El Arbi El Harti: Utopía del desierto

El poeta marroquí El Arbi El Harti ha presentado en la Casa del Lector (Matadero Madrid) su poemario Utopía del desierto, una «elegía al amor» donde el desierto se convierte en «metáfora y seña de identidad».

Utopia-del-desierto-Portada El Arbi El Harti: Utopía del desiertoEn el acto, el 20 de mayo de 2014, intervinieron, además del autor, el escritor Ernesto Pérez Zúñiga, la coreógrafa flamenca María Pagés y el periodista cultural y crítico teatral de ABC Ignacio García Garzón. Los cuatro irían desgranando los versos de «Utopía del desierto» acompañados por la ambientación musical creada in situ por el chelista argentino Sergio Menem.

Pero antes debían presentarlo:

Para decirlo con palabras técnicas, en Utopía del desierto (ed. Celya), El Arbi El Harti convierte en «reflexión existencial» la intensidad «inabarcable» de la expresión amorosa, con el desierto como metáfora.

Pero todo iba muy frío y muy correcto hasta que le llegó el momento de hablar al protagonista. Por parte de sus presentadores, grandes elogios a él como amigo y como poeta, elogios que se trasladaban acto seguido a la poesía como el arte más excelso puesto que sobrevuela la realidad sin apenas tocarla, Unos versos muy bonitos, seguro, pero hacía falta insuflarles el soplo del que habían nacido y ello llegaría después de las intervenciones de sus tres presentadores, cuando le llegó el turno al autor.

Hasta entonces había sido un hombre extraordinariamente joven, casi anodino de puro sonriente, saludando desde la mesa a cada nuevo reción llegado (tenemos la costumbre de llegar tarde, ay, un viento helado sacude el ambiente a cada nueva entrada-paréntesis), nada que convirtiera aquel acto corriente en extraordinario.

Pero le llegó el turno de hablar y -por algo es animador cultural- empezó hablando de su padre, un anciano al nacer él, aunque luego viviría 102 años: «Yo nací cuando mi padre tenía 70 años. Mi padre era el abuelo y, por el contrario, tenía una legión de hermanos y hermanas que eran para mí padres y mis madres, y que querían dirigir mi vida, destrozarla. Mi padre, en verdad, no hablaba, era un viejo en un rincón al que nunca se le oía ni escuchaba. Tan sólo un día, viéndome angustiado y acosado por los otros, me agarró y me gritó zarandeándome: ‘Tú eres un hombre libre, un beduino del desierto, un saharaui que hará lo que quiera con su vida».

Ahora estoy aquí porque escribo en español y descubro que, 54 años después, yo soy mi padre (lo que quería mi padre que fuera, he recogido su legado al fin). Él quería llevarme a mis raíces porque él había subido del desierto hasta Asilah para construir su familia… Y el deserto era su raíz hacia mí.

Resumo apenas lo que fue sin duda la parte más emocionante de la velada y lo que dio verdadero valor y auténtica belleza a sus versos amorosos llenos de un erotismo luminoso y sencillo. «Como un milagro» en palabras de María Pagés.

El-Arbi-El-Harti El Arbi El Harti: Utopía del desierto
El Arbi El Harti

El Arbi El Harti, nacido en Asilah (Marruecos) hace 54 años, es catedrático de Literatura de la Universidad Mohamed V de Rabat y presidente del APAIUC, un centro universitario en el que se estudia y promociona la cultura y los derechos humanos.

Como especialista en el diálogo intercultural, ha dirigido y comisariado varios festivales marroquíes e hispano-marroquíes: Festival de Guitarra Iberoamericana de Rabat, Festival Lorca en Casablanca, Festival Alegría de Chauen.

Su libro Después de Tánger obtuvo el premio Sial en el 2003 y sus relatos han sido recogidos en antologías como La puerta de los Vientos, Inmenso estrecho o Entre dos orillas.

Nunci de León
Doctor en Filología por la Complutense, me licencié en la Universidad de Oviedo, donde profesores como Alarcos, Clavería, Caso o Cachero me marcaron más de lo que entonces pensé. Inolvidables fueron los que antes tuve en el antiguo Instituto Femenino "Juan del Enzina" de León: siempre que cruzo la Plaza de Santo Martino me vuelven los recuerdos. Pero sobre todos ellos está Angelines Herrero, mi maestra de primaria, que se fijó en mí con devoción. Tengo buen oído para los idiomas y para la música, también para la escritura, de ahí que a veces me guíe más por el sonido que por el significado de las palabras. Mi director de tesis fue Álvaro Porto Dapena, a quien debo el sentido del orden que yo pueda tener al estructurar un texto. Escribir me cuesta y me pone en forma, en tanto que leer a los maestros me incita a afilar mi estilo. Me van los clásicos, los románticos y los barrocos. Y de la Edad Media, hasta la Inquisición.

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