una de sus obras ese humor socarrón, colorista y jodedor tan típicamente venezolano. Estableció parámetros de manifestación plástica que no venían de la percepción de las formas sino de los principios de la representación. En su obra, la alegría, el humor y la tragedia siempre fueron trillizos que buscaban la intuición más allá de la comprensión racional. Su trabajo era de tal precisión que nunca requirió ninguna modificación del trazo realizado, no se permitió representar ningún elemento que distrajera la esencia que mostraba. Sus limitaciones de la vida no fueron inconvenientes para ella, sino que fueron su esencia. Su simplicidad nunca fue insuficiencia sino maestría, sapiencia y evolución.
Por eso, mi querido Zapa, en este año de gracia de 2015, a 85 años de aquel 27 de febrero en la pequeña ciudad de La Grita del Estado Táchira y a medio año de tu ausencia, desde este norte del sur, te digo que tu muerte me disminuye, me reduce y merma, y ya ni siquiera me pregunto por quién doblan las campanas; están doblando por mí.
- pana ñángara: se utilizó mucho este término en los años sesenta denominàndose asi a los militantes del Partido Comunista de Venezuela que luchaban contra el gobierno de Rómulo Betancourt y posteriormente de Raùl Leoni.
Que hermoso artículo y que excelente caricatura sobre el gran Zapata, una de las glorias de las artes plásticas universales.