No sé si los colegas al referirse a Ella, también degradan este oficio sin querer; este, el periodismo, ese que ya no conoce ni la madre que lo parió. Me he fijado también que se escribe en columnas e informaciones doña Sofía sin que a nadie le tiemble el pulso, pero se dice con cierta ligereza Letizia, porque escribir doña Letizia lo llevamos más bien mal, y así, le ganamos el pulso a la compañera. Letizia, la periodista, y seguimos escribiendo.
Pues de doñas y críticas ha estado lleno el patio, y la prensa se ha empleado a fondo: desde el medio más serio hasta el programa más cutre, en esta semana horribilis para Letizia, la periodista. Eso que se llama prensa del corazón, rosa o couché, algunos alumnos dirán, ¿qué couché?; porque como en periodismo sabemos que se es o no se es mediático, o no te comes un Saci; ¡qué mayor me hace esta jerga!
La doña, como decía, da la casualidad que enamoró a un príncipe o un príncipe se enamoró de ella; tanto monta, monta, tanto. Realmente, desconozco la historia y me importa más bien poco. Y sí, ciertamente, no solo se enamoró de Ella, sino que contra viento, marea y doña Sofía, se casó en un día lluvioso del mes de abril.
¡Ay de aquellos cuentos que nos hacían soñar de pequeñas, queridas!
Tras esos años de vino y rosas que fueron más bien amargos, en lo que se refiere a sus calificativos en revistas, periódicos y tertulias diversas; en donde nada del cuento tomó el cariz que se esperaba, la periodista, de nuevo, logró hacerse un hueco entre los aristócratas rancios y la cultura real. Párrafos completos en donde se hablaba de sus humildes orígenes con desprecio, y significativos palabros contra su abuelo taxista que no hizo otra cosa que sacar adelante a su familia dignamente. Todos no descendemos de la pata del Cid y Ella, tampoco. No renegó de los suyos y La presentó y Se presentó en palacio porque la niña era la novia del príncipe de Asturias. Luego Ha vivido la muerte de sus familiares y de una hermana, y eso no es fácil de gestionar siendo quien eres. No hay más que recordar las fotos del bautizo de la niña cuando hacía pocos días habían enterrado a Érika. Hasta ahí puedo leer…
Es del todo cierto, que en este país, pase lo que pase, pasen los años que pasen, la envidia sigue siendo nuestro calificativo más real. Y todos, ellos y ellas, «portavoces y portavozas»; «miembros y miembras»; le han tenido una envidia casi enfermiza. Me pregunto siempre el porqué. Dado que eso sucedió, la prensa canallesca rosa decidió convertir a una periodista; al loro, periodista, subrayo; en una it-girl, palabro que me hace revolverme con el diccionario llegado el caso porque no sé bien qué significa ser it. Y ciertamente, ya puede dar un discurso brillante o puede defender a los pacientes con enfermedades raras, que todo lo que dicen sus colegas, ¡ojo, que lo sois!, es que lleva unos pantalones burdeos de Zara que ha recauchutado con unos Manolos para la ocasión. Y si no tenía bastante, libros, biografías y hasta un exmarido contando en forma de Mrs Robinson qué fueron de sus sentimientos. Todo el mundo sabe todo, oye…
Que si las pestañas, que si el bótox o que si las 500 operaciones, que si la mar y los peces… Lo cierto, lo único cierto es que nadie habla de Ella como persona, cómo es, lo que hace y cómo lo hace. Es la mujer del jefe del Estado, cumple su papel escrupulosamente y el protocolo de forma brillante, y tiene que aguantar, aún así, carros y carretas de los colegas que una vez compartieron pupitre en las aulas de nuestra facultad de cemento en la Complu. Somos así. Esta raza humana no prospera cuando vemos que alguien triunfa y nosotros no. Si estuviésemos más pendientes de otra cosa, quizá podríamos hablar de lo que acontece y no de las chorradas de si quiere divorciarse o si lleva una blusa nueva.
El caso es que llegados esos catorce años de duelo con la prensa, con Su prensa, doña Letizia, la reina consorte de España, es la madre de la heredera, la esposa del jefe del Estado y la nuera de los reyes eméritos. Fin de la noticia. El resto: si lo ha hecho bien, si se llevan mal, si lo tendría que haber hecho de otra manera, se lo dejamos a las páginas de historia porque, sinceramente, el que esté libre de pecado que tire la primera piedra. No me cambio por Ella ni por todo el reinado del mundo. Acaso vivir en la Zarzuela sea sinónimo de un despelleje real; lo contradictorio es que viene de parte de los colegas y lo definitivamente irreal es que dejamos a la profesión por los suelos.
Es una periodista...ahí queda eso. Como si los que cada día intentamos informar con veracidad, esfuerzo con poca o ninguna retribución; los que airosamente salimos adelante a pesar de la crisis que no cesa de la profesión, los que nos dedicamos a informar con veracidad lo que acontece; esos, seamos todos unos indeseables.
Me pregunto qué significa para los periodistas que redactan esos párrafos, el periodismo. Acaso la profesión más interesante del mundo cuando informas y no te metes en la vida de otra persona. El periodismo no es lo rosa, el cotilleo y esa forma nuestra de vivir mirando la paja en el ojo ajeno; quizá si viésemos la viga en el propio, nos llevaríamos alguna que otra sorpresa.
Y todo esto no tiene nada que ver con la III República, con estar o no a favor de la monarquía o con tener o no simpatía al rey que mataba elefantes. Hablamos de una persona que se casó, siendo plebeya, como dicen los colegas, nieta de un taxista y criada en un colegio público de Oviedo, con un príncipe azul. Es madre de dos niñas que querrá como todas las madres del mundo. Les habrá leído cuentos y hablará con ellas como todas las que tenemos en el regazo un trozo de nosotras. Su hija mayor es la heredera y tendrá que aprender a preparar semejante empresa y, poco a poco, la verá desligarse de la vida familiar, porque se debe a la nación. Esa es la única realidad que actualmente existe en su vida.
Se llama Letizia Ortiz Rocasolano. El resto, vamos a ver si lo aclara de nuevo la historia, porque tampoco es cosa suya. Mientras eso sucede, ¿nos ocupamos de las cuestiones importantes del país? Hambre infantil, dependencia, discapacidad, crisis, paro, sanidad precaria, inmigrantes, no sé… Quizá esas menudencias que realmente hace que estemos cabreados y que, parte del día, hablemos de lo que no debemos. Y no hablemos de la III Guerra mundial, que a la chita callando está llenando las hojas de nuestra prensa, y eso sí que tiene guasa.
Vamos a ver si el periodismo poco a poco vuelve a ser lo que era. Y que conste que con todo esto no estoy hablando del conocido rifirrafe; estoy comentando cosas que tienen que ver con la historia de este país, y, nos guste o no, Letizia, la periodista, es la reina consorte. Vivimos en una monarquía parlamentaria sin haber aprobado los presupuestos aún, y el resto, realmente, no es asunto nuestro. Vamos, digo yo.
Con la venia.