México ha conmemorado este 13 de agosto de 2021 el doscientos aniversario de su independencia que ha coincidido con el quinientos aniversario de la «resistencia indígena» a la invasión española y el cambio de nombre del país, Tenochtitlan para los aztecas, sus primeros pobladores.
Según la Enciclopedia de los Municipios y Delegaciones de México, un 13 de agosto tuvo lugar la caída de Tenochtitlan –fundada en 1325- tras una larga batalla de 75 días con las tropas españolas dirigidas por Hernán Cortés. Según información de la televisión pública británica BBC, antes de la conquista la ciudad tenía no menos de 200.000 habitantes, doblando en número a las ciudades europeas más pobladas de la época.
Estaba situada en un paraje de dos mil kilómetros cuadrados de lagos y contaba con una de las obras más estimadas de la ingeniería de su tiempo, el acueducto de Chapultepec que conducía el agua procedente del lago Texcoco. El palacio del emperador Moctezuma ocupaba 2,5 hectáreas y media de terreno, con sus jardines,
Con la definición de «resistencia indígena» a la invasión española el gobierno mexicano, que está celebrando «las raíces en que nos apoyamos» en palabras de la secretaria (ministra) de Cultura, Alejandra Frausto Guerrero, está borrando el relato que lleva más de cinco siglos escribiéndose desde la España invasora, y reescribiendo la historia de su colonización: «Somos un pueblo que sabe de dónde viene y a dónde va –escriben en el diario católico francés La Croix recogiendo unas declaraciones del secretario de Asuntos Exteriores mexicano, Marcelo Casaubon– Vamos a recordar la historia de nuestra identidad nacional, e integrar con una perspectiva de igualdad a la población históricamente desfavorecida en las celebraciones».
Según el diario francés, hace dos años el presidente mexicano pidió que el monarca español y el papa de Roma pidieran perdón por la colonización, que llevaron a cabo mano a mano los soldados de la monarquía española y los representantes de la muy integrista iglesia católica de la época. Ninguno de ellos lo hizo.
Esta voluntad de empezar a reescribir la historia de la conquista,hasta ahora basada en la visión de los vencedores, y cambiarla por otra centrada en el deber de memoria y el homenaje a los antepasados, ya ha tenido sus primeras manifestaciones en los cambios de nombre de algunos espacios públicos, como por ejemplo la plaza de la capital conocida como «Noche triste» que desde el pasado 27 de julio se llama, lo mismo que su estación de metro, «Noche Victoriosa», en homenaje a quienes murieron en «la masacre» de un episodio de la «invasión», según la gobernadora de la ciudad de México, Claudia Sheinbaum.
Con idéntica intención, el proyecto del «tren Maya», que el presidente mexicano López Obrador tiene previsto inaugurar en 2023, es otro ejemplo esclarecedor: se trata de una línea de gran velocidad que recorrerá 1460 kilómetros y llevará a los visitantes desde los bungalós y los hoteles de las zonas turísticas a los sitios arqueológicos donde se encuentran los vestigios de unas civilizaciones –mayas y aztecas- completamente desarrolladas hace más de cinco siglos.
Un proyecto que antes de nacer ya cuenta con la protesta de ecologistas y defensores del medio ambiente que temen el efecto nocivo que la obra puede tener sobre los numerosos poblados indígenas que va a atravesar en su recorrido.