En Coruña, Suso y Manuel, dos padres de familia en la cincuentena y amigos de toda la vida, se encuentran sin trabajo y sin dinero. Cuando la situación es prácticamente insostenible se produce el milagro: en un día de pesca se encuentran un paquete con diez kilos de cocaína. Los amigos deciden comenzar a vender la droga para conseguir salir de la miseria. Pero el dilema moral no es su único problema: ¿qué saben ellos del mundo de los dealers y los consumidores?

Mejor intencionada que resuelta, la película parece que va a abordar el más que delicado tema de los parados “seniors” españoles que, junto a los jóvenes que todavía no han conseguido estrenarse en un trabajo, forman el grueso de ese 27% de la población que ha echado el cierre al futuro. Pero solo lo parece, porque luego se dedica a la anécdota del hallazgo y el intento de venta de la droga. La secuencia cumbre de la película es el “momento Padrino”, cuando los protagonistas irrumpen en la fiesta de cumpleaños del capo que va a comprar la mercancía.
Al final, los amigos y compinches de Somos gente honrada vuelven a su rutina de matar el tiempo saliendo a pescar e inventando la vida que querrían, comprando en la lonja la lubina que no han pescado.



