París era un microcosmos de la Europa de entreguerras, la franco-prusiana de 1870 y la primera mundial de 1914. El nombre de Belle Époque deriva de ese corte brutal que la hizo aparecer como un paraíso perdido. Una época definida por el optimismo imperialista de los avances de todo tipo: tecnológicos, científicos, políticos, sociales, económicos, determinantes de los nuevos lenguajes artísticos, tanto en las artes plásticas como en la literatura y la música, como expresión de una sociedad en constante cambio, una sociedad llena de inquietudes y deseos de innovación. Las exposiciones universales de París de 1889 y 1900 se convirtieron en su símbolo continental.
La Fundación Mapfre acaba de inaugurar la exposición Ignacio Zuloaga en el París de la Belle Époque, que abarca los años comprendidos entre 1889 y 1914, cuando el estallido de la Primera Guerra Mundial arrasó muchas cosas, entre otras la llamada Belle Époque.
Ignacio Zuloaga nació en el seno de una familia de armeros de Éibar, su padre fue un notorio artesano damasquinador en esta ciudad y su tío Daniel, el ceramista, hizo de Segovia su residencia y de la iglesia de San Juan de los Caballeros su taller y museo. Es una familia acomodada, lo que le permite viajar desde sus años de estudio con los jesuitas en Francia.
Desde el principio pertenece a dos culturas, la española y la francesa. A la temprana edad de diecisiete años participa en la Exposición Nacional de Madrid con el cuadro Un sacerdote rezando en una habitación antigua. Copia en el Museo del Prado obras de Velázquez y El Greco, dos de sus grandes inspiradores junto a Zurbarán, Ribera y Goya. A los dieciocho pinta sus dos primeras obras conocidas, Fuente de Éibar y El ciego de Arrate. Apenas cumplidos los diecinueve se va a Roma a estudiar a los pintores del Renacimiento y a finales de ese mismo año, 1889, se instala en París, en Montmartre.
El París de Zuloaga
París es la capital mundial del arte donde convergen artistas de toda Europa. Zuloaga contacta enseguida con Santiago Rusiñol, Ramón Casas, Francisco Durrio, Pablo Uranga, Anglada Camarasa, Henri de Toulouse-Lautrec, Jacques-Émile Blanche, Edgard Degas, Paul Gauguin y Maxime Dethomas, su futuro cuñado. Y poco después con Pablo Picasso.
Entre 1890 y 1899 viaja, se relaciona, estudia, pinta, expone por toda Europa y se casa con la francesa Valentine Dethomas, hermana de su gran amigo Maxime. Viaja a Andalucía en varias ocasiones, allí conoce a Émile Bernard. Expone en Le Barc de Boutville junto a simbolistas y nabis, entre otros Maurice Denis, Édouard Vuillard, Paul Sérusier, Pierre Bonnard, Toulouse-Lautrec y el que será su amigo de por vida Émile Bernard. En la Académie de la Palette en 1893 tendrá como mentores a Eugène Carrière y Pierre Puvis de Chavannes. Conocerá a Louis Anquetin y al escritor Maurice Barrès. Viaja por la Toscana con Santiago Rusiñol para estudiar el arte italiano en la Galería de los Ufizzi. Empieza a recibir premios. Sigue exponiendo, viajando y consolidando amistades.
En España vive entre Sevilla y Segovia. Zuloaga vive este retorno como una crisis personal vista desde el otro lado, desde el pintor que viene de la sociedad cosmopolita de París, pero que se mantiene fiel a sus raíces. Sus amigos Gauguin y Bernard viven sus crisis viajando; el primero a Haití, el segundo a Italia, pero Zuloaga necesita volver a España, para encontrar otra España. No es que a Zuloaga se le ocurra inventarse otra España; es algo que realmente está ahí.
Ahí pinta Mi tío y mis primas que más tarde será comprado por el gobierno francés para el Museo del Luxemburgo. 1898 es un año crucial para España por la pérdida de las últimas colonias del extinto imperio, lo que en los ambientes artísticos dará nombre a la Generación del 98. En ese año pintará el cuadro que en 1900 será objeto de polémica: Víspera de la corrida que será adquirido por Santiago Rusiñol. Decide presentarle a la Exposición Universal de París pero el comité español de selección lo rechaza por considerarlo como ‘obra tópica de una España atrasada’, a pesar de que dos años antes, en la Exposición de Bellas Artes e Industrias Artísticas de Barcelona había obtenido la Primera Medalla. Este hecho, que levantó polvaredas periodísticas, lejos de perjudicar al cuadro o a su autor le consagra definitivamente fuera de España. Casi paralelamente el cuadro se expone en Bruselas, en el Salon de la Libre Esthétique y es comprado a Rusiñol por el gobierno para los Museos Reales de la capital belga. En mayo de 1999 se casa con Valentine, después de cuatro años de amor. Sus padrinos de boda serán Émile Carrière e Isaac Albéniz.
Ignacio Zuloaga. Retrato de Émile Bernard. (1897/1901) Col. particular. Foto Juantxo Egaña. @Ignacio Zuloaga VEGAP Madrid 2017En los años del siglo XX representados en la exposición que nos ocupa, Ignacio Zuloaga ya es un pintor reconocido en toda Europa. Traba amistad con el poeta Rainer María Rilke y con el escultor Auguste Rodin. En ese mismo 1900 hace su primera gira internacional por Bruselas, Berlín, Colonia, Düsseldorf y Bilbao. En 1901 en la Exposición Internacional de Dresde obtiene la Gran Medalla de Oro. En los años siguientes se suceden las exposiciones europeas, los éxitos y los premios. En 1909 expone en la Hispanic Society of America treinta y ocho cuadros. Es su primera exposición en Estados Unidos a la que siguen exposiciones en Buffalo (Nueva York) y Boston. A lo largo de 1910 expone en México DF, Santiago de Chile y en Buenos Aires y a finales de ese año la Hispanic Society le otorga la medalla de Plata de las Artes y las Letras a su trayectoria.
La pintura de Zuloaga
De la pintura de Zuloaga de sus años Belle Époque, pueden decirse muchas cosas. Sintetizando, es una pintura realista, modernista, expresionista, fuertemente influida por el movimiento simbolista a lo largo de todo el periodo y casi siempre inspirada en los maestros españoles del siglo de oro, particularmente El Greco y Velázquez. Pinta en España para exponer fuera de España; pinta en Sevilla la claridad y la idiosincrasia andaluzas y en Segovia, la sobriedad y la dureza castellana. En París está de moda el exotismo español y los temas españoles, sobre todo los andaluces están presentes en la pintura, la música, la literatura. A lo largo de los años predomina el retrato, individual o colectivo, con paisajes o con grandes telones de fondo, con gamas cromáticas oscuras, claras, intensas o llenas de fantasía como en el retrato del violinista Larrapidi, al servicio de un efecto teatral. Está muy presente en su obra el cambio social tras su matrimonio con Valentine Dethomas, perteneciente a una familia de la alta burguesía, lo que le da acceso a los ambientes intelectuales y a los grandes salones artístico – literarios tan de moda en el París de finales y principios de siglo. Los retratos de la condesa Anna de Noailles y de Maurice Barrès con Toledo al fondo, ambos de 1913, son ejemplos paradigmáticos de su situación privilegiada.
La exposición
A la Fundación Mapfre le faltaba dedicar una exposición a Zuloaga para completar sus exposiciones de artistas de este periodo histórico. Zuloaga es uno de estos artistas españoles de finales del XIX que viaja a Paris, vive en París, se casa con una francesa y es muy aceptado por la sociedad parisiense. Pero en su obra persiste su doble cultura hispano francesa.
Ignacio Zuloaga, La Celestina 1906. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Foto Archivo MNCARSEl Zuloaga que se presenta aquí viene de toda Europa, de más de veinte museos y otras tantas colecciones particulares, porque su obra está muy repartida, testimonio de su éxito internacional. Zuloaga apenas expone en España porque aquí siempre fue víctima de un debate que nunca fue su debate, aquí no gustaba su modo de representar a España, se pensaba que la ridiculizaba. La muestra propone un concepto más amplio, el de un pintor que se incorpora a un debate europeo, a una imagen del mundo moderno, a un mundo donde cuenta la individualidad, a un mundo con unos valores y una relación directa con las nuevas realidades.
La exposición comienza con un autorretrato del pintor de 1908 que escapa a la cronología de fin de siglo con la que da comienzo y con el retrato de una bellísima joven andaluza de Alcalá de Guadaira, ejemplos de realismo con toque simbolista. El retrato de la muchacha posee una exquisita belleza cromática en tres tonos dominantes, blanco, amarillo y azul. Retratos familiares, el de su novia Valentine de 1895, sorprendentemente vestida de negro de arriba abajo, que parece tener frío, camina como si quisiera salir de un tétrico paisaje de fondo, y tras su cabeza una inquietante nube negra que parece querer envolverla. Lo único claro es su rostro, serio, con expresión asustada. Simbolismo puro, pero ¡caray! No es manera de pintar a la novia, que ni siquiera parece una chica joven. Contrasta con el maravilloso Mi padre y mi hermana en Paris de 1891, con la colina de Montmartre al fondo, en un día nublado, claro, un cuadro próximo al modernismo donde no falta la influencia simbolista. Los ya citados Mi tío y mis primas y Víspera de la corrida de 1898, ejemplos de austeridad castellana y estampa andaluza respectivamente. La cultura francesa está presente en el retrato de Amélie Élie, las muchachas de La carta y en Parisienses, elegantes en el barrio de Saint Cloud de 1900.
Interesantísimas las conversaciones entre cuadros y pintores. Ejemplo paradigmático, las Celestinas de Picasso y Zuloaga de 1904 y 1906 respectivamente. La azul picassiana es como la celestina de todas las Celestinas. La de Zuloaga en plano de fondo, detrás de una puerta acristalada habla con otra persona y en primer plano una prostituta semidesnuda y cansada. Parece más un burdel parisino de Toulouse-Lautrec que uno español. Conversaciones de bufones: el de John Singer Sargent, Retrato de un enano, cien por cien velazqueño y los de Zuloaga Retrato del enano Don Pedro y El enano Gregorio el Botero. Entra en esta conversación un Picasso de 1901, La enana, preciosa orgía de colorido y técnica puntillista en un tú a tú con La enana Doña Mercedes, un Zuloaga de 1899, que recuerda a la Maribárbola velazqueña.
Hay otras conversaciones pero aquí y ya para poner fin a esta exhaustiva descripción del background y contenidos del periodo de veinticinco años que abarca esta exposición, señalaré los retratos de la condesa de Noailles: de Jacques-Émile Blanche, un Estudio para el retrato de Anna de Noailles y el posterior Retrato de Anna de Noailles, ambos de 19l3, como el anteriormente mencionado de Zuloaga, sin duda mucho más atractivo y favorito de la condesa. Pero hay otro muy anterior de 1899 de Antonio de la Gándara, que es sin duda el de mejor estructura, estilo, originalidad y belleza de conjunto de todos. ¡Claro que también la condesa era catorce años más joven¡
Ficha de la Exposición:
- Zuloaga en el París de la Belle Ëpoque, 1889-1914
- Fundación Mapfre, Sala Recoletos, Paseo Recoletos 23, Madrid.
- 28 Septiembre 2017 a 7 de enero 2018
- Comisarios Pablo Jiménez Burillo – Leyre Bozal Chamorro
- Con apoyo excepcional del Musée d’Orsay de París