Un montón de cobardes

Modelo de Estado es una frase hecha que en boca de los políticos pocas veces tiene sentido. Tener un modelo de estado no es otra cosa que tener un plan y un objetivo y, transmutadas las palabras pero no sus semas, es fácil ver quién tiene un plan y quién no.

Yo veo que Albert Rivera y Pablo Iglesias tienen una idea clara de hacia donde quieren que vaya el país. Ambos tienen sus respuestas para todos y cada uno de los temas de estado y sociedad que se les plantean. También tienen Plan y Objetivos UPyD e IU y hay dos partidos –qué curioso: los que siempre han tenido garantizadas las habichuelas parlamentarias- que ni lo tienen, ni saben de qué hablo ni se les espera, uno por incapacidad mental y el otro porque hay tantas familias y recovecos internos que han optado entre todos por elegir a un maniquí guapetón y sin discurso –hombre, no es la Lomana, a qué engañarnos, aunque aún veremos a Belén Esteban de número dos por el PP- que permita aclarar las aguas hasta que Susana Díaz pueda gobernar el partido sin oposición madrileña.

Mariano Rajoy, un hombre tan mediano como mal preparado; un tipo asustadizo, seguidista, tan ralo de ideas como de sensibilidad, ni puede ni quiere ni es capaz de tener un modelo de estado, ni de país, ni de sociedad y se ha pasado cuatro años escondiéndose de la realidad, de la putrefacción que ha permitido y alimentado y buscando el sol que más calienta. Ahora, cuando tenemos una guerra en ciernes contra unos brutos asesinos que cortan cabezas y degüellan personas en vivo y en directo; que se cuelan entre nosotros asesinando ciudadanos en una disco o entrando a sangre y fuego en una sinagoga, este bueno para nada no es capaz der dar la talla y se vuelve a poner de perfil cuando Francia reclama ayuda para acabar con Daesh.

Yo odio la guerra, pero odio más a los cobardes y Rajoy es uno que no está teniendo empacho en ponernos en riesgo a españoles, franceses y resto del planeta solo por cálculo electoral porque alguno de los gurús que le acompañan, Mister Bean, el Pato Lucas y el espectro de Al Capone, le han dicho que si apoya a Francia perderá votos el 20D. Excusas de mal pagador.

No sé qué decidirá la ciudadanía en tal fecha –espero por mis hijos, por mi país y por la humanidad que este hombre se vea obligado a retirarse a Santa Pola, a Rías Baixas o a Timbuctú si cuadra- pero me parece infame dejar de tomar una decisión tan importante como esta solamente porque ha calculado que asumir la propia responsabilidad como gobernante de una nación le puede costar cuatro escaños dentro de un mes. Esto en el contexto de un partido que baraja interna y públicamente que va a perder 50 escaños.

En castellano antiguo, eso se llama Dejación de Funciones. Albert Rivera y Herzog se han decantado desde el minuto uno por apoyar a Francia y a Europa sin fisuras; Iglesias y Garzón piden un utópico y nada práctico referéndum y este hombre solo dice que no se sabe, que ya veremos, que no es el momento, que vuelvan todos ustedes mañana.

¿Cuál es el modelo de país que pretende el PP? Ni se explicita en sus documentos ni en sus palabras. Decidir no es no tomar decisiones sino ser capaz de asumirlas de acuerdo a un plan global. Apoyar a Francia supone asumir riesgos, sí, pero no son del calibre que supone vivir de rodillas acogotado por miedos infantiles: si nos ponemos de perfil verán nuestra[su] debilidad y atacarán inmisericordes.

Cuando no se tiene más objetivo que mantener el entramado de caciques, clientes, hipotecas y carguetes cualquier organización acaba maniatada y pierde la perspectiva porque su esencia se diluye en el miedo: mi país no es un país de cobardes, de llorones, de medianías acomodaticias cuya política es la del camarón dormido en la corriente; ese es el país en que desde diciembre 2011 nos está convirtiendo el gobernante menos gobernador de nuestra historia. Echémosle ya y obliguemos democráticamente a este partido a reconvertirse en una institución útil a la sociedad o desaparecer.

Manuel Pascua
Analista político y económico. Mis armas son las palabras y mi razón mis convicciones. Me gustan los números y la economía a la que, sorprendentemente, hasta entiendo. Sé que hay otros caminos para nadar las aguas negras de la vida y que el que nos imponen -comer basura, tragar inquina y vaciarnos los bolsillos- es el resultado de mezclar ineptos gobernantes con espabilados banqueros. Soy filólogo, soy letraherido y he vivido en Suiza, en Inglaterra y en Colombia. En España he vivido en Barcelona, en Madrid, en San Sebastián y en Cádiz y mi alma y mi carácter son castellanos: seco y claro, aunque con un sentido del humor ácido y las más de las veces corrosivo cuya primera víctima soy yo y la segunda la realidad estrambótica que me rodea. Mi ley es la opinión y prefiero construir a destruir, sumar a restar, el ruido al silencio, la furia a la calma del camarón dormido en la corriente. Amo nuestro siglo de Oro y no creo que otro mundo sea posible: estoy absoluta y completamente seguro de que es así.

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