La zona de Tuxtepec, en el estado de Oaxaca, en el sur de México, sufre una aguda deforestación, pues desde 2001 ha perdido casi treinta mil hectáreas, la cuarta mayor en el territorio regional, informa Emilio Godoy (IPS) desde Santiago Xiacuí.
«Ahora, con los precios altos de la madera, talan los árboles sin control. No hay un manejo sostenible. Se piensa solo en el corto plazo», explica a IPS la activista de la zona Brenda Cabrera.
A lo largo de catorce municipios del distrito de Tuxtepec, uno de los treinta de Oaxaca, se siembra caña de azúcar, chicle, limón, maíz y especies maderables, además de criar ganado.
Ante el fenómeno del corte indiscriminado, unos setenta ejidos de la zona quieren aplicar medidas para mejorar esa situación y propiciar un uso sostenible de los recursos en esos terrenos entregados para la explotación comunal propios de México.
En ese sentido, comunidades cercanas exitosas en el manejo forestal sirven de modelo para el fomento de la recuperación del suelo y la protección boscosa en todo el distrito.
Uno de esos casos ejemplares es la comunidad de La Trinidad Ixtlán, en el municipio de Santiago Xiacuí, en el estado de Oaxaca, a unos 840 kilómetros al sur de Ciudad de México, y que gestiona unas ochocientas hectáreas de bosque. En un recorrido por la zona, IPS constató los beneficios de la iniciativa.
Para Jorge Santiago, el comisario saliente de Bienes Comunales de La Trinidad Ixtlán, habitada por unas 1500 personas, el principio es el plan de manejo.
«La comunidad debe estar de acuerdo y hay que trabajar con ella. Tuvimos una ruta de experiencias y nos han enseñado a trabajar. Se trata de generar una comunidad instructora», refirió el líder local, quien entregará el cargo a su sucesor el 10 de noviembre.
Verde trayecto
Entre los caminos inclinados y curvos, crecen los árboles que habitan el territorio, unos más altos que otros, unos más delgados que otros, por el acceso al sol. Un visitante primerizo puede perderse fácilmente entre el follaje sin veredas y donde solo se ven árboles por doquier.
Herederas de las tierras de la extinta estatal Fábrica Papelera de Tuxtepec, las comunidades tomaron el control a inicios de los años ochenta del siglo pasado, luego de oponerse a otra concesión de veinticinco años para esa empresa, sin que dejara mayores beneficios a las comunidades de su entorno.
Tras lograr la tenencia de la tierra, diseñaron un plan de manejo forestal, prepararon personal, mejoraron las prácticas de cultivo e involucraron a los dueños de los bosques en la planeación y toma de decisiones. La ruta de la sostenibilidad ha sido ardua, pero fructífera.
La Trinidad Ixtlán pertenece a la Integradora de Comunidades Indígenas y Campesinas de Oaxaca (Icico), que administran unas 40.000 hectáreas de bosque y reúne a doce comunidades originarias, pertenecientes a los pueblos indígenas zapoteco, mixe, chinanteco, chatino y mixteco.
El plan de manejo 2022-2030 estipula el funcionamiento de 514 parcelas (unidades productivas) y una extracción de ocho mil metros cúbicos de madera en 2023 y que bajará a cinco mil el año próximo.
La comunidad posee su propio aserradero y un invernadero que provee de 14.000 plántulas anuales. Además, opera dos empresas, más una tercera de ecoturismo que estará en completa operación antes de terminar 2023.
La comunidad reforestó cuatro hectáreas este año. Luego de podar un lote, los comuneros proceden la preparación inmediata de la nueva siembra.
A partir del cuidado forestal, desde 2021 Icico ha emitido unos 630.000 bonos de carbono, por el gas retenido en los árboles y una cotización media de catorce dólares por crédito, para el mercado voluntario (no regulado) internacional.
Los hábitats forestales proveen de madera, agua limpia, aire puro, alimentos, medicinas, sitios de biodiversidad y esparcimiento, pero enfrentan también fenómenos como aumento de la temperatura, variaciones en los regímenes pluviales, la aparición de plagas y riesgos de incendios forestales.
El no gubernamental Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible enlista unas 4886 comunidades y ejidos forestales, de los cuales unos 2900 explotan comercialmente el recurso. Pero en México solo siete millones de hectáreas operan con un plan de manejo y conservación.
Claroscuros
A pesar de este cúmulo, el segundo país más extenso de América Latina, con 1,96 millones de kilómetros cuadrados (196 millones de hectáreas) donde viven 129 millones de habitantes, padece la deforestación, sin un freno a disposición.
En 2021, México tenía 34,85 millones de hectáreas de bosque, equivalente a diecisiete por ciento de su territorio, según cifras de la gubernamental Comisión Nacional Forestal. Ejidos y comunidades poseían setenta millones de hectáreas de superficie arbolada, selvática y vegetal, donde vivían casi doce millones de personas.
En contraposición, esta nación perdió 208.850 hectáreas anuales en el periodo 2001–2021 y al año siguiente, 176.000. Los sudorientales estados de Campeche, Quintana Roo, Yucatán y el sureño Chiapas encabezan el listado de devastación, según datos de organizaciones internacionales.
Mientras, en 2010 Oaxaca tenía 4,77 millones de hectáreas de bosque, más de la mitad de su superficie. En 2022, perdió 21.400 hectáreas. La tala, de todas formas, cae desde 2019, con un leve repunte en 2022.
En ese mismo año, el distrito de Tuxtepec tenía 205.000 hectáreas de bosque, equivalente a 48 por ciento de su superficie. En 2022, perdió 2050 hectáreas, siempre según mediciones internacionales.
Aunado a ello, la degradación del suelo por sequía, malas prácticas agrícolas y el impacto del viento también representa un problema serio en México, donde la mitad del territorio la sufre, según datos oficiales. Un tercio del territorio oaxaqueño podría estar bajo esa situación.
Aunque el gobierno mexicano ha diseñado herramientas para el sector, parecen insuficientes ante los desafíos, acrecentados por los recortes presupuestales desde 2019, el debilitamiento de las instituciones ambientales y los apoyos insuficientes para las comunidades forestales.
El oficial Programa Nacional Forestal 2020-2024 tiene cinco objetivos prioritarios, entre los que figura la protección de los ecosistemas forestales a través de una gestión territorial. Entre 2019 y 2021, el gobierno aseguró la restauración de 121.868 hectáreas.
Como parte de los acuerdos climáticos internacionales, México se comprometió en 2022 a detener y revertir la deforestación en 2030. Pero el país no parece dirigirse a las metas voluntarias asumidas, a la luz de las cifras existentes.
Al apreciar el verdor en torno a La Trinidad Ixtlán, la activista Cabrera sueña un escenario similar en su distrito de Tuxtepec.
«Queremos formar una cooperativa, sembrar cacao, reforestar. Queremos seguir los pasos de estas comunidades», aseguró.
Por su parte, el comunero Santiago mira hacia las profundidades del bosque que reflejan el propio espíritu comunitario. «Los bosques son sumideros de carbono y nos ayudan a luchar contra el cambio climático. Hay que seguir con este ejemplo y que otras comunidades puedan repetir la experiencia», confió.