Con 220 votos contra 207 para el candidato de la izquierda, la candidata saliente macronista presidirá el «perchoir» (el entarimado o el estrado) como llaman aquí al puesto que ocupa el presidente de la Asamblea Nacional francesa.
Con la reelección de Yael Braun-Pivet en tan simbólico e importante cargo, la derecha francesa muestra una vez más que prefiere el fascismo a una victoria de la izquierda parlamentaria. Los apaños y componendas entre derecha y ultraderecha han hecho posible la derrota del candidato presentado por el Nuevo Frente Popular, el veterano comunista André Chassaigne.
La elección de la presidencia del parlamento era un primer test, que la izquierda acaba de perder y que anuncia, sea cual sea el próximo gobierno, un periodo de inestabilidad parlamentaria y política que se va a prolongar hasta las presidenciales próximas, a menos que una explosión social en el país obligue a unos y a otros a corregir su actuar político.
La candidata del partido «Ensemble» derrotado en las recientes elecciones legislativas y antes en las elecciones europeas, se encuentra así con esta componenda en tres vueltas propulsada a la presidencia del parlamento y cubre de oprobio esa institución republicana que no respeta el claro mensaje enviado por los electores en las urnas.
Para colmo de cinismo, dieciocho ministros dimisionarios macronistas han participado en el voto como diputados, lo que es contrario al reglamento del parlamento, que observa la separación de poderes entre ejecutivo y legislativo.
Macron ha sido derrotado tres veces: europeas, primera y segunda vuelta de las legislativas y como por arte de magia y oscuros chanchullos se encuentra presidiendo de nuevo la Asamblea nacional, a través de su fiel «godillot», Braun-Pivet, quien se ha destacado en el ejercicio de su cargo por su proximidad con la extrema derecha francesa, con la extrema derecha israelí y por su ausencia de objetividad y detestación visceral de la izquierda parlamentaria.
Estas maniobras de cloaca política no harán sino incrementar el número de futuros abstencionistas y el desencanto de la población sobre la capacidad de la clase política a respetar simplemente el resultado de unas elecciones.
La Quinta república se ha convertido en una república bananera, y con su actitud la derecha macronista no hace sino postergar su entierro, favoreciendo el reforzamiento del partido de Le Pen.
La batalla final se jugará tarde o temprano entre el fascismo del RN (Agrupacion Nacional) y la izquierda del Nuevo Frente Popular.
A condición evidentemente de que ese frágil y Nuevo Frente Popular sea capaz, en un primer momento de presentar una candidatura común para ocupar el puesto de primer ministro, y a más largo plazo una candidatura única para las presidenciales de 2027, lo que no está en absoluto garantizado.
Solo la lucha social y sindical y la movilización masiva de la sociedad civil a todos los niveles y de todos los antifascistas en este país, podrá impedir el acceso al poder del nuevo fascismo, imponiendo con su presión esa unión que permitió la victoria, aun limitada, el pasado 7 de julio.
Miles de personas se han concentrado este jueves 18 de julio en la plaza de la República en París, respondiendo al llamamiento del sindicato CGT de ferroviarios para reclamar al presidente Macron el respeto del voto expresado en las legislativas que dio la mayoría relativa al Nuevo frente popular.
Una movilización que se ha desarrollado también en cerca de ochenta localidades en toda Francia con manifestaciones ante las prefecturas.
La CGT de ferroviarios llama a la izquierda a la unidad y a aplicar el programa social del Nuevo Frente Popular, ganador de las recientes elecciones.
Sin embargo, las otras dos centrales obreras CFDT y FO, allegadas al partido socialista, no se han unido al llamamiento.
La libertad de expresión y de información en tela de juicio
A fines de este mes de julio se juega en Francia otra batalla decisiva en la guerra contra la extrema derecha, pues el ARCOM (Autoridad de regulación de la comunicación audiovisual y numérica) debe decidir si prolonga o no la renovación de las frecuencias en la TNT (Televisión numérica terrestre) a los canales de televisión neofascistas CNews y C8, (grupo Bolloré), por incumplimiento de la deontología periodística y por repetidos delitos de xenofobia y racismo condenados por los tribunales, así como por su no respeto del pluralismo político, de la libertad de. expresión e información.
La batalla contra el fascismo en Francia no se juega solo en el parlamento, sino también en la lucha cotidiana de la profesión periodística contra esos grupos millonarios, como el grupo Bolloré, que han transformado una cadena de «información continua» en una fábrica continua de propaganda xenófoba de la ultraderecha.
Solo entre 2021 y 2024 dichos canales de televisión han sido advertidos y condenados por la justicia en más de una decena de ocasiones, con multas que oscilan entre 50.000, 300.000 y 3.500.000 euros. Precio que Bolloré paga gustoso para seguir destilando su propaganda xenófoba con un batallón de «periodistas militantes» de su ansiado nuevo orden.
Un centenar de asociaciones, organizaciones sindicales, antirracistas, feministas y ecologistas han lanzado una campaña para impedir que Bolloré y su imperio mediático obtenga la renovación de esas frecuencias en la TNT, espacio público de radiodifusión regulado por la Arcom. (Frecuencias publicas hertzianas, en número limitado, que el Estado pone gratuitamente a disposición de las televisiones privadas, a condición de respetar ciertas reglas de deontología elementales).
La cadena informativa independiente de televisión Le Media, que sostiene una línea editorial de izquierdas, reclama por su parte que le sea atribuida una de esas treinta frecuencias accesibles a todos los franceses gratuitamente en todo el territorio nacional. Actualmente Le Media difunde sus programas solo en internet y en la red del proveedor de servicios Free, el único que aceptó incluirla en su oferta de canales.
La decisión del ARCOM a fines del presente mes de julio será un nuevo test importante para medir la capacidad de la sociedad democrática francesa de oponerse al desarrollo de ese RN (Agrupación Nacional) neofascismo nacional sostenido hoy en Francia como en Europa por poderos grupos financieros y «normalizado» con el aval y la complicidad de la antaño derecha republicana.