La necesidad de un nuevo impulso en la política iberoamericana de España se puso de manifiesto en la conferencia pronunciada por Celestino del Arenal en el Ateneo de Madrid el día 2 de noviembre de 2015, señala en este artículo Tomás Mallo, quien sostiene que quedó bien claro desde un primer momento que el conferenciante pretendía con ella elaborar una propuesta para elevar al próximo gobierno.
La política exterior española en general y la iberoamericana en particular han experimentado desde 2002 hasta el presente un proceso de declive que nos sitúa ante un escenario internacional e iberoamericano cada vez más problemático desde la perspectiva de los intereses de España.
El giro radical que experimenta esa política a raíz del alineamiento incondicional del gobierno popular de Aznar con la administración Bush, en 2002, que nos alejará de la mayoría de los países latinoamericanos, seguido de la prácticamente inexistente política iberoamericana del gobierno socialista de Rodríguez Zapatero, unido a la débil política iberoamericana del gobierno popular de Rajoy, ha traído como consecuencia que España haya perdido imagen, presencia y protagonismo político, que no económico, en América Latina y el Caribe y que cada vez cuente menos en la región.
Efectivamente, en 2002 se rompe el consenso y el alineamiento con el unilateralismo de la administración Bush trae consigo el desacuerdo con países europeos y latinoamericanos y el alejamiento de América Latina, lo que debilitará las Cumbres Iberoamericanas y la política iberoamericana en general.
Esta pérdida de perfil de la política iberoamericana continúa con los gobiernos de Rodríguez Zapatero, aunque por otras razones. Con la crisis, se pierde presencia a partir de 2008 y aunque se adopta una estrategia de liderazgo compartido que contribuye a poner en marcha la SEGIB y a organizar una interesante Cumbre Iberoamericana de Salamanca, el desinterés posterior del gobierno dilapida estos logros.
Mariano Rajoy con el Rey Juan Carlos en la Cumbre Iberoamericana de Cádiz en 2012
El gobierno de Mariano Rajoy, a pesar del esfuerzo de organización de la Cumbre de Cádiz y la negociación de la eliminación de visados de colombianos y peruanos para entrar en Europa, no ha logrado frenar dicho declive.
A esta situación han contribuido, también de forma significativa, los importantes cambios que se han producido en el escenario latinoamericano desde principios del siglo XXI: creciente heterogeneidad y división política y económica, mayor autonomía de las políticas exteriores, diversificación de las relaciones internacionales, renovación de los procesos de integración, creciente presencia de nuevos actores extrarregionales, entre otros, que han hecho que la región cada vez dependa menos de los actores extrarregionales tradicionales, como es el caso de España.
Es necesario revertir esta situación de declive de la política iberoamericana, insuflando un nuevo impulso a la misma. América Latina es una dimensión clave de la política exterior española, donde están en juego una parte sustancial de los intereses y de la imagen y peso internacional de España. Es indispensable que el nuevo gobierno que surja de las elecciones generales del 20 de diciembre se replantee de raíz la política exterior y de manera particular la política iberoamericana. Para ello es necesario la puesta en práctica de toda una serie de medidas, tanto en términos de relaciones bilaterales como en relación a las Cumbres Iberoamericanas, que vuelvan a hacer de España un referente en América Latina y el Caribe y a América Latina una dimensión esencial de su política exterior.
Entre dichas medidas sugerimos que sean consideradas las siguientes:
- Es indispensable para abordar la política iberoamericana partir de una política exterior global, que tenga en cuenta los retos sociales, políticos y culturales de la España actual, que utilice todos los poderes duros y blandos que estén a su alcance (poder inteligente), manteniendo el equilibrio entre intereses y valores, con un relativo margen de autonomía, articulando políticas transversales y adaptando el servicio exterior a las nuevas situaciones. Y naturalmente, ha de ser una auténtica política de Estado, basada en el consenso entre los principales partidos políticos.
- En ese marco, hay que redefinir la política iberoamericana, que exige una atención especial. Hasta el momento se ha dado por hecho que los lazos históricos y culturales eran suficientes para desarrollar la política iberoamericana, ahora ya sabemos que no, hay que dedicarle una atención especial por lo que sería conveniente formular un Plan Iberoamérica y la definición de planes de estrategia-país, prestando más atención a las relaciones bilaterales.
- Como parte de esa política iberoamericana, habría que trabajar para alcanzar un cierto liderazgo en las relaciones de la Unión Europea con América Latina; en otras palabras, impulsar una mayor iberoamericanización de la UE.
- De la misma manera, habría que trabajar para iberoamericanizar las propias Cumbres Iberoamericanas, en el sentido de consolidar un foro multilateral que sea realmente iberoamericano, para lo que será muy importante el desarrollo de las relaciones bilaterales con los países que participan con las mismas.
En suma, el nuevo gobierno debe tener una voluntad clara de impulsar la política iberoamericana y para perfilar la misma, es fundamental el consenso entre los principales partidos políticos españoles.
En el debate que siguió a la conferencia se ratificaron casi todas las cuestiones afirmadas, poniéndose de manifiesto la diferencia de la política iberoamericana de España que practicaron los gobiernos de Felipe González con el ministro Francisco Fernández Ordoñez, con la que practicaron los gobiernos posteriores. La política exterior es un reflejo de la política interior y la fragmentación y los enfrentamientos de los partidos políticos han dado al traste con aquella exitosa política iberoamericana.
Desde el proyecto “América en la conciencia de la España actual”, desarrollado por la Sección Iberoamericana del Ateneo de Madrid, entendemos además que un nuevo impulso de las relaciones con América Latina es indispensable para el futuro de España.