Por quinta semana consecutiva y en pleno periodo estival de vacaciones, poco apto para convocar a la población, decenas de miles de franceses se han movilizado de nuevo este sábado 14 de agosto en más de doscientas ciudades de Francia para oponerse al liberticida pase sanitario impuesto por el presidente Macron.
Es la primera vez en la historia reciente de esta quinta república francesa que un jefe de Estado renuncia abiertamente a la célebre concepción gaullista del «rassemblement» (reunión) y opta por alimentar la división y discriminación entre los franceses como método de gobierno.
Minoritario en el país, Macron y su fantasmagórico partido LREM (La República En Marcha), ha optado por ignorar las protestas de la opinión pública, y se aferra al poder azuzando las divisiones entre los franceses y haciendo suyas las orientaciones de la extrema derecha en materia de inmigración y represión policial y judicial.
De la movilización social de los «gilets jaunes» reclamando justicia fiscal, a la masiva movilización de los jóvenes contra la política antiecológica del gobierno, las manifestaciones sindicales y políticas contra su política neoliberal, o ahora la movilización contra el discriminatorio y liberticida pase sanitario, Macron hace oídos sordos a la protesta popular.
Escondiéndose detrás de la crisis sanitaria y del decretado «Estado de urgencia», Macron ignora los contrapoderes democráticos y se otorga los plenos poderes en todos los ámbitos, dejando a su paso la imagen de un «monarca absoluto», cada vez más aislado y detestado por la población, pero que ha optado por la estrategia de la tensión.
El pase sanitario, aprobado por Macron con el aval del Consejo Constitucional (cuyo presidente es el exsocialista Laurent Fabius), es una medida coercitiva que discrimina a todos aquellos ciudadanos que no lo hayan obtenido previa vacunación.
Desde el 9 de agosto, las terrazas de los cafés, los cines, los trenes, los aviones, los restaurantes, los museos, los teatros, los hospitales, los grandes centros comerciales y otros lugares públicos quedan prohibidos para los no vacunados.
Pasemos sobre las múltiples situaciones absurdas que plantea la aplicación de dicho pase, que normalmente debería ser controlado por la policía y los gendarmes, dispensados ellos de pase sanitario por decreto presidencial, como también los camioneros y transportistas, por si acaso se les ocurre bloquear el país.
El carácter liberticida y arbitrario de las decisiones de Macron, queda así mismo explicitado en su visible aversión por la cultura y el cine. Una sala de cine, sea cual sea el número de espectadores, ejemplo una matinal con diez espectadores queda prohibida a todo el que no posea el mágico pase sanitario.
En el metro y los transportes públicos en cambio, en las horas punta, ningún pase es necesario, pues la sociedad que nos prepara Macron se resume a la libertad de ir a trabajar, hacer sus compras y volver a su casa. El virus curiosamente es peligroso no ahí donde se concentra mucha gente, sino donde Macron lo decide.
El consejo constitucional ha dado así mismo su aval a la decisión de suspender de empleo y sueldo al personal asalariado que no disponga de pase sanitario. Otro regalo a los empresarios con este nuevo e inadmisible ataque contra el derecho laboral en Francia, que viene a reforzar el arsenal neoliberal de la «ley trabajo», iniciada ya con Hollande y Valls, y reforzado por Macron.
El pretexto para imponer el pase sanitario y el control de la población con su QRCode, es evidentemente la necesidad de la vacunación obligatoria. Y para ello la política de Macron es la política del miedo. Sus portavoces no dudan en mentir y deformar la realidad para imponer su propaganda oficial en los grandes medios informativos. Toda voz critica o discordante es tachada de «complotista».
Mientras nos acercamos del momento crucial de la elección presidencial de 2022, Macron se ha dado como objetivo la vacunación obligatoria y masiva de la población, esperando así sacar provecho electoral. El cálculo es hipócrita y peligroso y no tiene nada que ver con la salud de los franceses. Sin ánimo de minimizar la actual pandemia el país está hoy más cerca de una grave explosión social que de la explosión sanitaria debida al covid. La ruptura entre las elites en el poder y la población es evidente y el riesgo antidemocrático es enorme.
De memoria de observador político en Francia, no recuerdo una movilización popular de tal amplitud en pleno mes de agosto y ello pese al temor subyacente de la pandemia.
El gobierno en cambio y los grandes medios informativos que practican el «periodismo de prefectura» minimizan las cifras y prefieren ver solo doscientos mil manifestantes, ahí donde, a mi entender, hay que multiplicar esa cifra por dos o por tres como mínimo.
Si consultan twitter, y los testimonios de los manifestantes en las diferentes regiones de Francia, de París (donde había cerca de veinte mil), Marsella, Niza, Toulon, Nantes, Perpignan, Toulouse, Bayona, Tours y así hasta 217 ciudades, verán que las cifras son muy superiores a las dictadas a la prensa por la prefectura y el Ministerio del Interior.
En París, como en el resto de Francia, la manifestación contra el discriminatorio pase sanitario reunió por quinto sábado consecutivo a una multitud heterogénea respondiendo al llamamiento del movimiento de los «gilets jaunes».
Al grito de «Libertad ¡Macron recoge tu pase y lárgate!» (Macron reprends ton pass et casse toi), o «Macron no queremos tu pase» (Macron ton pass on en veut pas), decenas de miles de franceses dicen no a esa inadmisible y antidemocrática medida de control de la población.
El Gobierno por su parte utiliza una vez más la amalgama para confundir esa simple reivindicación ciudadana, con las tentativas de la extrema derecha de infiltrarse en dicha protesta, como en el caso del movimiento ultra de Florian Philipot.
Las provocaciones de la extrema derecha han tenido el mismo efecto en la izquierda francesa y en el movimiento sindical, que en el momento de la fuerte movilización de los Gilets jaunes en 2018, y han sido pretexto para que sindicatos, organizaciones y partidos de izquierdas no participen oficialmente en la protesta callejera aun si todos denuncian la iniquidad del pase sanitario.
Esa excesiva precaución de la izquierda y de las direcciones sindicales es a mi juicio un error, pues el pase sanitario es una medida liberticida contra las clases populares que se añade a la política neoliberal y autoritaria de Macron, frente a la cual es necesaria no solo la indignación popular, sino una alternativa política y electoral que sea al mismo tiempo social y ecológica, como lo reclama el programa electoral de Francia Insumisa.
El objetivo de Macron es vacunar una mayoría de franceses, que son hostiles a la vacunación obligatoria, lo que no significa ser hostil a la vacunación. Pero para obtener ese resultado cuenta con la servidumbre voluntaria de buena parte de la población, que por miedo o por egoísmo personal, prefiere vacunarse para poder viajar, o continuar su vida normal, más allá de otras reflexiones sanitarias, políticas o filosóficas.
No es seguro que consiga Macron su objetivo, pues desde su llegada al poder, la palabra presidencial y política en general ha perdido toda credibilidad. La manifestación de París con el retrato del fallecido cómico Coluche en cabeza, es una expresión de esa profunda desconfianza. El movimiento de los gilets jaunes, debilitado por una fuerte represión policial y judicial, vuelve ahora a encontrar un nuevo aliento en la lucha contra el pase sanitario, una medida liberticida que muchos franceses consideran como esa gota que desborda el vaso…
El discurso de Etienne de la Boetie en 1574 sobre la servidumbre voluntaria, tiene hoy en Francia una actualidad evidente, en esta sociedad de super consumo, en la que la élite en el poder busca oponer a unos ciudadanos contra otros, pero siempre en detrimento de las clases populares.
Recordemos para terminar que en plena crisis sanitaria los beneficios financieros del CAC 40 y de los millonarios del planeta siguen creciendo viento en popa. Lo digo por si no saben donde encontrar el dinero para hacer frente a lo que se nos viene encima si continúan con políticas neoliberales como la de Emmanuel Macron.
Olvidé agregar que el artículo tiene muy buena información y muy buenas posturas de un verdadero periodista, que no se ha dejado imponer las versiones oficiales reproducidas por la totalidad de la prensa francesa, salvo France-Soir en internet.
Las intervenciones de Philippot son anteriores a las de las «chaquetas amarillas» y las manifestaciones ahora de este político son mucho más numerosas y concurridas que las de los otros.
Creo que sin las pequeñas manifestaciones iniciales de Philippot las protestas no hubieran tenido lugar, ya tienen cerca de cuarenta semanas de reunirse en la plaza adyacente al Ministerio de Veran. Creo que la actitud de la «izquierda» ha sido muy sumisa y aún más oportunista que la de Philippot. Y sobre todo mucho más irresponsable ante los ataques liberticidas de Macrón. Estas medidas estaban ya en germen desde el «estado de urgencia» aprobados por la France insoumise y el Partido Comunista. Los pletos poderes a Macron, como en otros tiempos.