Gran Premio del Jurado y Premio FIPRESCI del Festival de Cannes 2017, “120 pulsaciones por minuto” [1], dirigida por Robin Campillo, es una emocionante película sobre las acciones que, al comienzo de los años 1990, llevaban a cabo los militantes del grupo Act Up-París –conformado mayoritariamente por enfermos- en su intento de centrar el foco sobre la realidad del Sida y presionar al gobierno para obtener visibilidad y ayuda en aquellos años, cuando los laboratorios mantenían en secreto sus descubrimientos para apurar al máximo los beneficios, y los enfermos seguían muriendo a consecuencia de una inmunodeficiencia que se presentaba en forma de neumonía o sarcoma de karposi.
Particularmente en Francia, aunque también en otros lugares, junto a los afectados por VIH y los enfermos de Sida procedentes de las relaciones sexuales en grupos de riesgo (mayoritariamente homosexuales y dorgadictos), hubo otros grupos de enfermos –así como sus familias- que se sumaron a esa lucha: los hemofílicos y quienes en transfusiones de sangre contaminada contrajeron el VIH o la hepatitis C; un asunto social y judicial que afectó a varios países europeos y se arrastró durante las décadas de 1980 y 1990.
La asociación Act Up París, que nació en 1989 y en la que militó el director de esta película, tenía como objetivo luchar contra la indiferencia de las instituciones y, sobre todo, enfrentar a la sociedad francesa con esa realidad desconocida, o voluntariamente ignorada, mediante debates informativos, manifestaciones, operaciones “coup de poing” (la expresión tiene mala traducción al castellano, “puñetazo”, choque, irrupciones breves, puntuales e inesperadas), y también fiestas e historias de amor marcadas por la inminencia del punto final.
Sobre Act Up, y otras asociaciones de lucha contra el Sida se han escrito libros y se han hecho anteriormente documentales y películas testimoniales; esta es la primera vez que se contempla el problema desde una obra de ficción centrada en un momento concreto de la historia de la lucha contra el Sida. Desde entonces, la enfermedad ha ido remitiendo, los tratamientos han mejorado mucho y ya no tienen tantos efectos secundario y, aunque lejos de estar erradicada, al menos ya no mata casi inexorablemente como entonces, y la esperanza de vida de estos enfermos ha aumentado en más de veinte años.
“120 pulsaciones por minuto” es una película coral, un retrato de grupo lleno de protagonistas que cumplen a la perfección con los personajes que les han cabido en suerte, atravesado de principio a fin por la idea de la muerte, y también de la vida que se expresa en la rabia, el deseo de vivir y la esperanza con que todos esos militantes combaten a una sociedad en la que mandan las multinacionales farmacéuticas y las grandes transnacionales de los seguros.
Es también una película muy hermosa de amor y guerra, que individualiza lo que fue una tragedia colectiva a través de un corazón militante; un fresco que emociona y del que recordaremos algunas escenas palpitantes, como esa visión del Sena teñido de rojo, “París atravesado por un río rojo vivo, arteria contaminada de un cuerpo social impotente ante la enfermedad que se propaga” (L’Obs).
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Estreno en Francia: “120 pulsaciones por minuto” de Robin Campillo