Después de la misión de seguimiento del asteroide 2024 YRA, estamos orbitando de nuevo la Tierra. Podemos confirmar después de las observaciones y mediciones hechas que el riesgo de impacto con nuestro planeta es prácticamente nulo, aunque mediante los telescopios espaciales Hubble y Wood, y toda la red terrestre, se seguirá vigilando, como a tantos otros asteroides que puedan significar una amenaza.
Al estar tan cerca de la Tierra la teletransportación se hace más fácil y llevadera. Tenemos autorización para bajar unos días y eso hemos hecho, cada cual aprovechará el tiempo a su manera. Si por estas fechas estoy en mi ciudad suelo acudir, procurando estar en segundo plano, a las manifestaciones del 8 de marzo.
El 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer. Fue adoptado ese día por la Asamblea General de la ONU en 1977, pero ya se venía celebrando desde algunos años antes por los colectivos de mujeres. Es un movimiento que se origina en Europa, se suele señalar que sus inicios hay que buscarlos en la Revolución Rusa de 1917, el 8 de marzo de ese año (23 de febrero según el calendario juliano que se utilizaba en Rusia) ese día las mujeres se declararon en huelga pidiendo pan y paz, unos días después el zar abdicó y el gobierno provisional concedió a las mujeres el derecho al voto, según se recoge en la página oficial del Ministerio de Igualdad.
Lo cierto es que desde hace al menos cincuenta años este día se celebra en todo el mundo con manifestaciones, actos, asambleas, conciertos,… y aunque se ha avanzado mucho, las reivindicaciones siguen siendo las mismas porque las desigualdades también lo siguen siendo. También, por supuesto, es un día reivindicativo contra la violencia machista que no cesa.
Las manifestaciones de ayer fueron multitudinarias en muchas ciudades españolas, pero no lo son como las de años anteriores y ello es debido, creo, a la división que ha surgido en el movimiento feminista a causa de los conceptos de transfeminismo principalmente. Asunto importante que hay que abordar desde la sensatez, la empatía y la pedagogía, pero no se sostiene la división, entre otras razones, porque está debilitando al movimiento feminista en unos momentos en los que están en juego todos los avances conseguidos y por conseguir.
Efectivamente, la ola reaccionaria ha puesto uno de sus focos en los derechos conseguidos, no sólo para los colectivos LGTBIQ+ (espero haberlo puesto bien) sino también en los de las mujeres, en las leyes de igualdad, de lucha contra la violencia de género, llegando incluso a negarla y ningunearla; las leyes de equiparación salarial, de discriminación positiva, de ayudas, de espacios de seguridad, de pisos de acogida para mujeres maltratadas, derecho al aborto…
Es tanto lo que está en juego que los diferentes puntos de vista aun siendo importantes no deberían, nunca, cuestionar la unidad de acción.
Hace pocos años el ambiente que se respiraba en las manifestaciones del 8 de marzo tenían un marcado carácter festivo, además, cómo no, reivindicativo. Pero la sensación era de que el avance era imparable, que la igualdad y el respeto estaban al alcance de la mano.
Ahora, sin embargo, mi sensación es de pesar, de miedo a perder lo conseguido, de la inminencia de un retroceso catastrófico para todos, pero sobre todo para todas las mujeres y los colectivos LGTBIQ+, y eso no lo podemos permitir, por eso tiene que volver la unidad y por eso los hombres tenemos que seguir acompañando a las mujeres en esta justa lucha.