«En Rusia está bien ser gay si uno vive en una ciudad grande como San Petersburgo o Moscú, estudia en la universidad o trabaja en una empresa liberal, pero incluso así no puedes sentirte absolutamente seguro», dice Nikita Mironov, describiendo el clima de temor que impera en su país, informa Pavol Stracansky desde San Petersburgo.
Mironov es editor del sitio web Queerculture.ru y vive en San Petersburgo, la segunda ciudad del país.
«Si uno es abiertamente gay en estas ciudades, de todos modos tiene temor de besar a su novio en público o simplemente de tomarlo de la mano», dice en una entrevista con IPS sobre los problemas que experimentan lesbianas, gays, bisexuales y transgénero (LGBT) en sus vidas cotidianas.
«Pero si uno vive en una localidad pequeña o en áreas rurales, tiene que mantener su sexualidad en secreto. De lo contrario, te golpearán o te matarán», añade.
Esta es la realidad cotidiana para las personas LGBT en toda Rusia, que enfrentan en simultáneo una creciente estigmatización y ataques de grupos neonazis homofóbicos, mientras los políticos intensifican la retórica contra la población homosexual y aprueban leyes que penalizan los estilos de vida no heterosexuales.
«Los LGBT siempre enfrentaron prejuicios, ignorancia y discriminación en Rusia, pero ahora el gobierno los ha formalizado en el ámbito legal», explica Natalia Tsymbalova, coordinadora de la Alianza de Heterosexuales por la Igualdad de los LGBT en San Petersburgo, en diálogo con IPS.
«Las minorías sexuales son ‘socialmente desiguales’ según la ley, y hay personas que son despedidas de sus empleos por su orientación sexual, otras son golpeadas o asesinadas», agrega.
Aunque la homosexualidad se legalizó poco después de la caída del comunismo, nunca fue aceptada en la sociedad rusa.
En una encuesta elaborada en abril, 80 por ciento de los entrevistados dijeron creer que la homosexualidad es una enfermedad que puede tratarse, mientras que en otro sondeo efectuado en junio, 42 por ciento de los consultados dijeron que debería considerarse un delito penal.
La Iglesia Ortodoxa tiene una influencia importante en las actitudes sociales; es considerada la autoridad moral suprema del país y sus líderes denuncian, abierta y regularmente, orientaciones no heterosexuales, catalogándolas como una perversión o una enfermedad.
Pero en los últimos años los políticos adoptaron una posición antihomosexual cada vez más virulenta. Ellos también etiquetan la homosexualidad como una perversión y propagan la idea de que está vinculada a la pedofilia.
Muchos analistas sostienen que aunque los legisladores invoquen sus propias creencias para formular sus declaraciones y políticas, persiguen una agenda oculta.
El Kremlin intenta desviar el descontento social creciente, retratando como «el enemigo» a grupos particularmente vulnerables y ya impopulares, como los LGBT y los inmigrantes.
Esta política forma parte también de la estrategia del gobierno de Rusia de poner coto a la libertad de expresión, con el pretexto de promover «valores tradicionales» y sostener una ideología antioccidental. La forma de vida de los LGBT suele exponerse como una degradación social importada de Occidente.
Una polémica ley aprobada este verano boreal determina que la «promoción de estilos de vida sexuales no tradicionales» a menores es un delito penal. Según encuestas, la norma contó con un apoyo popular de casi 90 por ciento.
«El grado de ignorancia de la sociedad rusa hacia las personas LGBT es muy alto, y es fácil incitar al odio. Todo gobierno totalitario necesita un enemigo. El presidente (Vladimir) Putin está construyendo una nueva ideología, estatista, conservadora y antioccidental», dice Tsymbalova a IPS.
Antes y después de la aprobación de la ley, aumentaron los ataques físicos de grupos vigilantes homofóbicos contra personas LGBT, algunos particularmente violentos. Las imágenes fueron luego subidas a Internet.
La comunidad internacional condenó la ley y hubo llamadas a boicotear los Juegos Olímpicos de Invierno que se llevarán a cabo el año que viene en Sochi
Putin replicó que «no se discrimina a las personas de orientación sexual no tradicional», que no tiene ningún problema con ellas y que le encantaría reunirse con organizaciones LGBT.
Pero entidades de derechos humanos ponen en duda sus intenciones, y hasta ahora no tuvo lugar ninguna reunión.
Mientras, los legisladores han presentado un proyecto para prohibir la paternidad a las parejas homosexuales.
«Esta ley permitirá que a los padres homosexuales se les quiten sus hijos. En Rusia hay familias del mismo sexo, aunque la ley no las reconoce. Para ellas, salir del armario ahora representa poner en riesgo a sus hijos», explica Tsymbalova.
Hay pocas esperanzas de que el Kremlin incorpore cambios a la ley o de que se produzca un viraje en las actitudes de la sociedad rusa. Pero la presión internacional puede obligar algunos cambios, según organizaciones de derechos humanos.
«Los aliados internacionales de Rusia deberían dejarle en claro a Vladimir Putin y a su gobierno que… debe tomar medidas concretas para revocar la ley y proteger a las personas LGBT de la discriminación y la violencia», dice a IPS la directora de programa para Rusia en Human Rights Watch, Tanya Lokshina.
Esos países, «deberían aunar sus voces y presionar a las autoridades rusas para que revoquen la ley. Los Juegos Olímpicos de Sochi representan una gran oportunidad para hacerlo», agrega.
Sin embargo, es improbable que mejore la situación de las personas LGBT en Rusia, al menos hasta entonces.
«La homofobia y la estigmatización eran elevadas antes de la ley contra la ‘propaganda’, y muchas personas LGBT tenían sus razones para no manifestar abiertamente su orientación sexual. La norma está diseñada para mantener a la gente en el armario», señala Lokshina.
Tsymbalova describe un panorama aún más funesto: «La vasta mayoría de la gente LGBT en Rusia no sale del armario, y un porcentaje muy pequeño de la población conoce a alguna persona homosexual. La gente tiene miedo de abrirse, a veces incluso con sus seres queridos».
«Rusia tiene la mayor cantidad de suicidios de adolescentes en Europa, y una gran proporción de ellos son LGBT, agrega. El ambiente de odio homofóbico convierte sus vidas en un infierno: paraliza sus mentes y a veces incluso los mata».