Evocación del poeta herido por el rayo de la guerra civil
Durante los últimos días de la guerra civil española, cuando todo estaba perdido para la Republica, los antifranquistas buscaban una salida para no caer en manos del ejército fascista. Como muchos civiles y milicianos, los intelectuales y artistas pro-republicanos buscaron la salvación en el exilio.
A muchos se les facilitaron pasaportes y visados, y se pusieron a su disposición medios de transporte. El poeta Miguel Hernández quedó descolgado de aquella fuga masiva, no hubo para él ningún avión ni pasaporte de última hora y buscó la salvación en una fuga imposible a Portugal, a pie, solo y sin recursos. A los pocos días de cruzar la frontera los guardias del dictador Oliveira Salazar lo detuvieron y lo entregaron en Rosal a la guardia civil.
Lo trasladaron a Huelva y de allí a Madrid, donde fue internado en la cárcel de Torrijos con otros 2500 reclusos. Estuvo preso hasta el 15 de septiembre de 1939, cuando fue puesto en libertad gracias a las gestiones de José María de Cossío, con quien había colaborado en la redacción de la enciclopedia taurina. Se trasladó entonces a Orihuela para reunirse con su familia, en vez de aceptar el ofrecimiento de la embajada de Chile para exiliarse. Algunos oriolanos que lo conocían lo denunciaron y a los pocos días fue detenido de nuevo. Condenado a muerte, recorrió varias prisiones (fue en la de Conde de Toreno en Madrid donde Buero Vallejo le hizo su famoso retrato) hasta ser trasladado a la del Reformatorio para Adultos de Alicante, donde pasó los últimos días de su vida, enfermo y esperando que lo trasladaran a un sanatorio antituberculoso.
Se le ofreció el tratamiento si renunciaba a sus ideas, a lo que se negó, y murió el 28 de marzo de 1942, víspera del domingo de Ramos.
Orígenes ideológicos y sociales
En los años treinta el municipio de Orihuela era un reducto ultraconservador cuyos ciudadanos presumían de un activismo religioso en defensa del catolicismo más reaccionario. Miguel Hernández fue educado en este ambiente y dio sus primeros pasos en el ámbito de un catolicismo fascistoide influido por su amigo íntimo José Ramón Marín Gutiérrez (Ramón Sijé), quien dirigía la revista católica “El Gallo Crisis”, y por el sacerdote Luis Almarcha, quien con el tiempo se convertiría en uno de sus verdugos.
En 1931 Miguel Hernández publicó su primer libro, “Perito en lunas”, y viajó por primera vez a Madrid. En la capital hizo amistad con Vicente Aleixandre, quien le introdujo en el mundo literario, y con Pablo Neruda, quien orientó su pensamiento político hacia el comunismo. De su grupo sólo él supo lo que es pasar hambre en un Madrid cuyas calles recorría buscando editor para los versos que llevaba en una carpeta bajo el brazo.
Sorprende que García Lorca no simpatizase con su personalidad, un tanto tosca, y no sintiese aprecio por su obra. Encontró mejor acogida en el pintor Benjamín Palencia, en Maruja Mallo (de quien se dice que fue amante) y en María Zambrano. Esta última escribía (“Presencia de Miguel Hernández”. El País 9-7-1978): “Y toda aquella ‘pléyade de poetas’ que lo acogió como mejor podían, con la excepción de un poeta prometido al ‘sacrificio’ en modo fulgurante, que experimentaba una especie de ‘alergia’ por su presencia personal”. Aunque le hicieron entrevistas en “La Estampa” y “La Gaceta Literaria” no consiguió hacerse hueco en un ambiente intelectual muy competitivo y regresó a Orihuela.
En 1934 viajó de nuevo a Madrid. Bergamín le publicó entonces algunos poemas en su revista “Cruz y Raya” y fue cuando José María de Cossío lo contrató como colaborador en “Los toros”, la enciclopedia taurina de Espasa Calpe. Colaboró también en las Misiones Pedagógicas organizadas por el gobierno republicano. En 1936 publicó su segundo poemario, “El rayo que no cesa”, que mereció una elogiosa crítica de Juan Ramón Jiménez en “El Sol”.
La imagen de pastor poeta sin beneficio ni formación ha quedado un tanto desmitificada, pues su padre había sido un tratante de ganado y aunque durante algún tiempo el poeta tuvo que pastorear un rebaño propio no era ésta su principal dedicación. Autodidacta y lector omnívoro, Miguel Hernández fue a la escuela sólo hasta los 14 años y la abandonó porque su padre, autoritario y analfabeto, quería que se ocupara del negocio de las cabras. Mantuvo siempre grandes diferencias con su padre, opuesto a su vocación de poeta, que no lo visitó nunca en la prisión en la que agonizaba de neumonía y tuberculosis. Ni siquiera asistió a su entierro y cuando se le preguntó sobre la suerte de su hijo, dicen que su único comentario fue “él se lo ha buscado”.
Guerra y poesía
Miguel Hernández se alistó en el Partido Comunista de España ya iniciada la guerra civil y combatió en el célebre Quinto Regimiento a las órdenes de Valentín González ‘El campesino’. Después pasó a Propaganda del Ejército Rojo y a la Sexta División. En agosto de 1937 visitó la URSS con el músico Casal Chapí, el dibujante Miguel Prieto, la actriz Gloria Santullano y el periodista Francisco Martínez Allende, quienes representaban a España en el V Festival de Teatro Soviético. A su regreso, a su paso por París, Alejo Carpentier lo grabó recitando “La novia del aldeano”, único registro que se conoce de la voz de Miguel Hernández.
Durante la guerra civil participó de forma muy activa en la defensa de Madrid. Cavó trincheras en el frente, donde convivió con soldados y milicianos, y recitaba a la tropa sus poesías llenas de belleza, emoción y rebeldía. Su faceta de poeta comprometido se manifiesta sobre todo en “Vientos del pueblo. Poesía en guerra” y “El hombre acecha”. La edición de este último fue destruida por el gobierno franquista. Sólo se salvaron dos ejemplares, a través de los que pudo editarse de nuevo en 1981. Se enfrentó a Alberti y María Teresa León a causa del ambiente festivo, el lujo y la abundancia de alimentos que se encontró en los salones de la sede de la Alianza de Intelectuales Antifascistas en los primeros meses de 1939, ante cuyo derroche no pudo ocultar su indignación mientras él y otros combatientes con hambre y frío se jugaban la vida en las trincheras.
En plena guerra, marzo de 1937, se casó con Josefina Manresa, costurera, hija de un guardia civil asesinado por milicianos republicanos. Tuvieron dos hijos, uno de ellos murió a los diez meses de vida. A la muerte de Miguel Hernández Josefina fue presionada para que entregara al Estado franquista los manuscritos del poeta, a lo que siempre se negó. Lo cuenta en “Recuerdos de la viuda de Miguel Hernández”, su libro de memorias publicado en 1980 por Ediciones de la Torre.
Una obra entre el amor, el dolor y la muerte
Miguel Hernández está considerado como el poeta de la resistencia antifranquista y el fundador de una poesía de fuerte acento social, influida por el modernismo y la Generación del 27. Su primera poesía es la más compleja lingüísticamente, con claras influencias de Garcilaso de la Vega, San Juan de la Cruz, Góngora, Rubén Darío y Juan Ramón Jiménez.
Su “Obra poética completa” anotada por Leopoldo de Luis (quien fue su amigo en vida) y Jorge Urrutia, fue publicada originalmente por la Editorial Losada en Buenos Aires en 1960. Cuando se editó en España en 1976 por Zero-ZYX su éxito fue enorme. En 1982 se incorporó al catálogo de Alianza Editorial cuyas sucesivas reediciones la han convertido en la mejor y más completa hasta el momento.
Obra de Miguel Hernández
Poesía
- “Perito en lunas” (Murcia. Sudeste, 1934)
- “El rayo que no cesa” (Madrid, 1936)
- “Viento del pueblo (Valencia, 1937)
- “El hombre acecha” (1939)
- “Cancionero y romancero de ausencias”
Prosa
- “El torero más valiente. Tragedia española
- “La tragedia de Calisto”
- “Epistolario”
- “Cartas a Josefina” (Alianza Tres, 1988)
En 1986 el catedrático Jesús de Riquelme publicó textos inéditos en la revista Canelobre con el título “Apócrifos y hallazgos bibliográficos sobre Miguel Hernández 1919-1942”. Ese mismo año la Diputación de Alicante presentó “22 sonetos inéditos de Miguel Hernández”, algunos publicados en la revista “Vuelta” de Octavio Paz.