Corría abril de 1978, el tercer año de la Transición. Tras las primeras elecciones democráticas del 15 de junio de 1977 y los Pactos de la Moncloa del 25 de octubre de ese año, el Estado democrático de derecho en España estaba lo que se dice “en construcción”; la Constitución no llegaría hasta el 6 de diciembre de ese año. Los colectivos sociales hacen oír su voz. Uno de ellos, el de los trabajadores de la Sanidad, va a la huelga. Quieren ser equiparados a efectos salariales a los trabajadores de la Seguridad Social. Elijo uno de la serie de centros en un número creciente de provincias que secundan la huelga: el Hospital 1º de Octubre de Madrid y asisto a una asamblea, de la que hago fotos para Cuadernos para el Diálogo, el semanario en cuya Redacción trabajo y en el que soy el responsable de cubrir la información gráfica.
Consciente de que desde un semanario crítico además de información para el análisis hacíamos también algo de documentación para la historia, mi ética protestante me impelía a huir de la foto consabida de manifestantes en la calle. Pensaba en los historiadores del mañana cuando estudiasen esa etapa crítica de la historia de España. Además de salir a manifestarse a la calle, los españoles trabajaban, convivían, hacían país…
En la asamblea del 1º de Octubre me encontré… con lo que me esperaba. No “agitadores revolucionarios” como desde la derecha se quería hacer ver a los huelguistas, sino el escenario alternativo del hall de un hospital cuando es el personal sanitario en civilizadísima asamblea y no los pacientes o visitantes los que habitualmente lo ocupan.
(Pasados los años, todavía hoy en día oímos estupefactos llamar desde entornos de la derecha mediática gubernamental “terroristas” a pacíficos pensionistas que se manifiestan por el robo con engaño de que han sido objeto en el incalificable escándalo de las preferentes).
Con todo, la foto de la post-asamblea no me convenció del todo. Está bien ilustrar la noticia con una foto en la que puede verse a “batas blancas” en animadas conversaciones. Pero esa foto no contaba cómo trabajaban.
Dicho y hecho, me propuse hacer un reportaje del trabajo del personal sanitario en el departamento clave: las Urgencias. Fui autorizado a hacerlo, por lo que dediqué, con bata blanca y cámara en ristre, tres noches de un viernes, un sábado y un domingo, a acompañar a los equipos de médicos de Urgencias del 1º de Octubre. Mi inseparable Leica M4 armada con el objetivo Leica Summilux-M 1,4/35 mm, por supuesto sin flas, hizo a la perfección su trabajo de reproducir fiel y nítidamente la atmósfera de la escena en el instante decisivo.
Esta es la única foto que he mostrado y mostraré de las muchas que pude hacer a lo largo de las tres noches de “guardia”. Elegí precisamente esta porque, salvado el primer escollo: no estorbar armado con tu cámara el trabajo de los profesionales, es la que describe perfectamente lo que quería comunicar: que hay -en 1978, lo mismo que en 2013- unos profesionales “como la copa de un pino” en el mundo de la Sanidad.
Cada una de las cuatro personas está haciendo su función: los dos pacientes, siendo atendidos; la enfermera, comprobando la respuesta del electrocardiograma; el médico, observando de cerca al paciente. Ese detalle de su mano en contacto físico con la muñeca del paciente habla por si solo de la bendita conjunción profesionalidad + calor humano.
El hecho de que los rostros de los pacientes no sean reconocibles en la imagen no es en absoluto fortuito. Elegí esta foto precisamente porque en ella se combina la valerosa atención sanitaria con el anonimato de unos pacientes a los que no pude pedir autorización para fotografiarles.
El director de P+D, brillante sanitario de profesión y excepcional periodista de vocación, a quien conozco y admiro desde hace “unos cuantos” años, puede dar razón de esto que voy a decir: cuando hay hora punta en las Urgencias, lo que importa no son “Herr Merkel, “los mercados”, “los ajustes”, “el objetivo del déficit” o el sursum corda, sino ¡las personas!
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Publicado también en Protestante Digital/Magacín