Gabriela Amaya [1]
El 15 de marzo de 2018 murió de una parada cardiorespiratoria -según fuentes oficiales- el senegalés Mame Mbaye en el popular barrio de Lavapiés, en Madrid, donde vivía.
Con 35 años y 14 viviendo en España, este senegalés que sobrevivía de la venta ambulante como “mantero”, ha fallecido sin haber conseguido papeles en España. Era activista por los derechos de los migrantes y miembro del Sindicato de Manteros.
¿Cuáles han sido las causas de su muerte?
¿Qué ocurrió antes del infarto, que parece provocó su muerte?
¿Murió como consecuencia de la persecución policial?
¿Cuánta tensión tenía que soportar cada día mientras intentaba vender y cuando tenía que correr para evitar que la policía decomisara sus pertenencias?
¿Todo ello ha podido influir en su muerte?
Todas estas preguntas y muchas más están hoy en la calle.
La muerte de Mame Mbaye ha hecho explotar los ánimos y la tensión acumulada de años de un colectivo, siempre violentado y discriminado. Muy poco tiempo después de que se produjera el fallecimiento, comenzaron manifestaciones espontáneas de senegaleses y vecinos de este barrio madrileño que alberga numerosas culturas. Manifestaciones de dolor, rabia e indignación de miles de personas -que aprovecharon unos pocos violentos para mostrar la cara que ciertos medios y grupos políticos quieren explotar- pero que, sobre todo, buscan explicaciones y exigen la revisión de la Ley de Extranjería.
Es llamativo que numerosos medios de comunicación hablen en sus titulares de la muerte de un “mantero”, como si no tuviera nombre, rostro, familia, amigos. Esto habla del racismo y la discriminación que subyace en numerosos estamentos.
Que una persona que lleva 14 años en España y que intenta salir adelante trabajando cada día, no haya podido conseguir la legalidad, es un tema que exige una revisión urgente de la Ley. No pocas personas se lamentaban el día después y, como expresaba una vecina del barrio, “ojalá que esta desgracia sirva para que tomemos conciencia de que ningún ser humano es ilegal, que todos tenemos derecho a vivir dignamente y que las fronteras, por último, sólo son para los pobres“.
- Gabriela Amaya es editora y redactora en castellano, responsable de la redacción de Madrid de la Agencia Pressenza, en al que participa desde su creación. Ha trabajado en radio y prensa escrita y, desde hace años, ha decidido desarrollar su trabajo periodístico como profesional voluntaria al servicio de la paz y la no violencia. Está comprometida también con diferentes colectivos y plataformas a quienes apoya con su labor periodística