Te encuentro en fiestas, y me regalas una enseñanza que tiene similitudes con este tiempo, puede que con cualquier era, pero ahora lo advierto especialmente. Sí, será que me abres los ojos con tu valentía específica.
Nos paseamos entre procesiones y elementos comprometidos con la fe, con la esperanza, que santifican lo sencillo y nos hacen vivir con promesas reales, cumplidas en la medida en que queremos.
Eres un hombre, según me dices, agradecido con el destino, que, a veces, muchas, es caprichoso. No obstante, sabes dónde nos lleva cuando buscamos la inspiración desde el respeto y el trabajo serio.
Me cuentas tus proyectos, que hago míos, y por eso te deseo de todo corazón que te vaya bien, genial, con las importancias relativas que nos conceden la felicidad.
Hay magia en ti, porque hay esperanza, y no sólo es porque estemos en fechas de jovialidad: entiendo que todo lo relevante es porque lo aceptamos en sus circunstancias y en su momento. El último año ha sido provechoso para ti. Todo seguirá como debe en esos alberos que brindan arte y coraje.
Me regalas un autógrafo, que es una manera de tenerte presente en mi realidad cercana. Gracias. Continuamos.