Desde primera hora de la mañana, por el circuito cerrado de comunicación de la nave se oye el soniquete de las criaturas del Colegio San Ildefonso cantando los números premiados de la lotería de Navidad de mi país, que se ha hecho universalmente famosa, no es que dé grandes premios, pero es toda una tradición y una institución.
Así que todo el mundo, el que más y el que menos, anda pendiente de la dichosa cantinela y pone las orejas tiesas cuando el ritmo se acelera, la intensidad aumenta y el número en cuestión se va repitiendo porque se trata de un premio mayor.
No soy en absoluto supersticioso, es más, nos casamos un martes y trece, y ese mismo día nos embarcamos para otra misión. Así que nada de malos augurios, ni males de ojo, ni hechizos harán que cambie lo más mínimo lo que tenía pensado hacer o deshacer. Eso sí, tampoco es cuestión de ir provocando, si me voy a cruzar con alguien bajo un andamio o escalera dejo, por educación, que pase por el interior la persona cruzada y un servidor se va por el exterior.
No me gusta tener animales en casa, especialmente gatos, me da igual si son negros o blancos, prefiero que sigan con sus siete vidas lejos, en otro lado. No me encomiendo a Dios ni al diablo pero me santiguo cuando entro en un hospital, no por nada, más bien porque nada está ya en mis manos.
No juego a juegos de azar, menuda tontería, las posibilidades de pillar algo son menores incluso que las de tener un accidente de avión. Pero de la lotería de Navidad no me puedo escapar, aunque nunca pienso en lo que voy a hacer si me toca. Bueno alguna cosilla sí que pienso.
En fin, que con las cosas que he visto por el universo, como para creer en supersticiones, y ya saben, hemos visto cosas que jamás creerían, como aquella vez en la que nos encontramos unas figuras fantasmagóricas que no sabíamos si eran otra especie de vida o brujas venidas de la antigua Galicia, y de inmediato nos dimos la vuelta por donde habíamos venido, porque las brujas no existen, pero haberlas, haylas.
Lo único es que, con la lotería, ahora sí, ya estamos en Navidad, y aunque en la nave el tiempo pasa sin días ni noches, sin atardeceres y amaneceres, lo máximo que tenemos son destellos luminosos de las estrellas lejanas y la luz más intensa de esas estrellas a medida que nos acercamos a alguna de ellas, recordando a la que dicen que guió a unos magos que buscaban su nuevo Dios.
La mayoría de la tripulación es escéptica en estos temas religiosos, quizás debido a su mayoritaria formación científica, pero hay quienes si creen en el origen divino, así que se dan y se respetan todo tipo de celebraciones religiosas, como las de los próximos días, y nos apuntamos a ellas sin problemas, toda la vida es un buen motivo para celebrar.
Cada cual vive su religión en la intimidad o en espacios compartidos dedicados a sus cultos, pero no pueden interferir en la educación común ni pueden imponer sus costumbres ancestrales a niños y niñas, a las mujeres, o a quienes no creen en lo que ellos. Se educa para la libertad, el respeto y la responsabilidad. También este fue un asunto que costó lo suyo y hubo que defenderlo con tesón, aunque muchas personas sufrieron mucho en el camino.
Que tengan unas felices y tranquilas fiestas en la medida de lo posible.
¡¡ Larga vida y prosperidad !!