Reciente ganadora de dos Globos de Oro: a la mejor película y al mejor director, el británico Sam Mendes (“American Beauty”), «1917» es una historia épica que transcurre durante la Primera Guerra Mundial.
Un puñado de excelentes actores: George MacKay (“Captain fantastic”); Dean-Charles Chapman (“Juego de tronos” TV), Mark Strong (“El caso Sloane”), Andrew Scott (“Sherlock”), Richard Madden (“Rocketman”), Colin Firth (“El discurso del rey”) y Benedict Cumberbatch (“Star Trek: en la oscuridad”); encabezan el reparto de un fresco histórico que transcurre por las cenagosas trincheras de la última película de un conflicto que acaba de cumplir cien años.
Atrapados en el crudo invierno de la Primera Guerra Mundial, Schofield y Blake, dos jóvenes soldados británicos, reciben el encargo de una misión a todas luces imposible. Portadores de un mensaje destinado a impedir un ataque devastador y la muerte de un regimiento de 1600 soldados, entre los que encuentra el hermano mayor de Blake, teniente en otra compañía, se lanzan tras las líneas enemigas en una auténtica carrera contra reloj.
Sobre la base de una historia que le contó su abuelo, Alfred Mendes, quien combatió durante dos años en Flandes durante la Gran Guerra, «1917» es un relato de guerra con la particularidad de que se ha montado como si se tratara de un único plano-secuencia, peculiaridad que la consagra como una de las grandes películas de guerra de los últimos años, y a nosotros nos mete de lleno en una aventura intensa que tiene dos metas: la supervivencia y el heroísmo.
De ver «1917» se sale como si se hubieran vivido realmente las escaramuzas con los alemanes –tan perdidos como los británicos- en esos parajes donde todo, hasta el llanto de un bebé, parece llegar envuelto en el gris sucio de la trinchera anegada.
Con unas imágenes impresionantes, una magnífica interpretación de los dos jóvenes soldados británicos, y una historia cargada de detalles que se aguantan con dificultad, esta película que no dejará a nadie indiferente es, aunque no lo pretenda, un homenaje al soldado desconocido, un reconocimiento de la odisea que vivieron miles de europeos en los albores del siglo XX, cuando la guerra era cosa de trincheras cenagosas, objetivos qu se movían, misiones equivocadas y lucha cuerpo a cuerpo. Y es también, pretendiéndolo, una denuncia de la inutilidad de las guerras.
Tras la opción de una cámara que sigue a los personajes en tiempo “casi real”, «1917» no puede verse como un espectáculo clásico: hay que planteárselo como una historia de supervivencia extrema –una especie de cruce entre “The Revenant” y “Salvar al soldado Ryan”-, visceral y llena de sensaciones.
Uno de los aspectos más fascinantes de «1917» es su extremada precisión histórica, que se refleja en la elección de los menores detalles en la ropa, en los botones de los uniformes o en suelas de las botas, así como la apasionada entrega de los dos jóvenes soldados George McKay y Dean-Charles Chapman: sabemos que incluso sucios, perdidos o realmente heridos, seguirían interpretando unos personajes que se han apoderado de ellos como en el mejor juego de vídeo imaginable, para lo cual Sam Mendes se ha apoyado en la habilidad de un gran operador, Roger Deakins, Oscar a la mejor fotografía por “Blade Runner 2049”-; juntos han conseguido otro punto de vista sobre la Gran Guerra, un excelente trabajo en lo que puede ser “la película del invierno de 2020”