Nos agarramos con él a las sensaciones de más felicidad, a las que nos ofrecen consuelo, sosiego, a la que nos brindan la oportunidad del amor, de seguir por los vericuetos de la amistad, de las miradas profundas, de las creencias en los demás. Es perfecto, o nos dejamos llevar para que lo parezca.
Fomentamos con él la risa, nos otorgamos contento, nos frenamos ante lo que no nos conviene. Efectivamente: decimos no a las perturbaciones de la soledad. El conjunto gana frente a lo individual. Es referente.
La actitud ha mejorado con él. Nos sentimos plenos de energías para compartir y expandir hasta un infinito figurado y real. Podemos ser, y lo sabemos. Le acompañamos en su albero particular.
Enganchamos, según debemos rememorar, con las personas a las que apreciamos de una manera especial. Es genial que ocurra, pero sobre todo lo es porque lo advertimos. No podremos evitar las tormentas que se sucedan hoy o cualquier otro día, pero sí cómo las afrontamos. Seguro que sacaremos beneficio a todas las opciones.
Ciertamente, lo haremos sin prisa, y sin pausa. Con él, con nuestro artista, con su riesgo, con su bondad, con su maravilloso oficio.