Oso de Plata al mejor actor en la Berlinale de 2018, el francés de 25 años Anthony Bajon («Les ogres», «Un doctor en la campiña») es el protagonista único de esta historia de desintoxicación, cantos y oraciones, en la que, tras un desagradable episodio de sobredosis, un chico recupera el gusto por la vida durante su estancia en una comunidad cristiana que cura las adicciones a base de plegarias y trabajo.

Pese a no ser creyente, el realizador ha centrado todo el proceso del desenganche de la heroína en la sustitución de una dependencia por otra, en este caso la religión apoyada por una especie de milagro en plena naturaleza salvaje y por una monja (imponente la actriz polaca Hanna Schygulla, «Escenas de caza en Baviera», «La nuit de Varennes», «Passion») que abofetea al chico para «que deje de mentirse a sí mismo y se abra realmente a Dios»; yo no creo que la privación de libertad pueda ser un remedio para nada (lo que queda perfectamente reflejado en el caso del personaje de Pierre quien, completamente «curado», no quiere abandonar el refugio de la montaña por miedo a recaer).
El «renacimiento» del chico, su metamorfosis ocurre lentamente, sin obviar una recaída e incluso un corto espacio de tiempo de abandono de esa especie de falansterio, al que finalmente regresa porque estamos ante el caso de alguien que quiere realmente salir de la marginalidad de la droga.
«El creyente» es una historia de hombres que se ayudan, de amistad y de amor, con un componente vigorosamente religioso, cristiano que tiene al final, y por encima de todo, a ese dios tan difícil de explicar porque puede llegar a ser tan cruel como el más brutal de los hombres..



