Teresa Gurza[1]
Mientras los ricos del mundo aprestan sus compras y preparan vacaciones decembrinas, miles de africanos y centroamericanos pobres se trepan en frágiles pateras arriesgando sus vidas en el Mediterráneo o sufren ampollas caminando por México, para huir de la miseria, violencia, dictaduras y guerras que ellos no provocaron..
Miles de niños de otros países llegan a México para cruzar a EEE. UU.U, y desaparecenY si bien les va, llegarán a países que no los quieren.
Junto a la crisis de los partidos políticos tradicionales, es característica de estos tiempos el drama de millones que abandonan todo, para buscar mejor vida; y el rechazo de los nacionales a recibirlos.
La ONU calcula que doscientos cincuenta millones de seres humanos han tenido que dejar pueblos casas, tradiciones y familias, forzados por crisis políticas, sociales y económicas.
Y advirtiendo que no podía diferirse más el análisis colectivo de este fenómeno, pidió a sus países miembros recopilar datos de los migrantes para poderlo entender mejor ahora que se agudiza por los cientos de miles de africanos que buscan llegar a EE. UU.ropa, los centroamericanos que sueñan con vivir en EE. UU. y venezolanos, nicaragüenses y haitianos, que escapan de las dictaduras de Maduro y Ortega y de la pobreza ancestral de Haití.
En 2016, cuando la situación no era tan crítica, convocó a los gobiernos a firmar el primer acuerdo de protección a los desplazados, que llamó Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular.
Y en julio pasado, anunció que sería ratificado el 10 y 11 de este diciembre de 2018 en Marruecos.
Pero lejos de unir, este pacto que establece condiciones mínimas de ayuda a los migrantes, ha dividido a la ONU y generado problemas al interior de varios gobiernos.
Desde el principio la iniciativa fue rechazada por EE. UU; tras lo cual, países que habían comprometido su voto se echaron para atrás, aduciendo que de avalarlo perderían soberanía.
Finalmente fue aprobado por 163 de los 194 países que integran el organismo internacional, entre ellos México; pero tendrá que ser oficialmente firmado este 19 de diciembre, en su sede de Nueva York.
Además de EE. UU., de esta mayoría quedaron fuera Austria, Brasil, Chile, Hungría, Italia, Polonia, Estonia, Bulgaria, Suiza, República Checa, Israel, Australia y República Dominicana.
El gobierno belga firmó, pero le costó que los nacionalistas flamencos lo abandonaran como protesta por la decisión del Primer Ministro.
Brasil lo había aprobado, pero este lunes anunció su retiro.
Y Chile, a donde han llegado cientos de haitianos y venezolanos, para no firmar argumentó que la migración no es un derecho humano; que cada país tiene derecho soberano, a definir quién entra a su territorio y bajo qué condiciones; y que el Pacto contradice normas internacionales, al no distinguir entre migrantes irregulares y regulares.
Ante la falta de unanimidad, la ONU reiteró que el Pacto no es obligatorio y busca «encontrar entre todos, un equilibrio entre los derechos de las personas y la soberanía de los Estados».
Pero algunos líderes políticos temerosos de perder votos electorales, evitaron comprometerse.
Procesos migratorios seguros y dignos
El texto aprobado pide, mirar la migración de forma positiva para aprovechar sus beneficios, proteger los derechos humanos de los indocumentados y lograr procesos migratorios seguros y dignos.
Y entre los 23 compromisos que las naciones firmantes asumieron, destacan:
No permitir dentro de sus respectivas fronteras el tráfico de personas, evitar la separación de las familias, aplicar la detención como última opción, dar a los migrantes salud y educación, organizar y apoyar misiones de búsqueda y rescate para salvar sus vidas, garantizar que no se perseguirá a quien les brinde apoyo humanitario, ofrecerles un regreso digno y seguro a sus países de origen y no expulsar a quienes enfrenten «riesgo real y previsible de muerte, tortura y tratos inhumanos”.
Por su lado el papa Francisco llamó a un pacto mundial de humanidad frente a los refugiados, con más o menos los mismos propósitos.
La ONU también reveló recientemente, que el hambre sigue siendo problema vital para 821 millones de personas, una de cada nueve del mundo; que ha aumentado progresivamente el número de subalimentados y que hay 171 millones de nuevos hambrientos.
Y precisó que estas cifras indican, que el mundo ha regresado a los niveles de 2010 y la humanidad “sigue perdiendo la batalla contra el hambre».
Triste panorama para terminar el año; y aún más triste tener que constatar que no se está contra la migración en general, sino contra la entrada de pobres; porque los ricos son bienvenidos siempre y en todas partes, sin necesidad de pacto alguno.
- Teresa Gurza es una periodista mexicana multipremiada que distribuye actualmente sus artículos de forma independiente