Las cerca de trescientas víctimas de las agresiones sexuales del antiguo médico del equipo nacional de gimnasia de Estados Unidos, Larry Nassar, durante las dos décadas que permaneció en el puesto, percibirán 380 millones de dólares en indemnizaciones, según la información del diario económico Wall Street Journal.
Un tribunal federal estadounidense ha dado el visto bueno al acuerdo provisional al que llegaron en septiembre de 2021, tras cinco años de enfrentamientos legales, la Federación de gimnasia femenina (USA Gymnastics), el Comité olímpico y paralímpico (USOPC) y las aseguradoras.
Más del noventa por ciento de las víctimas se habían pronunciado a favor del acuerdo que, en principio, había establecido la cantidad de la indemnización en 425 millones de dólares, en concepto de daños y perjuicios, y que el tribunal ha rebajado.
El acuerdo pone punto y final a una larga batalla jurídica, iniciada con la denuncia de Rachael Denhollander, la primera atleta que acusó públicamente en 2016, en declaraciones al periódico Indianapolus Star, a Larry Nassar, quien se encuentra cumpliendo la condena de cadena perpetua que le impusieron en 2017, confirmada en la apelación en 2018, por los abusos infligidos a más de 250 gimnastas, la mayoría menores, cometidos durante los más de veinte años que trabajó para la USA Gymnastics y en la Universidad del estado de Michigan, cuyos dirigentes se comprometieron en 2018 a pagar, a más de 300 víctimas, los 500 millones de dólares fijados en un acuerdo similar al actual.
En septiembre pasado, las medallistas de oro olímpicas Simone Biles, Aly Raisman y McKayla Maroney, declararon ante una comisión del Senado, en la que no solamente describieron los abusos sufridos, sino que además reprocharon a la USOPC y al FBI de no haber actuado para impedir el comportamiento del médico.
La USOPC se declaró en quiebra en 2018 ante la imposibilidad de responder a las innumerables denuncias presentadas por las víctimas de Nassar. Su presidenta, Sarah Hirshland, ha reconocido «el fracaso en la protección de las atletas». El acuerdo actual establece que una de las víctimas pasará a formar parte de la Federación estadounidense de Gimnasia.
Para John C, Manly, en representación de los numerosos abogados de las gimnastas, «el acuerdo, histórico, pone fin a otro capítulo del escándalo Larry Nassar. Las supervivientes van a recibir 380 millones dólares como compensación por el dolor y los sufrimientos que padecieron en manos de ese monstruo, en instituciones que le dejaron hacer. Queda por escribir un último capítulo, el de las acusaciones penales contra los agentes del FBI que no investigaron las denuncias y no detuvieron a Nassar, y contra algunos miembros del USOPC y de la USA Gymnastics, que conspiraron para impedir la investigación».
Durante más de veinte, y con la coartada de tratamientos médicos, Larry Nassar, el exmédico del equipo nacional estadounidense de Gimnasia, y de la Universidad de Michigan, estuvo abusando sexualmente de atletas de varias generaciones.
En 2018, la jueza Rosemarie Aquilina, del tribunal de Ingham County de Lansing (Muchigan), condenó a Nassar a una pena de entre 40 y 175 años de cárcel -por siete cargos-, que se añadía a una condena anterior de 60 años de encarcelamiento por posesión de material pedopornográfico.
Una información del diario francés Libération relataba entonces que una de las víctimas de Nassar había denunciado «infracciones sistémicas», y que Mattie Larson, gimnasta miembro del equipo nacional de los catorce a los diecinueve años, acusó a la directiva de la Federación: «¿Habéis protegido a Larry durante tantos años porque nos dejaba competir incluso cuando estábamos lesionadas?»
La periodista deportiva Joan Ryan, autora del libro de referencia sobre este asunto «Little Girls in Pretty Boxes», publicado en 1995, que hablaba de los padres «ciegos», los entrenadores manipuladores y humillantes, se pregunta ahora en declaraciones a Libération, cómo ha sido posible que ningún adulto fuera capaz de acabar con los repetidos abusos a las gimnastas durante más de veinte años: «La cultura de la gimnasia femenina de alto nivel ha sido destructiva, secreta e indiferente al bienestar de las atletas».
En diciembre de 2016, los periodistas de los diarios USA Today y The Indianapolis Star revelaron que, en los últimos veinte años, al menos 386 gimnastas habían sido agredidas sexualmente por entrenadores y otros miembros de la Federación estadunidense de Gimnasia: «Nadie sabe exactamente cuántas niñas han sufrido abusos sexuales en los gimnasios durante ese período», escribían tras consultar «cientos de informes policiales y de los juzgados de instrucción, que muestran hasta qué punto se puede hablar de un problema generalizado».
El «caso Larry Nassar» se inició después de que la Federación de Gimnasia suspendiera al entrenador del equipo olímpico, John Geddert –quien a continuación «se jubiló»- tras efectuar una investigación interna. En 2018, cuando comenzó el proceso de Nassar, el nombre de Geddert apareció continuamente en las declaraciones de las víctimas. Entre ellas, la exgimnasta Makayla Thrush fue la más directa, le acusó de haberle hecho perder el equilibrio en la barra, causándole una lesión que acabó con su carrera de atleta: «Me dijiste varias veces que me suicidara. Y cuando acabaste con mi carrera lo intenté». Terminó acusando a la vez al médico y al entrenador: «Gracias John y Larry, los dos me habéis destruido».
Este largo proceso ha tenido también otras consecuencias. En 2016, Anna Simon, presidenta de la Universidad de Michigan, dimitió tras ser acusada de cerrar los ojos durante años; según el diario Detroit News, cerca de una quincena de responsables de la universidad conocieron el comportamiento abusivo de Nassar desde finales de los años 1990.
En la Federación estadounidense de gimnasia, acusada de tardar en denunciar las agresiones, cayeron cuatro cabezas, entre ellas la del presidente Steve Penny. «Fuimos agredidas por un monstruo que os permitió prosperar durante décadas. Sois responsables al ciento por ciento», escribió en un tuit Aly Raisman, campeona en las olimpiadas de Londres y Río, quien en el juicio se dirigió directamente a Nassar: «Te aprovechaste de nuestras pasiones y nuestros sueños».
«Me manipulaste, yo creía que eras amable y me ayudabas mientras tú me agredías sexualmente, una y otra vez, para tu retorcido placer sexual», le acusó Jamie Dantzscher, medallista en los Juegos de Sydney.
«Las gimnastas cumplen funciones simbólicas que les superan», escribían en Libération en 2016, citando el libro «Girlhood, A Global History», de la historiadora Ann Kordas, quien recuerda «la utilización geopolítica de la gimnasia en la era posguerra fría, fijando el inicio en los Juegos Olímpicos de Atlanta de 1966, primera victoria del equipo de Estados Unidos en esa disciplina». Las gimnastas eran «utilizadas como armas en la batalla ideológica entre Estados Unidos y la URSS, asimilando la potencia de una nación al éxito de sus atletas en competiciones internacionales».
Para la periodista Joan Ryan no hay que ignorar las motivaciones individuales de las atletas: «Son unas competidoras feroces. Adoran el deporte y ese compromiso se utiliza contra ellas. En lugar de manipularlas, los adultos deberían frenarlas para garantizar su salud y su bienestar. Pero no ocurre así, incluso los padres se mueven en esta cultura de la anormalidad. A mediados de los años 1990 ya había pruebas abrumadoras de que a las gimnastas de alto nivel se las maltrataba».