Armenia está considerando la posibilidad de entablar negociaciones con Turquía sobre la normalización de las relaciones bilaterales. La sorprendente noticia, facilitada hace unos días por el primer ministro armenio, Nikol Pashinian, apenas encontró eco en los medios de comunicación occidentales, más proclives a informar sobre el calvario del pueblo armenio, perseguido y aniquilado por los otomanos a comienzos del siglo veinte.
¿Normalizar relaciones? Para muchos occidentales, sean estos políticos, universitarios o periodistas, dichas relaciones se limitan a la animadversión de los dos pueblos, armenio y turco, después de la oleada de masacres llevadas a cabo por el Ejército otomano entre 1915 y 1923.
Los armenios, cristianos afincados desde hacía siglos en el territorio de Asia Menor administrado por los sultanes de Constantinopla, proclives a mantener cordiales lazos con los también cristianos zares de Rusia, fueron diezmados durante la campaña llevada a cabo a comienzos del pasado siglo por el Ejército y la gendarmería turcas, así como por grupúsculos paramilitares kurdos.
Según fuentes armenias, la persecución se saldó con alrededor de un millón y medio de muertos, argumento éste rebatido por las autoridades del Estado moderno turco, que prefieren aludir a masacres mutuas perpetradas durante una guerra civil en la que hubo cientos de miles de víctimas en ambos bandos. Pero según fuentes armenias, dos tercios de la población perecieron en aquel período. La mayoría de los supervivientes emigró a la recién creada Unión Soviética (Rusia) o a países de Europa occidental.
Hoy en día, la comunidad armenia residente en suelo turco cuenta con alrededor de 60.000 almas. Algunos politólogos occidentales confiaban en que este factor étnico serviría para enderezar las gélidas, casi inexistentes relaciones entre Ankara y Ereván. Meras ilusiones de quienes desconocen el trato –aparentemente no discriminatorio- dispensado por los sucesivos gobiernos turcos a las minorías no mahometanas.
La animosidad entre armenios y turcos se acentuó aún más en otoño del pasado año, durante el conflicto de Nagorný Karabah, cuando el Ejército armenio fue derrotado por las tropas azerbaiyanas, viéndose obligado a ceder parte del territorio autónomo a Azerbaiyán, país musulmán que cuenta con el apoyo político y estratégico de Ankara.
Cercada por Estados musulmanes –Irán, Azerbaiyán, Turquía– apoyada por un aliado débil, que busca desesperadamente su ingreso en la OTAN –Georgia– y por una potencia con la que no tiene frontera común –Rusia– la República de Armenia ha tenido que reconsiderar las líneas maestras de su política exterior. Su principal rival en la zona es, sigue siendo… Turquía.
Los gobernantes de Ereván, buenos conocedores de la cultura islámica, recordaron el viejo, aunque siempre válido precepto: más vale estar a buenas con los vecinos que con la familia. Lejos quedan, física, aunque no sentimentalmente, los primos de la Moscova.