Sharjah, miércoles 19 de junio de 2013
Que nuestras culturas y costumbres difieren de las del mundo árabe es una obviedad, también aquí en los Emiratos Árabes Unidos (EAU). Pero hay una de éstas que compartimos: las moles comerciales. Los veo durante nuestros traslados. Grandes, enormes, llenos de tiendas, modernos o tradicionales. De cristal o de arquitectura típica árabe.
Comencemos. Hoy amanece con menos calor, menos humedad en el ambiente, menos calima y más visibilidad. El coche nos espera a la puerta del hotel. Ocho de la mañana, dos horas menos en España. Por delante 170 kilómetros hasta llegar a la capital de Sharjah, al-Shariqa, en árabe الشارقة
No es la primera visita del día pero si la que más me impresiona. Nos espera Mrs. Ulrike Al Khamis, alemana, asesora del museo islámico en este emirato. El edificio es un tanto peculiar, igual a otros que hemos visto en nuestro recorrido en coche por la ciudad, pero los otros no son museos. Dentro, antes de cualquier explicación sobre lo que vamos a ver, y tras el saludo en castellano de Ulrike, la sorpresa.
En el centro de muchas ciudades de occidente, los grandes centros comerciales han expulsado de sus edificios tradicionales a cines, teatros y espacios culturales. Aquí es lo contrario. ¿He entendido mal la explicación? ¡No! El museo islámico de Sharjah ocupa, y no a la fuerza, el espacio dejado por un centro comercial. Las tiendas se han convertido en salas de exposiciones. Las vitrinas y escaparates han dejado paso a artefactos y piezas que ilustran la historia de esta religión.
En una de las salas, quién sabe si donde antes se amontonaban alfombras persas, pañuelos indios o joyas de oro macizo, hay un enorme tapiz, pero no para su venta, sino para ilustrar a los visitantes cómo son los que acompañan al enorme brocado negro que recubre la Kaaba (que en árabe significa «dado» o «cubo»), la casa de Dios (Bayt Alláh) para los musulmanes, dentro de La Meca.
En el primer piso, en una de las entradas, Ulrike tiene reservada otra sorpresa. Es la maqueta de un edificio muy singular y especial para el mundo árabe durante siglos, en al-Ándalus. Está al pie de una montaña. Su forma, sus patios, su arquitectura me son familiares. Los busco, pero no los encuentro. No hay leones custodiando la fuente, pero sí, es la Alhambra.
También aquí, en lo que pudo ser una tienda de bisutería y que se ha convertido en un taller de cerámica, la vemos a ella, sin nombre, con una sonrisa radiante. Nos explica que llevan días trabajando la arcilla. Ella no oculta su rostro. Perdonarme pero sería un pecado. En cambio, otra de las alumnas apenas deja ver sus ojos, siguiendo los movimientos de sus manos que dan los últimos retoques de su obra.
Horas antes y ya con la compañía de nuestros 40 grados, la mañana comienza en Sharjah con la visita al museo arqueológico. Es el tercer emirato en extensión, y el único en tener costas tanto en el golfo Pérsico como en el golfo de Omán. Los 17 museos con los que cuenta Sharjah hacen que esté considerada por la Unesco como la Capital Cultural del Mundo Árabe.
Aquí descubrimos que históricamente fue una de las poblaciones más ricas de la región, establecida en asentamientos de más de 5.000 años de antigüedad y el rastro de los primeros humanos que llegaron desde África sembrando de artefactos, los suelos de los emiratos. Los vestigios romanos y más tarde los asentamientos autóctonos. La importancia de los camellos y los caballos árabes engalanados y que llegaron hasta la península. Las diferentes costumbres funerarias.
Nawar y Maitha no solo son dos bellos jóvenes rostros. Representan a la Sharjah Art Foundation. Preparan una propuesta interesante para después del verano. El objetivo las personas de todas las nacionalidades que viven en los Emiratos Árabes Unidos. Animan a todos para hacerles llegar instantáneas que compondrán una exposición fotográfica titulada Vantage Point Sharjah, programada del 7 septiembre a 7 diciembre de 2013, que podrá verse en uno de los espacios de arte recién inaugurados de SAF en Al Mureijah.
Quién sabe, probablemente la visitaré personalmente en esas fechas y quizá, porqué no, veré colgada de alguna de las paredes una de mis fotografías. Soñar es gratis.
La intensa mañana termina en un lugar donde el calor se sobrelleva mejor. Un canal atraviesa la Kasbah del emirato. A uno y otro lado un parque de atracciones, cerrado, imagino, hasta que el bochorno desaparezca.
Nos saluda una de las cientos de mezquitas diseminadas por la ciudad, que parece jugar con la modernidad mirando de reojo para no ser aplastada por el cristal y el hormigón.
En una de las riberas un restaurante. Se acabo la prisa, hay que dejar paso al sosiego, las bromas, los comentarios sobre lo vivido y aprendido y sobre lo que toca, la apetitosa y diversa gastronomía libanesa considerada, nos cuentan, como una de las dietas más saludables en el mundo. Pan árabe tradicional, chato y redondo, que hace las funciones de tenedor y cuchara. Laban, comida parecida al yogurt que es la base de muchos de los platos libaneses y que está hecha de leche y yogurt.
Brochetas de pollo y de Kofta, cordero asado al carbón, el conocido Tabule, ensalada con hojas de la menta y del perejil. Hummus, un puré de garbanzos y pasta de sésamo, aperitivos y unas cuantas cosas más que no os cuento para no aburrir. Todo acompañado con una bebida que quita la sed instantáneamente, el jugo de limón y menta, deliciosa.
El colofón, la última “actividad” del día, antes de regresar a nuestra base de Abu Dhabi, el tea time. Sin movernos de la Kasbah, a las orillas del agua, mirando de reojo, una reunión de importantes hombres de negocios, en una mesa cercana. Turismo y negocios. Seña de identidad cada vez más acentuada en los Emiratos.
De regreso atravesamos Dubai. Volvemos a divisarlo. Mañana sí, mañana es el día en el que subiremos al “techo del mundo”.
Enlace:
Cuaderno de bitácora de Javier Barrio en los Emiratos Árabes Unidos