El año 2016 ha comenzado con informaciones encontradas sobre la recuperación económica que indican los datos macroeconómicos y la desigualdad social que ponen de manifiesto las encuestas de múltiples organizaciones sociales, mezcladas con datos parciales aportados por diversos colectivos que tienen visiones diferentes sobre el momento económico y social que se vive en España y en su entorno europeo.
Así nos encontramos con las previsiones de crecimiento que hacen el Banco de España o el Fondo Monetario Internacional, datos que sirven para argumentar que en España se sale de la crisis, confrontados con las cifras del desempleo, que se mantienen en cotas muy altas y que apuntan a una desigualdad social que aumenta mes a mes, por la caída de los salarios y por la precariedad de los contratos de trabajo.
En paralelo, encontramos en momentos concretos declaraciones de dirigentes sociales que se aferran a los datos que les parecen más favorables para respaldar sus respectivas posiciones. Tenemos un ejemplo en las conocidas “rebajas de enero”, en la que las patronales empresariales y del comercio pronostican un incremento de las ventas, aunque no pueden garantizar que una mayor facturación suponga mayor beneficio, debido a las reducciones del precio de venta al público al que se ven obligado por la dura competencia que se ha creado.
Los jóvenes aprovechan las rebajas para renovar el fondo de armario. Foto: Ralf Maassen / 123RFPero lo que es indudable es que las calles más comerciales de las ciudades se han visto de nuevo en estos días navideños y de Reyes que han pasado llenas de personas con bolsas de las marcas y franquicias, y que las cadenas de televisión que sacaban las cámaras a esos centros comerciales recogían declaraciones más optimistas que en años anteriores y más decisión en el gasto.
Según diversos expertos en consumo, esta “alegría” en la disposición a comprar y hacer regalos se debe a que las entidades financieras tradicionales han comenzado de nuevo a distribuir tarjetas de crédito, confiadas en que las familias ven más seguro el poder llegar a fin de mes sin números rojos, y a que también han aparecido muchas alternativas de conseguir préstamos de dinero gracias a los minicréditos, que permiten adelantar pagos o resolver problemas momentáneos de liquidez que hasta hace pocos meses suponían verdaderos quebraderos para muchas economías familiares.
Hoy en día es difícil encontrar una billetera personal en la que no estén situadas junto a la Visa o la MasterCard las tarjetas de fidelización de grandes comercios o de cadenas de marcas que permiten comprar y diferir el pago a fin de mes o incluso financiar a varios meses con costes mínimos, ya se trate de un electrodoméstico, de un viaje o de un regalo especial de boda.
Pero es evidente que las personas que recurren a las tarjetas de fidelización pierden su independencia como consumidores para elegir el producto o servicio que más les interese en la mejor oferta económica, que no siempre es la de las grandes marcas o centros comerciales, que precisamente pueden financiar por vender a precios con márgenes superiores de beneficio.
En un ejemplo reciente que se publicó también en periodistas-es.com, se veía como un minicrédito, a pesar de que todavía tienen costes altos de gestión, resultaba más económico que una financiación en una gran superficie, debido a la posibilidad de elegir libremente al profesional que llevaría a cabo la instalación.
Tenemos que esperar ahora a que las leyes del mercado obliguen tanto a los centros comerciales como a las nuevas empresas de minicréditos, a entrar en competencia de márgenes para afinar en los costes finales para los usuarios.