Doce años después de “Naisance d’une pieuvre” (‘Lirios de agua’) en 2007, la cineasta francesa Celine Sciamma vuelve a filmar con la actriz Adèle Haenel como protagonista en una película escrita especialmente para ella: “Retrato de una mujer en llamas” (‘Portrait de la jeune fille en feu’).
Romántica historia de amor y película de época con lectura muy actual y contemporánea que obtuvo el premio al mejor guión el pasado mes de mayo en el festival de Cannes, y de la que volveremos a oír hablar sin duda en los próximos premios César del cine francés.
Este su cuarto largometraje de ficción, después de “Lirios de agua” (César a la mejor ópera prima y César a la revelación femenina para Adèle Haenel) 2007, “Tomboy” 2011, y “Banda de chicas” 2014, que forman en cierto modo una trilogía sobre el tema del paso a la edad adulta en nuestra sociedad contemporánea.
En esta ocasión ha optado Sciamma por una película de época que se sitúa en un caserón en una isla en la Bretaña del siglo XVIII, para abordar una historia de amor entre dos mujeres, una artista pintora Mariana (Noemi Merlant) es contratada para hacer el retrato prenupcial, sin que ella lo sepa, de la joven Eloísa (Adele Haenel), que debe casarse con un milanés, según los deseos de su madre (Valeria Golino).
Eloísa, que detesta y se opone a esa boda impuesta, se niega a posar, y Marianne deberá hacer trabajar su memoria, para observar a su modelo sin que ella se aperciba. El hábil guión se apoya en esa intriga para ir desplegando poco a poco el cruce de miradas entre los cuatro personajes centrales, la pintora, la joven Eloísa, pero también su madre y la sirvienta que se ocupa de ellas (Luana Bajrami).
Celine Sciamma filma con sensibilidad femenina y feminista esa historia de amor que va naciendo al mismo tiempo que progresa el trabajo artístico de la pintora. Del conflicto a la mutua atracción, la historia de amor entre Eloísa y Mariana, que se observan y se admiran, tiene un carácter transgresor en ese contexto histórico, que es evocado en su alusión al mito griego de Orfeo y Eurídice, o la opción entre el amor apasionado de los amantes y el romanticismo del poeta y sus recuerdos.
A la temática del pintor y su modelo, del diálogo entre cine y pintura, entre el deseo y la creación artística abordada en el mundo del cine más bien desde un punto de vista masculino, Celine Sciamma aporta en su hábil guión una mirada femenina singular e innovadora.
Sus cuatro personajes femeninos expresan cada cual a su manera un ansia de libertad y sus diálogos, de absoluta modernidad, nos hablan tanto de la creación artística, de la mirada sensual o erótica sobre el otro, de la admiración intelectual en la relación sentimental, o del aborto. Esas cuatro mujeres, sirvienta o ama, artista o madre, aspiran unas como otras a liberarse de su opresiva condición y de las convenciones sociales de su época, en las que están atrapadas.
La cuidada dirección de fotografía de Claire Mathon, y las opciones de puesta en escena de Celine Sciamma, logran un expresivo contraste entre sus luminosas localizaciones exteriores, y su cálido color en el diseño de los interiores, utilizando las fuentes de luz, a la manera de los grandes clásicos de la pintura del siglo XVIII.
El resultado final es una lograda mezcla de película de época y de modernidad, lejos del clasicismo habitual del género. De relieve también el escaso uso de la música en la película. A cargo del músico y compositor Jean Baptiste de Laubier, alias “Para One”, quien había participado ya en las películas anteriores de Sciamma.
El crepitar del fuego en la chimenea, o el soplo del viento y una cuidada banda sonora, ocupan el lugar de la música, reducida a tres minutos en dos o tres secuencias en más de dos horas de película. Un coro cantado en latín por las mujeres del pueblo en torno a la hoguera es uno de los momentos de más intensa emoción. El resto de la música es la sinfonía de Vivaldi que cierra la escena final, recordatorio de otra breve secuencia en la que la artista interpreta algunas notas al piano.
Excelentes todas sus intérpretes y, en particular, el dúo protagónico Haenel y Lermant. Para Adele Haenel, quien se reveló en el cine de la mano de Sciamma en 2007, este papel trágico y romántico viene a culminar su brillante carrera de actriz en un registro muy diferente. Con papeles a menudo de joven enérgica, empecinada y voluntaria recordaré aquí algunos momentos claves de su nutrida filmografía: “Los combatientes” de Thomas Cailley, “L’Apollonide” o “Nocturama” de Bertrand Bonello, “La chica desconocida” de los hermanos Dardenne, “120 latidos por minuto” de Robin Campillo, o “En liberté” de Pierre Salvadori.